Este jueves la musa del liberalismo español, Isabel Díaz Ayuso, anfitriona de la Feria Internacional de Turismo (Fitur), pasó por el stand de Melilla en Ifema y al presidente de la Ciudad, Eduardo de Castro, se le puso cara de cumpleaños.
Desde que cesó al todavía socialista Mohamed Mohand como consejero de Economía y Turismo, no se le veía tan feliz en las fotos. Madrid le sienta bien al presidente. Quizás por eso, en la cuenta del Gobierno de Melilla, durante el encuentro con el rey Felipe VI, en la inauguración de Fitur, lo más destacable de la jornada era la cara de satisfacción de De Castro por encima incluso del saludo del monarca, que sale de refilón en las fotos. Puede que sea cuestión de prioridades.
También se le vio radiante a De Castro conversando con otros presidentes autonómicos en Fitur. Debe ser porque allí sí puede ejercer de presidente. En Melilla lo suyo es un título nobiliario que lleva dos años y medio pendiendo de un hilo.
Aquí no manda ni siquiera a la hora de pagar el salario de los socorristas que vigilaron las playas en el verano de 2021 y que a estas alturas no han conseguido cobrar sus sueldos porque la Ciudad tampoco ha abonado el dinero del contrato público a la empresa murciana Matersa.
El caso es que De Castro consiguió la foto que ya habría querido tener cualquier diputado del PP de Melilla. Isabel Díaz Ayuso es la política de moda capaz de convertir en 'cool' incluso el pabellón vacío de la ciudad autónoma.
Pasada la polémica de la inauguración del stand de Melilla en Fitur, con un mercado gastronómico 'sui generis' que ignoró a los hosteleros locales y potenció a un cocinero de Sevilla, según denunció la patronal, las Consejerías de Deportes, Medio Ambiente y Cultura remontaron la herencia recibida con propuestas interesantes como la de convertir la ciudad en un plató atractivo para el cine español; la presentación de la carrera La Africana o las rutas por las galerías de minas del cuarto recinto fortificado, cuya última fase de remodelación acabó recientemente. Se habla de convertirlas en escenarios para acoger actividades culturales.
Es una iniciativa que se ha llevado a cabo con éxito en ciudades como Cartagena, con los conciertos de la Mar de Músicas en las inmediaciones del Teatro Romano o en Mérida, famosa por su festival de artes escénicas en su teatro inigualable.
La Consejería de Cultura avanzó además que el director de cine Benito Zambrano está en la ciudad con la intención de rodar aquí una de sus películas. También hay productoras interesadas en escenarios de Melilla y se han dado pasos para que la Spain Film Commission, defensora de la promoción de España como destino preferente para la industria de los rodajes, abra una oficina en la ciudad.
Hemos avanzado en dos años y medio más que en las últimas dos décadas, pero lo importante es seguir dando pasos en ese sentido. No hay que inventarse nada. Hay que potenciar lo que tenemos y hay que conseguir que la gente de Melilla visite esos escenarios de película que fascinan a los directores de cine que nos visitan. Hay un público en la ciudad, ávido de ver, de vivir y de experimentar no sólo en la plaza de Melilla La Vieja, que no deja de ser preciosa, pero no es lo único que tenemos.
Hay valores intangibles en los que apenas reparamos como, por ejemplo, la naturalidad con que manejamos aquí la diversidad cultural o la peculiaridad de vivir en una ciudad que no deja ser la frontera entre dos mundos; entre dos formas de entender la política, la economía y la justicia. Somos un poco de todo sin dejar de ser españoles.
Para mí, los cielos de Melilla tienen una luminosidad insustituible. Hay aquí más luz que en ninguna otra parte y las nubes se mueven a una velocidad caprichosa. No hay día que no mire al cielo y me quede con esos tonos de azul, blanco y gris que aportan a la ciudad una claridad que rara vez se encuentra en un sitio donde nunca hace mucho calor.
Esa Melilla de cine no nos sacará de pobres, pero nos ayudará a cambiar el tono y las circunstancias en las que se hable de nuestra ciudad. La imagen es importante y en eso tenemos que trabajar mucho. Tenemos que acabar con las menciones asociadas única y exclusivamente a la inmigración, los saltos a la valla, los menores extranjeros y la corrupción.
Cuesta mucho quitarse el sambenito. Esto es algo que empieza ahora, pero que hay que continuar. Los primeros pasos siempre son los más difíciles. También los más valientes.
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