Cada año, la Virgen de la Piedad, una de las imágenes más queridas y veneradas de la Semana Santa de Melilla, es vestida con sumo cuidado y respeto. Este proceso, que parece sencillo a los ojos de los fieles, es en realidad un acto cargado de significado, tradición y devoción. Mari Carmen Al-Lal, camarera mayor tiene una relación especial con la imagen, una conexión que trasciende lo físico y se convierte en un acto de amor y respeto profundo.
Durante su entrevista con El Faro de Melilla, Al-Lal detalló cómo se lleva a cabo esta ceremonia anual, y lo hizo con la misma dedicación y cariño que emplea cada vez que prepara a la Virgen para su salida en procesión.
"Somos un grupo pequeño de camareras, en total somos tres y una chica, que es aprendiz, así que entre todas decidimos cómo vamos a vestirla, qué le vamos a poner. No tenemos muchos enseres, pero con lo que tenemos, nos las arreglamos bien", explicó Mari Carmen Al-Lal.
Este equipo reducido, sin embargo, tiene claro el objetivo: preservar la identidad y sobriedad de la Virgen.
Cada año, antes de la Semana Santa, la Virgen de la Piedad se despoja de la vestimenta que lleva durante la Cuaresma, en la que suele llevar una indumentaria hebrea. Esta vestimenta es cambiada por la de reina, un atuendo más elaborado y festivo, acorde con la solemnidad de la procesión. No obstante, la camarera mayor aclara que la prioridad es siempre la discreción, manteniendo la imagen austera que caracteriza a la Virgen.
"La Virgen nuestra es muy austera. Intentamos que sea lo más discreta posible, sin grandes joyas ni adornos llamativos. Los colores no deben ser estridentes, y las joyas que lleva son mínimas. Queremos que la imagen siga siendo ella misma, que conserve su identidad. No se innova en su vestimenta, siempre se le pone lo mismo para que no pierda esa esencia", explicó la camarera mayor.
Uno de los aspectos más fascinantes del proceso de vestimenta es la elección de los colores y las telas. Para Mari Carmen Al-Lal este proceso no es solo un acto físico, sino también una experiencia espiritual. Asegura que a lo largo de los años ha llegado a sentir que la Virgen le "habla", indicándole las telas y colores que quiere para su atuendo.
"Yo creo que la Virgen, de alguna manera, nos transmite lo que quiere. Como estamos tan metidas en este mundo, a veces siento que me habla. Le pregunto, '¿qué quieres que te ponga hoy?' y la verdad es que a veces parece que me responde. No se cómo explicarlo, pero la intuición me dice qué tela o qué color debe llevar", cuenta la camarera mayor con emoción.
El proceso de vestir a la Virgen es minucioso y puede durar varias horas. La camarera mayor explica que, en algunas ocasiones han tenido que dedicar toda una noche a la tarea. "Este año empezamos a las 10 de la noche y terminamos a las 3.15 horas de la madrugada. Otras veces, en dos horas ya la hemos vestido, pero depende del día. Si nosotras no conseguimos ponernos de acuerdo o si no nos dejamos llevar por la inspiración, entonces el proceso se alarga", explicó.
El acto de vestir a la Virgen no solo es un trabajo de coordinación y precisión, sino también una experiencia emocional. Mari Carmen Al-Lal que estuvo alejada de la actividad durante varios años debido a una enfermedad, considera cada momento dedicado a la Virgen como algo muy especial. "Para mí, todos son momentos emocionantes. Yo he estado retirada por un tiempo, por la enfermedad, y volver a vestirme de camarera mayor ha sido un momento muy emotivo", revela.
Mari Carmen Al-Lal sufrió las secuelas del Covid-19 en 2020, lo que le obligó a alejarse de sus labores durante casi cinco años. A pesar de su recuperación, todavía está en proceso de sanar completamente. A lo largo de este tiempo, la Virgen de la Piedad fue un pilar fundamental para ella, una fuente constante de fe y esperanza. "Lo he vivido de una manera muy emotiva. Volver a estar con ella después de tanto tiempo es algo que no puedo explicar. La Virgen siempre estuvo conmigo", resalta.
Otro aspecto que resalta en la entrevista es la complicidad entre las camareras. "Entre las tres, siempre intentamos ponernos de acuerdo, aunque hay veces en las que una dice que sí y otra que no. Es un trabajo en equipo, pero también hay mucha intuición", explica Al-Lal, quien se refiere al proceso como una experiencia compartida que trasciende la técnica.
Este año, como todos los anteriores, la Virgen de la Piedad saldrá en procesión, vestida con el mismo respeto y solemnidad de siempre. Aunque para Mari Carmen Al-Lal y sus compañeras, el vestir a la Virgen no es solo un acto de devoción, son una verdadera conexión con lo sagrado, un momento donde las emociones y los recuerdos se entrelazan con cada tela y cada gesto.
"Es como cuando uno viste a su madre. Uno le habla, le pone mejor y espera que se vea preciosa", concluye con cariño.
Así, cada vez que la Virgen de la Piedad recorra las calles de Melilla en su procesión, las manos de Mari Carmen Al-Lal y sus camareras habrán hecho mucho más que vestir una imagen: habrán tejido, con cariño y fe, un vínculo que trasciende generaciones y que permanece en el corazón de los melillenses.
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