El Mediterráneo central se ha convertido en la ruta de huida más peligrosa para los refugiados que quieren dejar atrás sus países en conflicto y tratar de buscar un futuro mejor en Europa. Las playas que se extienden entre Trípoli y la frontera con Túnez se han convertido en los dos últimos años en el principal escenario de las mafias que trafican con seres humanos.
Según la Organización Mundial de las Migraciones (OIM), organismo vinculado a las Naciones Unidas (ONU), 171.635 inmigrantes irregulares alcanzaron Europa en 2017, mientras que 3.116 desaparecieron en el mar. Sólo en el primer mes de este año, más de 5.900 han alcanzado las playas europeas y más de 318 han fallecido en el intento.
Muchas de estas personas no llegarían con vida a su ansiado destino si no fuera por el trabajo que hacen decenas de voluntarios como Bumedien Mohatar, un melillense de 21 años que lleva dos colaborando con la ONG española Proactiva Open Arms. Este joven explica a FaroTV su experiencia a bordo del barco de esta entidad.
–¿Qué le motivó a colaborar con esta ONG?
–Empecé a trabajar hace dos años como socorrista en Proactiva Servei Aquàtics, empresa de la que se deriva la ONG Proactiva Open Arms, en las playas de Cataluña. La temporada fue bastante larga y complicada y paralelamente veía vídeos y noticias de Open Arms en Lesbos (Grecia), donde hacía su labor humanitaria de socorrer a personas de países en conflicto. A final de la temporada me animé, hablé con mi jefe, que era el coordinador de playas, y me dijo que sí, que podía unirme al equipo. Entonces me vine a Melilla y en diciembre de 2016 me llegó una llamada para irme a Lesbos. Desde entonces no he parado.
–Hace un mes la fiscalía de Catania (Italia) inmovilizó el barco de Proactiva Open Arms tras una operación de salvamento en la que usted participaba. ¿Cómo vivió esta experiencia?
–Fue bastante complicado. No podíamos ir identificados como miembros de Proactiva Open Arms por la situación de conflicto que existía en ese territorio. Yo pedí apoyo a la ONG SOS Mediterranée a través de un contacto para seguir con mi actividad. Hoy se decide si se libera o no el barco de Open Arms [finalmente fue liberado ayer], con el que queremos salvar a toda esta gente de países en conflicto. Hay que ir muy bien preparado a estas operaciones de salvamento. La primera vez me lo tomé como si fuera un socorrista de playa, pero así no es. Tienes que ir muy bien preparado física y psicológicamente y controlar el tema de las dietas y otros factores. Tienes que dominarlo todo.
–¿Cómo es una jornada ‘normal’ a bordo del barco de Open Arms?
–En un día normal la mente no está porque siempre piensas en que va a llegar una alarma, una alerta de socorro. Por suerte, la convivencia entre los miembros del equipo es muy buena, somos una gran familia formada por 14 socorristas, dos médicos, algunos periodistas, otros enfermeros y auxiliares, que son los que ayudan a subir al barco a las personas, a darles la comida y las mantas térmica. La convivencia entre nosotros es de diez, es increíble, pero la mente no la tenemos despejada. Mi familia siempre intenta contactar conmigo, pero nosotros tenemos una conexión VHF muy mala, con muy pocos megas, por eso me comunico muy poco con la familia. Antes de que la fiscalía italiana nos confiscara el barco entramos en conflicto con guardacostas libios, que nos amenazaron de muerte durante una misión de rescate si no les dábamos a los niños y a las mujeres que iban en la barcaza. Dispararon varios tiros al aire, en esa situación no te da tiempo de pensar.
–¿Ha temido por su vida?
–Sí. En Lesbos también hubo algún conflicto. Ellos, los migrantes, salían de Turquía, junto a algún mafioso que los traía a las costas de Grecia, en Lesbos, y ahí los debajaban a su suerte. Nosotros nos acercábamos a ellos y temíamos que tuvieran alguna pistola. Ahí temíamos más el tema neonazi, que nos prohibían el paso. Estos neonazis van contra nosotros, contra las ONG que salvamos a estas personas. Nosotros dejamos de actuar en esta zona por esta presión. Ahora, de hecho, leí, si no me equivoco, que se aprobó que todo inmigrante que salga desde Turquía y pise Grecia como tierra europea, será devuelto en caliente hasta el país del que salgan. Es lo último que leí.
–¿Dónde dejaban a las personas que rescataban?
–Los dejábamos donde nos permitían y nos daban autorización. Malta, Sicilia... Muchas veces rescatábamos a todas estas personas e íbamos con el barco lleno, con 500 u 800 refugiados y no nos daban autorización en varios días. El día que se nos confiscó el barco, teníamos a 447 personas a bordo. Llevábamos sobre todo a mujeres y niñas de todas las edades. Salimos en las noticias y no teníamos ninguna ayuda para dejar a estas personas, ninguna ayuda. Al fin y al cabo insistimos y tocamos tierra y así pudimos descargar a todas estas personas.
–¿Cuál es el protocolo a seguir ante una llamada de auxilio?
–En estos casos se duerme muy poco. Las guardias son muy importanes. Hay cuatro socorristas en la zona de mando. Ahí nos mantenemos y miramos los distintos radares. Nos identificamos con un pequeño signo: Tanger Boat, que es un bote no identificado. Entonces damos la alerta al capitán de mando, que sale al puesto de mando, se monta todo el protocolo de socorristas, médicos, auxiliares...
