CADA vez es más evidente en nuestra ciudad la presencia de menores no acompañados que viven en la calle. Son niños que subsisten en la ilegalidad. Han cruzado la frontera de manera ilegal. Es ilegal que no estén escolarizados ni acogidos de modo efectivo en algún centro dependiente de la Administración. Su objetivo es entrar de manera ilegal en algún barco que une Melilla con la península. Quieren cruzar el Estrecho ilegalmente y desembarcar en el otro lado de modo ilegal. Su país, Marruecos, se desentiende de ellos ilegalmente y permite que los padres de estos niños cometan una ilegalidad primero desatendiendo a sus hijos y luego no obligándoles a hacerse cargo de ellos.
Todo lo que rodea a estos niños es ilegal. Incluso ONGs de Melilla señalan que la ilegalidad se extiende al modo de actuar de algunos organismos de nuestra ciudad que deberían ocuparse de manera efectiva de garantizar los derechos de estos niños.
Nadie respeta la ley. No lo hacen los menores no acompañados que llegan a nuestra ciudad desde Marruecos ni quienes deberían preocuparse por los derechos que les asisten a éste y al otro lado de la frontera. Todo ellos hace que su futuro apunte hacia un horizonte poco prometedor.
La Unión Federal de Policía (UFP) reclama hoy en El Faro la firma de un acuerdo entre España y Marruecos para tratar de poner fin a este problema. Sin embargo, el asunto no está en su agenda política. Los representantes de los gobiernos de ambos lados de la frontera tienen asuntos más importantes que abordar. Deben continuar estrechando lazos y mejorando esa colaboración que, aunque es ‘ejemplar’, no permite aún acabar con la ‘ilegalidad’ que envuelve a todo los relacionados con estos niños no acompañados.
Ocurre como con la inmigración, que no era un problema para la conciencia de los políticos que nos representan en la Unión Europea hasta que ocurrió la tragedia de Lampedusa. Y que dejará de ser un problema para nuestros eurodiputados cuando las imágenes de ese suceso se borren de sus retinas.
Aquí ocurrirá algo similar. Quizás un día tengamos que avergorzarnos todos de algún suceso que ocurra en nuestra ciudad. Entonces no podremos decir que desconocíamos la problemática de estos niños porque los tenemos ante nuestros ojos todos los días. Es imposible no verlos.
Ojalá la consejera María Antonia Garbín termine de descubrir cuáles son las causas de esta cada vez mayor presencia de menores desamparados en nuestras calles, como prometió hacer. Y, sobre todo, sea capaz de adoptar alguna medida para poner fin a una situación que se le puede ir de las manos si un día el problema salta a la sección de sucesos. Ella, menos que nadie, podrá decir que desconocía la situación de estos niños marroquíes con los que todos los días nos cruzamos en Melilla, cada vez más.
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