SI tuviéramos la suerte de poder elegir qué refuerzo necesita con urgencia Melilla y nos pusieran a escoger entre médicos, maestros y policías, yo me decantaría por pedir un incremento del número de efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Me gustaría poder caminar por las calles de esta ciudad, de día o de noche, con la tranquilidad con que lo hago en Murcia, Granada o Málaga. Sin mirar cada cinco minutos hacia atrás; sin agarrar el teléfono con fuerza cuando tengo que contestar una llamada en la vía pública; sin ponerme el bolso religiosamente en el brazo que va pegado a la pared y sin bajar la cabeza cuando me cruzo con alguien que yo pienso que me mira como si yo fuera un cajero automático.
No sé si con más policías y guardias civiles en las calles las cosas mejorarán. Sólo sé que al menos me sentiré más segura.
La inseguridad en Melilla es real, pero es también un estado de ánimo. Te metes en grupos ciudadanos en las redes sociales y no se habla de otra cosa. La gente está obsesionada con los menores extranjeros no acompañados. Tenemos muchos, incluso acepto que demasiados, pero parece que desde que son multitud en Melilla los ladrones autóctonos se evaporaron como por arte de magia. Nadie habla de los delincuentes con DNI y de poca monta que viven a costa de la mala fama de los menas.
Gracias a Dios, no puedo dar fe de ningún atraco a mano armada y toco madera. Pero tengo miedo, como mi vecina, como la otra, el otro y aquel.
Sin embargo hay quien cree que lo que necesita esta ciudad son más maestros para acabar con el tercermundismo de nuestras aulas. Quienes piensan así llevan razón. No se lo discuto. Pero en esta vida, todo es cuestión de prioridades. La mía es la seguridad.
Creo que en una ciudad donde te pueden pegar un perdigonazo en la frente a la entrada de un centro de enseñanza la presencia policial debería estar garantizada a toda hora. Te puedes pasar todo el día en la calle recorriendo el centro de Melilla y no te cruzas con un solo policía. Sinceramente, no me creo que todos vayan de paisano.
Que en una ciudad tan pequeña tengamos zonas ciegas a las que la Policía no se asoma ni por casualidad es una vergüenza. Pero para qué empezar una guerra si no la podemos ganar. Entiendo que ni los jefes ni los agentes le metan mano al problema. Es mejor esconderlo bajo la alfombra, guardarlo y aquí no pasa nada. Hasta que pasa. Hay barrios a los que sólo entran cuando vienen refuerzos de Madrid para llevar a cabo una operación antiyihadista.
¿Por qué en una ciudad pegada a la meca del hachís no hay megaoperaciones contra el tráfico de drogas día sí y día también?
De enero a septiembre del año pasado los delitos de narcotráfico habían disminuido casi un 28% respecto al mismo período de 2017, según los datos del último Balance de la Criminalidad del Ministerio del Interior.
Pero es que de enero a diciembre de 2017 ya habían bajado un 22% respecto al año anterior. Para encontrar datos positivos tenemos que remontarnos a 2016 cuando se registró un discreto incremento del 1,8%. Luego andas por Melilla y huele a porro por todas partes.
No hay agentes para investigar. No se destapa un megachiringuito de drogas por casualidad. Hay que dar pico y pala hasta tirar del hilo y llegar a la chicha. Pero eso no podemos hacerlo porque no hay agentes. Nadie los trae a Melilla. Imbroda se los pidió al exministro Zoido y no vinieron. Los socialistas quieren traerlos, pero no llegan. ¿Quién da más?
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