Dos años después hemos entrado en una normalidad bastante aceptable. Todavía nos queda quitarnos las mascarillas en los interiores de los locales, pero eso ocurrirá ya este próximo miércoles. Y para ejemplo de normalidad, la celebración de la Semana Santa en Melilla, en la que han participado cientos y cientos de personas cada día, arropando con su presencia el trabajo y el esfuerzo de las cofradías locales.
Había ganas de salir a la calle con los pasos, ver las procesiones y hacer parada en alguna terraza del centro. Era comentario general entre la gente, desde personas mayores a las más jóvenes. Todo el mundo coincidía en lo mismo: ya era hora de poder disfrutar de la Semana Santa como corresponde, en los templos para los más creyentes y en la calle para quienes ven en las procesiones la parte cultural de nuestras tradiciones cristianas.
Todas las cofradías han estado espectaculares en sus salidas procesionales, se han esforzado y han sacado lo mejor de sí mismas para recuperar esa normalidad de la que hablamos. Es mucho lo que tenemos que agradecerles, tanto ser las depositarias de la tradición y tener la capacidad de atraer a los jóvenes para dar continuidad a su trabajo, como la labor callada de caridad que desarrollan a lo largo de todo el año para ayudar a los más vulnerables de nuestra sociedad.
Ha sido, en realidad, un logro colectivo porque hemos demostrado que estábamos preparados para sentir nuestra Semana Santa en la calle, que es donde debe de estar esta catequesis de la pasión y muerte de Jesucristo.
Este año, la participación ha sido extraordinaria en todos los itinerarios y desde el primer momento. La climatología también ha ayudado prácticamente todo el tiempo, a excepción del martes, cuando una lluvia repentina provocó que el Santísimo Cristo Humillado no pudiera salir a hacer su estación de penitencia.
Con esto de la pandemia existía el temor de que la Semana Santa no se viera tan lucida como cabía esperarse. Había mucha gente que pensaba que se produciría una estampida general hacia la península con el descanso habitual de estas fechas.
Y si bien es cierto que han sido muchos los melillenses que han preferido coger el barco o el avión y salir de la ciudad, muchos de los que nos hemos quedado hemos estado donde correspondía, en la calle, con nuestra Semana Santa, dando testimonio de que las tradiciones siguen muy vivas en Melilla.
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