En los últimos tiempos no deja de crecer la popularidad de los nuevos medicamentos que han revolucionado el mundo de la pérdida de peso.
En los últimos años, el mercado de los fármacos diseñados para el control del peso ha experimentado un auge sin precedentes, impulsado en gran medida por el impacto de las redes sociales y demás plataformas digitales, donde los influencers comparten sus experiencias con estos tratamientos. Sin embargo, también hay cada vez más voces críticas que alertan sobre los efectos secundarios de las famosas inyecciones y recuerdan que estas nunca pueden ser sustitutivas de un estilo de vida saludable.
Desde su llegada al mercado, estos medicamentos han generado un debate entre profesionales de la salud y la población en general. Algunos médicos los consideran una herramienta eficaz para la lucha contra la obesidad, mientras que otros advierten sobre el peligro de su uso indiscriminado. A menudo, se presentan como una solución rápida para la pérdida de peso, lo que puede llevar a malentendidos sobre su verdadero propósito y mecanismos de acción.
Según advierte la nutricionista y profesora de la Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud de la Universidad Europea, Luisa Andrea Solano, aunque siempre se destaque la pérdida del apetito, los beneficios de este tipo de fármacos son más completos, ya que pasan por la ralentización del vaciamiento gástrico, el aumento de la saciedad y la mejora de la sensibilidad tanto a la insulina como a la tolerancia a la glucosa, toda vez que disminuye el HbA1c, indicador retrospectivo de su control metabólico.
"Pero ni mucho menos se pueden minimizar los efectos secundarios de las inyecciones para adelgazar, como se las conocen, pues en el corto plazo pueden causar náuseas, vómitos, diarrea y estreñimiento, y en el largo plazo, una pérdida de peso excesiva y hasta desnutrición en algunos casos”.
Solano resalta así la importancia de comprender los efectos integrales de estos medicamentos en el organismo.
"No se trata únicamente de disminuir la ingesta calórica debido a la reducción del apetito, sino que estos fármacos actúan en distintos frentes del metabolismo".
Sin embargo, la especialista insiste en que estos beneficios deben ser evaluados en conjunto con los riesgos que pueden implicar, especialmente cuando se usan sin la supervisión de un profesional de la salud.
"Nos hallamos ante un tratamiento creado originalmente para pacientes que cursan con diabetes mellitus 2 y que potencia el efecto de la dieta, nunca la sustituye. Por ello, conviene explicar muy bien que es vital llevar de manera paralela una alimentación saludable y tener actividad física. Sin un plan nutricional personalizado diseñado por un dietista-nutricionista y adaptado a las necesidades y objetivos de cada persona, las inyecciones para adelgazar no sirven de nada”.
Este punto es crucial, ya que muchas personas recurren a estos medicamentos con la esperanza de una solución mágica sin considerar los cambios necesarios en su alimentación y estilo de vida.
La obesidad es una condición multifactorial que no puede resolverse con un único método. La falta de una dieta equilibrada y el sedentarismo pueden neutralizar los efectos positivos de estos fármacos, o peor aún, provocar efectos adversos que comprometan la salud del paciente.
Con todo, la especialista recuerda que en la obesidad, además de la alimentación, también influyen el balance energético, la genética, la microbiota, el estrés y el sueño; entre otras variables.
“Ahora bien, un exceso de calorías, incluso de alimentos saludables, puede llevar al aumento de peso, igual que las dietas ricas en ultraprocesados o el comer de forma desordenada o en horarios inadecuados, lo que termina afectando al metabolismo”.
El panorama de la obesidad es complejo, y los factores que la desencadenan no se limitan únicamente al exceso de comida o la falta de ejercicio. La genética juega un papel clave en la predisposición a ganar peso, al igual que el estrés y la calidad del sueño, que afectan directamente las hormonas responsables del hambre y la saciedad. La microbiota intestinal, es decir, el conjunto de microorganismos que habitan en el sistema digestivo, también influye en la forma en que procesamos los alimentos y absorbemos los nutrientes.
Por este motivo, un enfoque integral es esencial para abordar la obesidad de manera efectiva. No basta con reducir el apetito mediante una inyección; es fundamental corregir los hábitos alimenticios, promover la actividad física y prestar atención a otros aspectos del bienestar, como el manejo del estrés y la higiene del sueño.
En cuanto a los efectos secundarios de estos medicamentos, diversos estudios han documentado que las náuseas y los vómitos son las molestias más comunes en los pacientes que inician el tratamiento. Estos síntomas suelen presentarse debido a la ralentización del vaciamiento gástrico, que si bien ayuda a prolongar la sensación de saciedad, también puede generar malestar digestivo. Otros efectos adversos incluyen la diarrea y el estreñimiento, que pueden afectar la calidad de vida del paciente si no se manejan adecuadamente. En casos más severos, se han reportado episodios de pancreatitis e incluso alteraciones en la función renal.
A largo plazo, uno de los riesgos más preocupantes es la pérdida de peso excesiva, lo que en algunos casos puede desembocar en desnutrición. Si la ingesta calórica se reduce de manera drástica y no se compensa con una alimentación equilibrada, el organismo puede comenzar a experimentar deficiencias de vitaminas y minerales esenciales. Este problema es particularmente relevante en personas que, debido a la moda de estos fármacos, los utilizan sin una indicación médica adecuada.
Otro aspecto a considerar es el llamado efecto rebote. Una vez que los pacientes dejan de utilizar estos medicamentos, si no han desarrollado hábitos saludables durante el tratamiento, es muy probable que recuperen el peso perdido en poco tiempo. Esto se debe a que el cuerpo tiende a volver a su estado inicial si no se han implementado cambios sostenibles en la alimentación y el ejercicio.
Por ello, los expertos insisten en que la clave para el éxito en la pérdida de peso no radica en el uso de fármacos, sino en la combinación de múltiples estrategias adaptadas a cada persona. La educación nutricional es fundamental para garantizar que quienes recurren a estos tratamientos comprendan su verdadero propósito y sepan cómo integrarlos dentro de un plan de salud integral.
En conclusión, los medicamentos para la pérdida de peso pueden ser herramientas valiosas en ciertos casos, especialmente en personas con obesidad y condiciones metabólicas asociadas, pero no deben verse como una solución única o milagrosa.
Es imprescindible que su uso sea supervisado por profesionales de la salud y que se acompañe de una alimentación equilibrada, ejercicio físico y un estilo de vida saludable en general. Sólo así se podrán obtener resultados sostenibles sin comprometer la salud en el proceso.
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