Debo confesar que no he leído el libro biográfico del Presidente Pedro Sánchez. En uno de mis viajes se lo compré a mi madre, sanchista convencida desde que el Comité Federal le obligara a dimitir como Secretario General y tuviera que recorrer toda España en su coche para devolver la ilusión a un PSOE sumido en el ensimismamiento orgánico. Tengo que reconocer que entonces no tenía mi confianza y que me parecía un juguete roto del aparato del partido. Pero supo sobreponerse a toda adversidad y ganar unas primarias apoyado por las bases frente a los que creían que el poder de dicho aparato era inamovible e irremplazable. Fue toda una lección de democracia interna que no logro recordar haberse repetido en ninguna otra fuerza política de este país.
Antes de las sucesivas elecciones de este año le pedí a mi madre que me lo prestara, tenía pendiente su lectura y creía que no debía postergarlo más. Me inquietaba no poder poner en práctica alguna de las recomendaciones que seguro su libro albergaba sobre esa forma de hacer política que ha llevado a Sánchez a convertirse en uno de los líderes más carismáticos en la historia de este país. Tras las elecciones del 28M y, aún más, tras el repentino anuncio de las del 23J, se me hacía imperioso descubrir que es lo que contenía el libro, pero mi madre me había prohibido llevármelo de su casa. Como buena católica, lo tenía custodiado con velas y no debía moverse hasta que el presidente volviera a ser investido. Me quedé con las ganas y sigue siendo una asignatura pendiente leerlo. No obstante, no puedo dejar de reflexionar sobre los acontecimientos que todos conocemos y que el libro relata en primera persona.
Pedro Sánchez es de los pocos líderes políticos que tiene en su haber rebelarse contra el poder establecido y ganarle la partida. Cuando hablo del poder establecido me refiero a mucho más que el liderazgo en el PSOE, me refiero a los poderes del Estado, aquellos que no se visibilizan, pero que todos sabemos deciden mucho más de lo que todos podemos presuponer. En las entrevistas con Évole, en la de junio de este año, pero, sobre todo, en anteriores entrevistas, Sánchez reveló mucho más de lo que ningún líder había desentrañado antes sobre los entresijos del poder. Sánchez se negó a ser un títere, demostró que se puede ser un líder audaz que cree profundamente en sí mismo y en el juego democrático. Que se puede jugar limpiamente cualquier partida, como buen deportista que es, y ganarla. Muchos socialistas volvimos a ilusionarnos cuando Sánchez, contra todo pronóstico, recuperó la Secretaría General del PSOE y muy poquito después consiguió ser Presidente del Gobierno, apoyado en la mayoría de la militancia del partido y de los votantes del país, sumando mayorías parlamentarias para gobernar que hasta entonces eran impensables.
Ahora, cuando contra todo pronóstico, Sánchez vuelve a demostrar que es el político más perseverante y audaz, que mide los tiempos como nadie, y gana de nuevo la partida a ese poder establecido -que es mucho más de lo que los ciudadanos de a pie podemos vislumbrar- la reacción es más enconada si cabe. Por qué deben sorprendernos las voces críticas internas, que ya fueron derrotadas en unas primarias del partido, siguen siendo los mismos actores de entonces. Por qué Sánchez ha de plegarse a los chantajes de quienes ya veían en él, antes de que gobernara, todos los peligros y amenazas. España, no solo ha avanzado en derechos sociales como nunca, ha conseguido recuperarse como ningún otro país europeo de la crisis de la COVID y de la guerra de Ucrania, presentando los mejores resultados de crecimiento económico, sobre una base equitativa y equilibrada, es un país mucho más cohesionado política y territorialmente de lo que dejara su predecesor. El independentismo catalán ha perdido mucha fuerza y tiene mucha menos base electoral que cuando Sánchez asumió la Presidencia. La mesa de diálogo ha resultado ser una herramienta positiva que ha devuelto a la negociación política un conflicto profundamente enquistado y judicializado. Qué miedo ha de haber a un Presidente que ha demostrado sobradamente que es capaz de hacer política bajo la mayor de las presiones.
Cuando estudiaba Ciencias Políticas, en la asignatura de Sistemas Políticos dedicamos un tema entero a estudiar como figura de actualidad a Tony Blair, el líder laborista inglés y referente de la socialdemocracia europea de entonces, con su Tercera Vía y el socialiberalismo en auge. Y eso que aún no era Primer Ministro, pero ya despuntaba carisma. No me cabe la menor duda que en las facultades actuales de CC.PP. del mundo entero la figura de referencia de la socialdemocracia es Pedro Sánchez. Si fuera profesor de alguna materia recomendaría su Manual de Resistencia que aún no he sido capaz de leer. Estoy seguro de que en el libro de Sánchez, publicado nada más llegar a la Presidencia, se encuentran muchas de las claves de su éxito político. Tendré que esperar a que sea investido y mi madre me deje leerlo. Esta mente científica tiene toda su fe puesta en que el Presidente volverá a demostrar la audacia y valentía que este país necesita para superar los retos que tiene por delante. Y sí, creo que España seguirá avanzando y conseguirá superar los conflictos que actualmente presenta, porque volveremos a tener un Presidente que se resiste a ser títere de los poderes establecidos y gobierna pensando en la gente.