Unesco Melilla ha presentado a primeros de año un proyecto de cooperación al desarrollo que atañe a la Facultad de Cultura Física y el Deporte de la Universidad cubana de Cienfuegos, ubicada en el centro del país.
Cuando supe del proyecto, me ilusionó pensar que la ciudad en la que vivo, gobernada por un partido demonizado por los comunistas cubanos, puede tender la mano, más allá de ideologías, a la enseñanza universitaria en una isla en la que hasta conseguir un bolígrafo se hace cuesta arriba.
Sé que si la escasez de medios en la enseñanza universitaria es crítica en La Habana, en el interior del país debe estar en estado de coma. El proyecto de la Unesco prevé dotar de seis ordenadores y dos proyectores un centro de enseñanza superior que casi con toda seguridad no es una de las prioridades del Gobierno del país.
De recibir la subvención, el organizador del proyecto, Juan Antonio Vera, estima que éste tendrá un impacto positivo en 94 profesores y 527 alumnos cubanos. Esto a su vez, se notaría en una ciudad relativamente pequeña de 409.483 habitantes.
El proyecto también prevé que representantes universitarios de la Facultad de Educación y del Gobierno municipal de Cienfuegos viajen a Melilla diez días para asistir a conferencias y seminarios. Y a la inversa, que profesores de nuestra ciudad visiten Cuba. Y este punto me parece interesante porque considero que todos necesitamos abrirnos al mundo, especialmente los docentes y más todavía si se trata de profesores y políticos de una ciudad de provincias de una isla que desde los años 90 está metida en una crisis económica cíclica que allí llaman “período especial en tiempos de paz”.
Hace unos años, cuando vivía en Murcia, me sorprendió que caminando por La Habana, me encontré un parque infantil en la Ciudad Deportiva con aparatos que llevaban el escudo de la Región de Murcia. A mi regreso pregunté en el ayuntamiento y me confirmaron que la ciudad en la que yo vivía en España, gobernanda por el PP, había pagado aquella equipación.
Sin embargo, no sabemos si el proyecto de la Unesco en Cienfuegos podrá llevarse a cabo con dinero de la Ciudad Autónoma de Melilla porque aunque la Consejería de Presidencia tiene una partida de 25.000 euros anuales para Cooperación al Desarrollo, ésta sólo contempla su adjudicación en casos de desastres naturales.
En mi opinión, el castrismo encaja a la perfección en la definición de desastre natural, pero me temo que la administración se refiere a terremotos, inundaciones y ese tipo de tragedias que nada tienen que ver con el hundimiento de un país en la miseria.
Hay que tener en cuenta que el pasado 27 de enero La Habana sufrió los efectos de un tornado devastador que provocó daños en casi 7.000 viviendas y derribó medio millar totalmente. Ocurrió, para variar, en los barrios más pobres. ¿Y eso que tiene que ver con Cienfuegos? Pues que si antes no había dinero, ahora habrá menos. La prioridad para el Gobierno cubano es aplacar los ánimos en la capital, que siempre ha sido muy rebelde. De hecho ni Fidel ni Raúl Castro se postulan a diputados por La Habana sino por Santiago de Cuba, a la que llaman la ciudad “heroica”, y no me extraña.
El año pasado, la partida de 25.000 euros destinada por el Gobierno de Melilla a Cooperación al Desarrollo no se adjudicó a nadie. No digo, ni mucho menos, que este año se adjudique al ejemplo que pongo, pero entiendo que es una pena que una ciudad como Melilla con el presupuesto tan potente que tiene, no sea capaz de ir un paso por delante.
Sigo con el ejemplo de Cuba. Por La Habana circulan buses donados por el País Vasco; hay muchísimo intercambio cultural con Asturias, Galicia o Canarias, pero nadie sabe dónde está Melilla, pese a que en la provincia de Holguín, en el oriente cubano, hay un pueblito que lleva el mismo nombre.
Un voluntario de nuestra ciudad me comentaba al respecto que el problema no es que el año pasado no hayan concedido a nadie la subvención municipal destinada a Cooperación al Desarrollo sino que no exista tradición de cooperar ni una política clara sobre cómo y qué queremos hacer.
De hecho, la última subvención que se concedió trajo polémica, según explicó a este diario el diputado de Ciudadanos Luis Escobar, que terminó recibiendo burofax de abogados de Valencia por cuestionar en el pleno municipal que se hubieran incluido en la justificación de la ayuda equipamiento para la ONG, cuando en teoría la subvención es para un tercero, no para nosotros mismos. Por eso se llama cooperación al desarrollo.
La consejera Paz Velázquez ha aclarado a El Faro que son especialmente cuidadosos a la hora de evaluar las propuestas y que si el año pasado no se utilizó la partida de 25.000 euros disponible fue porque nadie lo pidió.
Y ahí está también el problema. Hay que pedir aunque sea para que nos digan que no.
Es preocupante que Melilla sólo contemple una partida de Cooperación al Desarrollo en caso de catástrofes naturales. Ciudades más pequeñas que la nuestra y con presupuestos más modestos la tienen. Tenemos que espabilar porque luego nos ponemos de uñas cuando Cataluña abre una embajada en el extranjero. Sólo cuando lo hacen los demás reconocemos el impacto que tiene en la opinión pública internacional.
Tenemos necesidades en Melilla para no acabar, pero la solidaridad no está reñida con tender la mano a quien está peor que nosotros. No tenemos que esperar a que les caiga un rayo para ayudarlos. Es esa ayuda al desarrollo la que terminará calmando las migraciones masivas.
No hay que construir un hospital en Burundi o levantar un puente en Perú o un rascacielos en Oaxaca. Aquí de lo que se trata es de hacer pequeños gestos, de sembrar la semillita, de que cada uno haga lo que sabe, puede y tiene ganas de hacer. Eso nos engrandece.
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