"Voy a dedicar lo mejor de mi tiempo y lo mejor de mi energía a escribir. Y voy a buscar trabajos alimenticios que no sustituyan, que no perturben, esa dedicación fundamental a lo que es mi vocación. Si eso significa que voy a vivir con enormes dificultades materiales, pues que signifique eso, pero yo sé que voy a ser infinitamente más "infeliz" en la vida si renuncio por razones prácticas a la literatura". Son palabras de Vargas Llosa cuando era joven y comenzaba a vislumbrar su vocación de escritor. El corazón de las tinieblas, La muerte en Venecia, Dublineses, Manhattan Transfer, La señora Dalloway, El Gran Gatsby, El Lobo estepario, Nadja, son diez novelas que él aconsejaba leer. "Para formar ciudadanos críticos e independientes, difíciles de manipular, en permanente movilización espiritual y con una imaginación siempre en ascuas, nada como las buenas lecturas (...) Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad". Un gran narrador y un gran lector.
Para conocer al escritor, El Faro de Melilla entrevista a Javier De Navascués, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Navarra, quien sostiene que Vargas Llosa es el escritor por excelencia, con disciplina que le llevaba a levantarse a las cinco de la mañana para escribir porque, a esa hora, fluían mejor sus ideas. "El amor suele renovarnos por dentro y mantener la juventud de espíritu. La pasión torrencial por la literatura fue el gran amor del escritor peruano", afirma De Navascués.
-Me referiría a La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la Catedral. Se trata de novelas muy ambiciosas en el plano técnico, con mucha experimentación con los planos narrativos, los narradores, etc. Es un Vargas Llosa de juventud, pletórico de fuerzas, en el que ya están muchos de sus grandes temas: el cuestionamiento de la autoridad paterna, la violencia sistemática, el gusto por las sorpresas y el melodrama...
-Estas primeras novelas fueron muy renovadoras en su momento porque jugaban con la coherencia temporal de las historias de forma que el lector tenía que ir reordenándolas en su memoria mientras las leía. El argumento saltaba en pedazos, por así decir, y había que recomponerlo como si se tratase de un puzzle. Los lectores en los años sesenta del siglo pasado aceptaban el desafío y lo veían como un reto a su imaginación. Sin embargo, hoy en día me parece que estos experimentos narrativos solo atraen a un público muy exigente y minoritario.
Con todo, creo que siguen siendo novelas magníficas y que vale la pena meterse con ellas una vez se ha iniciado uno con otras novelas suyas.
-Creo que él, después de Conversación de la Catedral (que es una novela de 1969), se da cuenta de que no puede seguir por esa línea experimental y de que tiene que esforzarse en buscar otras formas de narrar. De ahí que empiece a trabajar de forma más sencilla y se dedique a contar dos historias en paralelo. Esta fórmula repite muchas veces. Lo interesante es cómo él ha sabido adaptarse una y otra vez, al mismo tiempo que ha sido fiel a sus preocupaciones intelectuales y políticas.
-Todo esto de los gustos es bastante subjetivo, pero pienso que el tiempo ha ido situando a algunas novelas por encima de otras. La tía Julia y el escribidor se basa en un conocido episodio de su vida de juventud, cuando con 19 años se escapa a París con su tía política, de la que se ha enamorado. En Europa se casan, a pesar de la diferencia de edad, viven un idilio hasta que la pasión se acaba. La novela es una especie de ajuste de cuentas con su juventud, pero no en un tono amargo sino irónico y bienhumorado. La guerra del fin del mundo se basa en un hecho histórico, la revuelta de Canudos contra el gobierno brasileño, un acontecimiento increíble pero cierto. Por último, La fiesta del chivo es otra novela histórica ambientada en la República Dominicana del dictador Trujillo. Es, quizá, la más equilibrada de las suyas a la vez que resume su crítica a los totalitarismos en América Latina de forma espléndida.
-Vargas Llosa sale del Perú, principalmente, porque quiere hacer una carrera literaria que, en su país, veía muy difícil de realizar. Por eso, vive en Francia, Gran Bretaña, España... aunque nunca renunció a pasar largas temporadas en Perú. Cuando se postula a la presidencia de su país y pierde las elecciones contra un entonces desconocido Alberto Fujimori, se va a vivir a España y el gobierno fujimorista le retira el pasaporte. Por eso, asume la nacionalidad española. De hecho, España se convierte en su segunda patria, por así decir. Esta es la razón de que, por ejemplo, se involucre en la política española y haga declaraciones contra el separatismo catalán o vasco. Ahora bien, respondiendo a la pregunta, parece que la vuelta al Perú se debe a razones personales, de retorno al seno familiar, a través del reencuentro con sus hijos y con su mujer, Patricia Llosa. Por lo demás, es obvio que fue siempre un hombre profundamente ligado a su tierra natal.
-El amor a la literatura lo mantuvo joven de espíritu.
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