Cultura y Tradiciones

Los sabores de Melilla: Un testimonio de la convivencia entre diferentes culturas

Los sabores de Melilla son un testimonio de la convivencia entre tradiciones bereberes, árabes, judías y españolas que han creado un patrimonio culinario único que merece ser reconocido y preservado. Están basados en su increíble materia prima, pero también en su tradición.

Melilla es un tesoro cultural en el que también se refleja su rica gastronomía. Ubicada en el cruce de caminos entre África y Europa esta Ciudad Autónoma española destaca por su diversidad étnica y religiosa y también por cómo estas influencias se manifiestan en su cocina. Conocer un poco más de Melilla es dejarse seducir por sus calles, su historia y también su comida.

La cocina cuenta historias de sus habitantes y la memoria de cada ciudad. Platos como el cuscús o los tajínes muestran la conexión de la ciudad con el norte de África. La proximidad de esta zona con este país convierte a Melilla en la puerta de entrada de multitud de recetas de este tipo. El rape a la Rasudir, un guiso hecho a base de colas de rape, verduras, tomate, pimientos, guisantes, ñora, azafrán, perejil y comino es una de las recetas tradicionales más conocidas de la Ciudad Autónoma.

Por el contrario, las tapas típicas españolas y los pescados frescos del Mediterráneo te hacen recordar la herencia peninsular. Un plato de coquinas es obligatorio en Melilla. Este marisco es uno de los más apreciados y se puede disfrutar de una y mil formas diferentes. Al vapor o con una simple salsa de vino blanco y ajo que se convierte en un entrante o aperitivo de esos que no se olvidan.

Asimismo, la cocina sefardí ha impregnado Melilla con recetas tradicionales de postres como los buñuelos con miel o las empanadillas dulces. Mención especial merecen las burekas, un saladito de hojaldre salpicado con ajonjolí que destaca por sus finísimas capas y su delicada elaboración. Pueden estar rellenos de atún, puré de patatas o queso.

La comida es un lenguaje universal que une a las personas, y en Melilla, compartir una mesa es una oportunidad para tender puentes entre religiones y tradiciones. Esta fusión de culturas no solo enriquece el paladar, sino que también fomenta el entendimiento entre comunidades.

Algunos de los platos más emblemáticos de Melilla son: los pinchos morunos, hechos con carne adobada con especias como comino, cúrcuma y pimentón y están asados en brasas; la pastela, un pastel salado de hojaldre relleno de pollo o pescado y aromatizado con almendras y canela, y la harira, una sopa tradicional que combina legumbres, carne y especias consumida especialmente en la época del Ramadán.

La cocina melillense aparte de ser un reflejo de su historia es también una oportunidad para impulsar el turismo cultural. A los turistas que llegan a la ciudad les llama la necesidad de degustar platos que no encontrarán en otro lugar de España. 

Proteger la gastronomía local es de vital importancia en un momento en el que la globalización amenaza con homogeneizar las culturas. Ferias gastronómicas, rutas de tapas o talleres culinarios podrían ser un camino para promocionar esta riqueza cultural. Desde los ingredientes autóctonos hasta las técnicas tradicionales deben formar parte de un esfuerzo por conservar esta parte esencial de la identidad melillense.

Es necesario documentar las recetas tradicionales, apoyar a los cocineros locales y educar a las nuevas generaciones sobre el valor de mantener vivas estas tradiciones.

La UNESCO considera la gastronomía como parte del patrimonio cultural inmaterial. De esta manera, Melilla tiene el potencial de reclamar su lugar como un ejemplo de cómo la comida puede contar historias de convivencia, resistencia y creatividad. 

Té con churros

El té marroquí forma parte de la cultura de Marruecos. Se bebe a cualquier hora del día o de la noche y se ofrece como signo de hospitalidad.

La preparación del té es muy sencilla. Se deposita una cucharadita de té por persona en la tetera, se vierte una pequeña cantidad de agua caliente, se deja reposar unos segundos, se mueve la tetera y se desecha esa primera infusión para que no amargue.

El siguiente paso es añadir azúcar a la tetera, la cantidad dependerá del gusto pero se suele echar entre cuatro o cinco cucharadas para una tetera de medio litro. Esta se pone a hervir durante dos o tres minutos y se retira del fuego. Es entonces cuando se le echa un ramillete de hierbabuena y se deja reposar unos minutos.

Los churros son un dulce típico de toda España pero en Melilla en lugar de comerlos con chocolate o con un vaso de leche y cacao como en cualquier sitio de la península, se mojan en té. Una tradición melillense que mezcla en todo su esplendor la cultura marroquí con la española. Sin duda si visitas la ciudad no puedes irte sin probar este manjar.

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