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Maldito overbooking

No tengo registro oficial en el que basarme, sólo meras impresiones, que pueden ser falsas pero que se fundamentan en la sucesión de testimonios de varios pasajeros afectados en nuestros enlaces aéreos por el maldito overbooking, fruto de una sobreventa de pasajes para un mismo vuelo. En la tarde del martes, lo sucedido con el último enlace de Málaga con Melilla no fue exactamente un overbooking. En realidad, el que tres pasajeros se vieran obligados a bajar de la aeronave, aún cuando se encontraban sentados en los lugares que se le habían asignado en sus respectivas tarjetas de embarque, fue consecuencia de un cambio de aviones de última hora, que terminó finalmente asignando al vuelo con nuestra ciudad un Dash8 de menor capacidad que el ATYR-72 inicialmente previsto.
Fueron tres los obligados a bajar de la aeronave, pero podrían haber sido cinco si dos de los pasajeros con billetes para el mismo vuelo no hubieran optado por desistir del viaje.
El intríngulis fue mayor, porque las tarjetas de embarque se expidieron conforme al avión más grande, de modo que al contar el más pequeño, lógicamente, con menos filas de asientos, hubo quien no encontró correspondencia entre el número de la butaca que se le había asignado y la numeración de asientos de la aeronave. Se armó por ello algo de  guirigay y también porque no se entendía que quienes se habían quedado sin plaza por mor de las circunstancias sí tuvieran derecho a viajar en detrimento de otros que, casualmente, sí tuvieron la suerte de que coincidieran las respectivas numeraciones.
Al final, la política de la compañía ‘nominó’ para quedarse en tierra a los últimos en facturar y, entre ellos, a una pasajera que casualmente viajaba con su mascota –un gato-, lo que siempre complica algo más el viaje.
Lo anterior no lo cuento sólo por anecdótico, sino precisamente porque, entre pitos y flautas, ya no se sabe con exactitud qué puede pasarnos en unos vuelos, muy caros en ocasiones, y que a pesar de la crisis no siempre viajan repletos pero sí con un grado de ocupación muy estimable, al menos durante varios días muy destacados de la semana.
Lo cuento también porque ya son varias, por no decir muchas, las ocasiones en que vienen sucediéndose circunstancias molestas para los pasajeros, casi siempre por el sempiterno overbooking que la ley admite hasta un porcentaje determinado, pero que no deja de hacer la pascua a los que, como es nuestro caso, tenemos nuestra vivienda aquende el Estrecho.
Quedarse literalmente tirado en Málaga es tan engorroso como ver descomponerse toda una ruta de viaje porque el overbooking te ha dejado en tierra en la salida prevista desde Melilla, la mayoría de las veces inicio tan sólo de un periplo que no siempre acaba en los lugares de enlace directo con nuestra ciudad.
Hace dos semanas viajé a Madrid. Volver en el directo de la tarde resultó imposible pero admisible. No me lo pareció en cambio que otro melillense que, como yo, utilizó como alternativa el combinado Madrid-Málaga-Melilla, se viera forzado a esta otra opción porque cuando sacó su tarjeta de embarque en realidad se le asignó un vuelo distinto al correspondiente a su pasaje.
Más que despistado, confiado en que la tarjeta de embarque se la habían dado correctamente, se presentó a la hora prevista, tras facturar sin problema ninguno su maleta, pero no pudo subir al avión porque, inexplicablemente, en realidad no tenía la documentación en regla para acceder a un vuelo que, por demás, iba completamente lleno.
Está claro que en este último caso el overbooking tuvo también una manifestación engorrosa pero del todo clara de lo que es una sobreventa de pasajes que, al final, no tiene otra solución que la de dejar a alguien en tierra.
Circunstancias de esta guisa son incómodas para cualquiera, se encuentre donde se encuentre, pero más cuando suceden a pasajeros sin casa en la ciudad donde se encuentra su terminal de salida. En el caso comentado al principio, los afectados fueron atendidos y alojados por Iberia en un hotel, pero antes tuvieron que esperar una hora a que se prepararan los trámites y el autobús dispuesto a llevarles al forzado alojamiento.
La ley permite un porcentaje mínimo de sobreventa de billetes a las transportistas aéreas. Aun así, y en el caso de Melilla, la operadora de vuelos regionales, la conocida Air Nostrum, debería ser más cuidadosa porque para los aquí vivimos siempre es más difícil encontrar alternativas para realizar un viaje preciso o impostergable, o igualmente resulta mucho más molesto y engorroso retrasar el retorno y seguir aguardando pasaje al otro lado de la Península.
Estamos más lejos, comenzar a viajar desde Melilla o hacia Melilla siempre cuesta más tiempo y dinero, por lo que sería bueno que la ‘política de la compañía’ fuera más atenta y considerada con la situación de los melillenses.

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