–¿Cómo se procede cuando se encuentra a la embarcación que pide ayuda?
–A estos botes yo los llamo ‘dingy’ porque en Lesbos llamamos así a los primeros rescates. Cuando nos aproximamos a los dingy, nos montamos en la lanchas con chalecos salvavidas. A veces vienen sin ropa y con malos oleres porque hacen sus necesidades en las barcazas. Es muy dramático. Cuando llegamos ahí y nos ven, ya saben quiénes somos porque han oído hablar de nosotros. Sólo les decimos: “Keep calm. Welcome to Europe” (Calma. Bienvenidos a Europa). Se ponen muy nerviosos y empiezan a cantar entre ellos en cuanto les damos nuestro chaleco salvavidas porque el que traen son chalecos que por dentro no tienen ninguna protección para su flotabilidad. Nuestras lanchas de rescate tienen capacidad para 35 ó 40 personas, nosotros inclusive. Si son muchos, unos 300, pues hacemos muchos viajes. Cuandos nos alejamos se ponen nerviosos, por eso tenemos dos lanchas, para coordinarnos mejor mientras una va y la otra vuelve.
–¿Cuál es la reacción de estas personas cuando ya están a bordo de Open Arms?
–Una vez están arriba, hemos escuchado historias de mujeres embarazadas por presuntas violaciones, niñas de 14 ó 15 años, se me eriza ahora mismo la piel… Es complicado. Estoy visitando un psicólogo porque es complicado de asimilar. Estoy sin palabras… El tema es complicado. Entre las mujeres y los hombres hay muchas historias sobre esclavitud, de cómo los tratan, es increíble.
–Les afecta personalmente.
–Sí, claro, nos afecta personalmente. Hemos encontrado a muchos fallecidos y los hemos recogido de las barcazas de donde vienen. He recogido mujeres embarazadas fallecidas. Es muy dramático. Cuando están en el barco intentan sacar esa sonrisa que una vez les quitaron. Como saben que van a tocar tierra firme se ponen muy contentos y cuando llegamos no nos quieren soltar porque tienen miedo. Les decimos que ya están en Europa a por una vida nueva. Hay muchas imágenes sobre la esclativud y el tráfico de inmigrante, que es de lo que se nos acusa por “fomentar la inmigración ilegal”, según la fiscalía italiana… Si salvar vidas es un crimen, yo me consideo un criminal porque yo apoyo a Proactiva Open Arms, yo soy de Proactiva Open Arms.
–¿Qué diría a las personas xenófobas y racistas que condenan vuestra labor humanitaria?
–Son personas que no tienen cabeza. Yo me he llevado cantidad de críticas y me he tenido que cerrar Facebook e Instagram en alguna ocasión por recibir comentarios inadecuados. No cobramos por esto, somos voluntarios. El que está es por su solidaridad. Es muy complicado entrar en la ONG porque son muchas las demandas de voluntarios. Cuando estuve en Lesbos, yo ya partía de vuelta porque venía mi relevo, que me cubría por una luxación de hombro en un rescate forzoso. Ahí nos vieron vestidos con el logo de Proactiva Open Arms y nos tiraron cosas en el aeropuerto. Nos insultaron cantidad de cosas: que por qué traemos esta gente que viene a quitarles el trabajo. Yo me lo tomo a risa porque son personas que no piensan, que no tienen cabeza.
–¿Con qué aspecto positivo se quedas de su labor?
–Me llevo muchas cosas positivas, intento no llevarme nunca nada malo. Una vez me chocó una cosa cuando unos niños que rescatamos estaban con nosotros. Al finalizar la operación, estábamos los voluntarios tomando una barrita energética para recomponer fuerzas y se acercaron unos niños con una torta de maíz que les dimos para que comieran. La partieron y la repartieron con nosotros. Unos niños de cinco o seis años, con una humildad increíble y con su sonrisa. Ellos saben lo que pasa, pero asimilan que no. Es lo positivo que me llevo. Lo más alegre es que salvamos sus vidas. Algunos me han agregado a Facebook y me cuentan dónde están ahora comenzando una nueva vida, un nuevo futuro por construir.
–¿Qué proyectos tiene ahora?
–Estoy dispuesto a todo lo que llegue. Me adoptaron mis tíos cuando mi madre falleció por violencia de genero. Mi madre era muy humanitaria y me enseñó a serlo. Trabajaré en temporada alta para sacarme un sueldo y en temporada baja, lo que salga: Proactiva, Mediteranée, Acnur... Mi tía (mi madre), tiene miedo a que me vaya otra vez. Yo no digo nada, cojo mis maletas y cuando esté allí, avisaré.
El juez instructor de la localidad siciliana de Ragusa, Giovanni Giampiccolo, ordenó ayer la liberación del barco de la ONG Proactiva Open Arms, que desde el pasado mes de marzo permanecía atracado en el puerto de Pozzallo sin poder llevar a cabo su labor de rescate de migrantes en el Mediterráneo. El buque fue inmovilizado y parte de su tripulación acusada de favorecer la “inmigración clandestina” y de “asociación criminal” por negarse a entregar a los náufragos rescatados a Libia. Con esta decisión, el juez desestima estas acusaciones contra la ONG española.
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