Los verdaderos candidatos en liza

MIENTRAS oigo las cornetas de la Cofradía del Nazareno ensayar en los previos a la salida del precioso paso de ‘La Sentencia’, sigo atenta a una campaña electoral que, según publicaba ayer el Diario ‘El Mundo’, tanto en Melilla como en Ceuta, se traduce en hartazgo con votos favorables a VOX y PSOE.

He leído atenta el artículo en el que no falta la letanía derrotista del ‘Melilla se muere’, en mi opinión tan dañina como los males crónicos que siguen atenazando a nuestra sociedad y que, por desgracia, se invoca en exceso en detrimento de iniciativas o propuestas que contribuyan a contrarrestar la situación. Pero, como es bien sabido, criticar como destruir es siempre más fácil que actuar o construir.

El artículo de ‘El Mundo’, como la última y controvertida encuesta del CIS que decía que el candidato al Congreso por Melilla estaba entre PSOE y PP, olvida que en nuestro particular patio político se da en estas elecciones generales una circunstancia diferencial, que es la comparecencia de CpM en la batalla electoral como una candidatura más.

La participación de los cepemistas altera notablemente los posibles resultados en claro detrimento de las expectativas socialistas y, si me apuran, del conjunto de los partidos. En mi opinión y ante el fraccionamiento del voto que se prevé el 28-A, hoy por hoy, en Melilla, los candidatos más fuertes al Congreso lo son, de un lado, el del PP y, de otro, el de CpM, a pesar del nada edificante status procesal actual de Mustafa Aberchán. De hecho, si la situación fuera al revés y se tratara de un candidato del PP el que se presentase a las elecciones con una condena en primera instancia por delito electoral, creo que todos coincidiríamos en que el clamor conjunto de cepemistas, pesoistas y acólitos de ‘ciudadanos’ más podemitas, sería de rechazo constante, continuo y hasta monotemático.

Pero como el candidato en cuestión es el líder de facto de la oposición local al Partido Popular, pues el asunto es arena de otro costal, no ya para CpM (lo que sin dejar de ser incoherente con su propio discurso puede ser comprensible) sino increíblemente para el resto de los partidos de esa extensa oposición con la que tanto se confunde en Melilla el grupo de Ciudadanos. Me refiero a los mismos que, junto a cepemistas y pesoistas, se han atrevido a proponer a la Junta Electoral provincial que actúe más allá de lo que exige la Ley vigente para evitar fraudes en el voto por correo. Es decir, para evitar prácticas como las que el Partido Socialista de Melilla y CpM cometieron, según la sentencia recurrida, con ocasión de las elecciones generales de 2008. Y digo esto sin entrar en la causa que proponen sobre la conveniencia de que sean los propios electores los que remitan el voto personalmente ante las correspondientes oficinas postales. El asunto en cuestión tiene más enjundia de la que aparenta y aunque estoy de acuerdo en que la Ley Electoral puede no haber previsto circunstancias que acaben favoreciendo prácticas poco ortodoxas democráticamente, lo que sí está claro es que los únicos condenados en primera instancia por haber subvertido en Melilla el derecho al voto son los que ahora, sin pudor alguno y el coro de Ciudadanos, se atreven a nombrar la soga en casa el ahorcado.

Afortunadamente y a pesar de estos mimbres, nuestra particular campaña no deja de ser un eco distorsionado de la cada vez más radicalizada campaña electoral nacional, en la que la torpeza de las autoridades socialistas de Valladolid facilitaron, el pasado domingo, un triste episodio de enfrentamiento entre cofrades y republicanos que nos retrotraen a tiempos oscuros y viejos clichés que creíamos superados. Pero que, sin embargo, alientan torpemente una dialéctica frentista, nada buena para nuestro país en general y menos aún en niveles de tanto apogeo extremista como los que han azuzado estos últimos días en Cataluña y el País Vasco los escraches contra algunas candidaturas.

Desmarcarse de ese frentismo, establecer una línea roja frente a la intransigencia, es una obligación de todos pero especialmente de los partidos en liza, poco contundentes en algunos casos y en general bastante proclives a distorsionar y elevar el debate en demasía, principalmente a través de las redes sociales.

Un ruido demasiado estruendoso, muy viciado por el feo asunto del independentismo catalán y la extrema crisis a la que está sometiendo nuestra Democracia, pero que, a fin de cuentas, no nos puede hacer olvidar lo principal, y es que en estas elecciones sólo hay dos opciones: mantener o echar a Sánchez de la Moncloa. Y claro está que, con Aberchán, el actual Presidente del Gobierno tiene garantizado el voto de Melilla.

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