Sociedad

“Los menores pasan a ser adultos con un proyecto migratorio y les falta vivir su niñez”

  • El investigador Pietro Soddu dice que hay que cambiar el régimen abierto de los centros de acogida

  • Anima a ‘atraer’ a los niños con actividades deportivas y de prevención de consumo de drogas

“Hay muchas similitudes entre los niños que están en las calles de Melilla y los de Ruanda o Río de Janeiro. Son niños que viven solos, en malas condiciones, que deambulan por las ciudades y muchos caen en adicciones como esnifar cola. La diferencia principal está en que en Melilla estos niños tienen un proyecto migratorio muy definido”. Así lo asegura a El Faro Pietro Soddu, investigador de Estudios Migratorios del Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada, que hace un par de semanas presentó en la ciudad hermana de Ceuta un libro en el que recoge cómo mejorar la asistencia a los menores extranjeros.

Bajo el título ‘Acercamiento a los menores marroquíes desamparados como fenómeno migratorio y tratamiento profesional desde la educación social especializada’, Soddu recoge dos puntos claves: subraya la necesidad de ofrecer programas de deportes y proyectos de prevención de la drogadicción para atraer a los chicos que están en la calle a los centros de acogida y, además, revisar el régimen abierto de estas instituciones.

Para este investigador, que ha estado varios años viviendo en Melilla y Ceuta y conoce de cerca la realidad de los menores extranjeros, la “peculiaridad” de estos niños es que “asumen, como lo hace un adulto, un proyecto migratorio, mientras que les falta vivir su niñez”. Recuerda haber visto en más de una ocasión a los chicos sentados en las murallas de Melilla La Vieja mirando al mar y a los barcos. Se pregunta cómo un niño es capaz de dejar a su familia y coger esa responsabilidad de un adulto para irse de su país con el fin de buscar una vida mejor.

Cambiar el régimen abierto

Soddu comenta no es que estos pequeños no tengan familias, pues la gran mayoría tiene a sus padres al otro lado de la frontera. Pero subrayó que lo que se debe fomentar es que estos niños encuentren en los centros de acogida esa familia que no tienen en Melilla o en Ceuta. Asevera que es difícil porque nada ni nadie sustituye a una madre o un padre. Aunque insiste en que esas instituciones de acogida deben proporcionar esa educación que se da en una familia.

Por ello, para este investigador hay que repensar y recontextualiza el régimen abierto que hay en los centros de menores.

Soddu no quiere que estas instituciones sean “una cárcel” para los menores. Pero subraya que debe haber unas normas de entrada y salida, de horarios de comidas y de actividades, como las que establecen unos padres con sus hijos en sus casas. De hecho, comenta que en Italia los padres recuerdan a sus hijos que su hogar no es un hotel, del que pueden salir o entrar sin más, sin dar explicaciones y sin colaborar con la tareas domésticas.

En este sentido, reitera que para un niño no es lo mismo deambular por las calles de Granada, que hacerlo en Melilla y Ceuta por sus peculiaridades. Y defiende que haya una revisión en la legislación para que el régimen abierto cambie a otro donde se puedan establecer determinadas normas.

En relación a esto último, las normas, Soddu explica que los niños que viven en la calle siguen una serie de ‘leyes’ por estar en ese espacio. Estos pequeños deben aprender que también hay ‘reglas’ en los centros, aunque sean mucho más adecuadas para ellos que las de la calle y que, si estuvieran en una familia, también deberían seguir unas instrucciones.

También apunta el investigador que muchos de los niños que llegan a Melilla proceden de familias desestructuradas. Asevera que no es una crítica, sino que esos menores no han vivido en un ambiente familiar como se entiende en la mentalidad europea. Es otro factor que se debe tener en cuenta cuando se trabaja con ellos.

Muchos de los chicos ven en Melilla una vida de comodidades que no tienen en su país y que desean alcanzar sin importar lo que arriesgan, añade.

La Administración

Soddu reconoce que la masificación de los centros de acogida dificultan que puedan funcionar como una familia. Además, afirma que la Administración local hace todo lo posible por asistir a los chicos y mejorar la atención que se presta en la ciudad.

Asimismo, comenta que el programa de educadores de calle le parece una buena idea para poder encontrarse con los niños que no quieren ir a los centros. Pero, bajo su punto de vista, el esfuerzo se tendría que hacer para atraer a los menores a esas instituciones y hacerlas más atractivas.

Ahí es donde interviene otro de los puntos clave del proyecto recogido en su libro. Se trata de ofrecer programas deportivos, así como otros para combatir el consumo de las drogas, que deben ser impartidos por educadores sociales especializados en la materia.

El deporte

Soddu explica que el deporte es la primera idea que le pasa a una madre o padre por la cabeza cuando piensa en actividades para educar a su hijo. Además de proporcionarle una vida sana, por el ejercicio físico, aporta una serie de valores y experiencias que pueden aplicar en su vida cotidiana. En este sentido, el deporte tiene una serie de normas, que son educativas, no como las que hay en la calle, apunta. Además, le ofrece la posibilidad de trabajar en grupo y vivir en un colectivo, con lo que tiene una función social importante, resaltó este investigador.

Añade que todos los chicos que están en la calle conocen a Messi o Cristiano Ronaldo y podrían participar en liguillas de fútbol o de baloncesto en los centros.

Consumo de drogas

Por otro lado, Soddu plantea en el libro la necesidad de incorporar programa de lucha contra la drogadicción en las instituciones de acogida. Asegura que el que ha incorporado a este proyecto es el que se llevó a cabo en Melilla por parte de Comisión de Juventud. Se trató de un programa elaborado por varios profesionales de diferentes ramas, como sociólogos y psicólogos, que luego se aplicó en los institutos de la ciudad.

Recuerda cómo alucinaron los alumnos del IES Rusadir hace unos años cuando les dijeron que la marihuana no es una planta endémica de Marruecos y les contaron la historia de esta droga.

La frontera

Otro de los temas que señala Soddu es la importancia de que Marruecos colabore más en la frontera e impida salir de su territorio a niños que no vayan acompañados de sus familiares directos. Subraya que no se puede permitir que un pequeño entre en Melilla sin un adulto o que lo haga con una persona de la que se desconoce si es su pariente directo.

Por ello, indica que, a la revisión de los menores que pasan por la frontera, se podría sumar una especie de control detallado de dónde están sus familias y cuál es procedencia para que conste dónde está este niño.

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