Son dos chavales independientes, sí, sí. A sus once y trece años respectivamente Aitor e Idoia Moreno Jiménez son dueños de sus destinos, siempre bajo la respetuosa mirada de su padre, Ángel Moreno, inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía, quien, desde que eran mucho más pequeños decidió darles libertad de movimientos de manera que sean “dueños de sus vidas y de su futuro”, dice el padre.
Reconocen que se pelean con cierta frecuencia pero también manifiestan que constituyen, junto a Ángel, un tandem inquebrantable, mentor y presidente de una convivencia familiar a tres bandas envidiable, que llama la atención.
Aitor –once años– nació en Melilla y dice que no es mal estudiante –“de regular hacia arriba”– pero que tiene problemas con las ‘mates’. Paradójicamente quiere ser ingeniero industrial (¿?) y lo tiene meridianamente claro: “ya estudiaré y ya aprenderé”. Estudia en La Salle y, como su hermana, están encantados de tener una directora, Pauli Casaña, y a un profesor, Ricardo Fernández Sánchez ‘Ricky’, capaz de hacerles felices a diario.
Idoia –trece años– nació en San Feliú de Llobregat pero, como su hermano, tiene nombre y raíces vascos porque su abuelo, el padre de Ángel, nació en aquel precioso país español. Como Aitor, ella no tiene duda de lo que va a ser el día de mañana: veterinaria. Una mascota vive con ellos, es un gato persa de nombre Lala. ¿Lala?, “sí, porque tuvimos otra gata que tenía ese nombre y, aunque éste sea gato, le mantenemos el nombre para recordar a la gata”.
Lala es “uno más de la familia, es el tercer hermano”, aclaran al alimón.
El amor a los animales de ambos personajes es tan incuestionable que “un día vimos un gato enfermo y le pedimos permiso a papá para curarlo y tenerlo unos días en casa. Luego lo dimos”.
Ángel Moreno está encantado, no es para menos. Basa su relación paterno-filial en el respeto y la libertad mutuos. Aitor e Idoia no están bautizados. “Llegado el momento de cada uno les dije que podían hacer lo que quisieran y ellos decidieron esperar unos años para saber qué confesión religosa les convencía más”, señala papá. Aitor e Idoia:”estamos educados en el cristianismo pero esperaremos un tiempo antes de tomar una decisión”.
Si existiera la ‘cuadratura familiar perfecta’, esa unidad de cariño estaría constituida por Aitor, Idoia y Ángel Moreno y, por supuesto, un felino persa de nombre ‘Lala’. La familia Moreno demuestra que los seres humanos pueden ser felices sin ajustarse a determinados arquetipos. Es el triunfo de la libertad y del profundo respeto a las ideas y actitudes de los demás.
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