Marín contraataca

El presidente del PP de Melilla, Miguel Marín, respondió ayer a las acusaciones de los cepemistas sobre la supuesta irregularidad que él habría cometido en su etapa como consejero de Fomento, al presuntamente autorizar la construcción de un vial en una zona verde, con un golpe contundente contra la gestión de la titular de Hacienda, Dunia Almansouri, a quien acusó ayer de haber firmado un convenio de búho taxi con un taxista particular y sin contar con el sector al que supuestamente éste representaba en ese momento.

Para Marín es evidente que el documento firmado por Almansouri, que puede consultarse en la web de El Faro, incumple todas las normas de los trámites administrativos. Según ha asegurado el popular a este diario, la cepemista fue advertida de su error por una directora general, pero siguió adelante y terminó pagando el servicio contratado.

Si algo hemos aprendido los periodistas de Melilla es que aquí no hay nada seguro ni delito consumado hasta que lo dice un juez. Por la puerta de Las Torres ha pasado gente a la que todos dábamos por muertos (políticamente hablando) y al final, salieron limpios de polvo y paja. Acordaros si no del famoso caso Lisbeth Salander. Aquello se quedó en agua de borrajas.

Las espadas están en alto en el PP y en CpM. Donde las dan, las toman. El cruce de acusaciones nos devuelve a los años de la judicialización de la política local. Mientras la sociedad reclama a gritos concordia y unidad, ni los unos ni los otros ponen de su parte.

En ningún caso estamos pidiendo que ante una irregularidad, nuestros representantes públicos miren para otro lado. Lo que pedimos es que remen todos en la misma dirección, siempre que se pueda. Hay muchas familias que lo están pasando mal y cuando la gente lo ha perdido todo ya no tiene nada que perder. Y ahí es cuando estallan los conflictos sociales. La situación de Melilla, no os quepa la menor duda, es delicada.

Ahora mismo tenemos montado un guirigay terrible. Y en medio de todo el ajo tenemos, por un lado, al PP tirándole los tejos al PSOE. Por el otro, a CpM enganchado con la delegada del Gobierno que es, como todos sabemos, socialista. Y en la tercera bocacalle nos encontramos a populares y cepemistas denunciándose mutuamente en los juzgados. Brutal.

Los dos partidos más votados de esta ciudad quieren disputarse el poder en sede judicial y mientras tanto, el PSOE se deja querer. Nunca antes los socialistas sintieron que podían rentabilizar tanto cuatro escaños en la Asamblea. Gloria Rojas tiene a Aberchán y a Imbroda en su mano. Ella tiene la llave para mantener a los de CpM en el Gobierno o sustituirlos por los populares. Su decisión es, nunca mejor dicho, decisiva.

Y en medio de todo este follón, De Castro intenta mediar, pero los ánimos están caldeados y desde que el diputado Jesús Delgado Aboy dejó Vox sin entregar su acta, el dirigente naranja ha dejado de tener la llave de la gobernabilidad de Melilla. La aritmética no entiende de caprichos y ahora las sumas salen por todos lados.

Llevamos apenas un año de Gobierno y me da a mí que de un lado y de otro están quemando todas las naves. Si el tripartito acaba la legislatura habrá que hacerle un monumento a Aberchán, levantando el sable como Pedro de Estopiñán. Pero si Imbroda consigue llegar al Congreso del PP con el control de la Asamblea en su mano, la estatua tendrá que ser para el expresidente. Podrá conseguirlo o no, pero lo está peleando como nadie se imagina.

Tanto es así, que sus fieles han lanzado un globo sonda con la intención de que llegue a oídos de los Casado&Company. Si Génova no pone al frente del PP de Melilla a quien designe el jefe, se arriesga a perderlo todo. Aquí la renovación es con orden y el orden lo decide Imbroda. Después de 20 años no van a dejar que Madrid decida quién va a mantener las filas prietas en nuestra ciudad. El poder local del PP tiene nombre y apellidos y advierten: no está el horno para bollos.

Los ciudadanos asistimos estupefactos a todo este show mediático. Tenemos la prensa llena de fuegos artificiales y los aficionados a la política espectáculo siguen cobrando sus sueldos, cada mes, mientras la tasa de pobreza engorda. No somos un caso aislado. Estas quejas se repiten por toda la geografía nacional.

Los políticos no han entendido que el tiempo de las mayorías absolutas ya pasó. Tienen que acostumbrarse a negociar, a pactar y a asimilar que ya no mandan. Es así de simple. Las urnas tienen la última palabra. Y eso no es una metáfora, es una verdad como un templo. Los ciudadanos, con nuestro voto, colocamos a los políticos en sus puestos. Ya es hora de que empiecen a ganarse nuestro favor. En fila india, que no ha prisas. Hay más tiempo que vida.

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