Los fuegos artificiales o la pretendida derrota simbólica del imbrodismo

Los fuegos artificiales brillaron sobre Melilla como en cualquier otra noche de San Juan. Ajenos a la agria polémica que los ha antecedido, pusieron un año más el colofón a una de las celebraciones más evocadoras y mágicas de nuestro calendario festivo.

El nuevo Presidente de la Ciudad, que se tomó como un reto hacerlos posible, tras que el defenestrado Gobierno del PP dejara la tarea sin hacer, se congratuló y jactó del trabajo bien hecho al que puso una nota de “diez”.

No explicó sin embargo De Castro, a pesar de la expectación por cómo iban a llegar los fuegos a Melilla, ni el modo ni el coste final de haberlos traído a toda prisa. Teniendo en cuenta todo lo que han dado que hablar en los días previos a la señala fiesta y de su compromiso insistente en fomentar la transparencia, se echó en falta la necesaria explicación.

La nueva y primera autoridad local ya había dicho que lo de solucionar las cosas “a golpe de talón” se iba a acabar, pero al final ha sido esta y no otra la vía usada para dar a los melillenses la noche de San Juan que merecían.

De hecho, a falta de confirmación oficial, parece ser que traer los fuegos ha costado cerca de 18.000 euros y que el transporte se realizó en el buque de carga de la empresa Marítima Peregar, como ya había aconsejado previamente el Gobierno saliente que se hiciera si no se lograba la colaboración del Ejército del Aire para hacer llegar la pirotecnia vía avión militar.

Quizás porque al final el problema se ha resuelto “a golpe de talón”, Eduardo de Castro prefirió obviar detalles. Un error, si quiere ser fiel a su idea de fomentar una mayor transparencia en la gestión pública y más aún cuando, en esta ocasión, se ha encontrado con una política de hechos consumados que le dejaba muy poco resquicio o maniobra para encontrar soluciones y, por tanto, le facilitaba el argumento del mayor gasto.

El nuevo Presidente o su futuro Gobierno, para cuando lo nombre, se encargarán si quieren de dar los datos, pero yo les anticipo que la fiesta, sólo con la hoguera y los fuegos, nos ha salido por algo más de 80.000 euros. Poco más de 50.000 para pagar el gran trabajo de MartiManiac, que hizo del ritual un homenaje al Deporte melillense y a la buena gestión que en estos años nos ha permitido obtener el título de Mejor Ciudad Europea del Deporte, y algo más de 32.000 en el coste de los fuegos: en concreto, unos 15.000 en la pirotecnia y poco menos de 18.000 en traerlos a Melilla.

Partiendo de que el viceconsejero saliente de Festejos no hizo bien su trabajo y que dejó parte de la organización de la fiesta de San Juan en manos del nuevo Gobierno, De Castro y sus aliados no deben avergonzarse de haber pagado por traerlos más de lo que los propios fuegos han costado.

Al fin y a la postre, las estrellas artificiales que despliegan por el cielo no sólo constituían también un espectacular colofón para su toma de posesión, celebrada solo un día antes, sino que le permitía demostrar ante los melillenses que frente a la ineficiencia del PP no hay nada que pueda obstaculizar al futuro Gobierno de Melilla. Claro está, a golpe de denostado talón y del dinero de todos, el mismo que el flamante Presidente se ha comprometido a gastar con racionalidad y sin opción para lo superfluo, pero que no ha querido escatimar para la noche de San Juan, por su simbolismo final de la anhelada derrota del ‘imbrodismo’.

Particularmente, pienso que aún a ese alto coste no ha hecho mal en hacer posible la pirotecnia. De lo contrario, la celebración habría quedado demasiado pobre. Lo criticable es que no haya hecho frente a las explicaciones como debía y, en cambio, no sé si por contagio o entusiasmo, sí aprovechara la luz de la hoguera para hablar de dinero y cuentas públicas, pero con su reiterado gusto de pegar guantazos al Partido Popular De hecho, el comedido Presidente sí quiso subrayar que, este año, no ha habido copa tras su toma de posesión. Es verdad que su antecesor organizó alguna que otra en estos 19 años en los que fue proclamado como tal hasta en cinco ocasiones pero también, si la memoria no me falla, que no lo hizo en todas ellas o al menos en la última de 2015. Desde los tiempos de la crisis de 2008 y el alto nivel de endeudamiento que dejó Zapatero, las medidas de austeridad impuestas posteriormente por el entonces ministro Montoro no solo siguen vigentes sino que así como recortaron el número máximo de cargos de confianza, también suprimieron en gran medida las copas oficiales, prácticamente restringidas a agasajos a entidades y grupos sociales muy determinados con motivo de fechas o eventos muy concretos y especiales. Y esto no sólo ha venido ocurriendo en la Ciudad Autónoma sino que es ya moneda corriente en otras instituciones que, si bien las celebran, lo hacen mediante pago de las correspondientes invitaciones.

En mi opinión, está bien que salvo agasajos muy contados, se supriman los ‘saraos’ costeados con dinero público o, en todo caso, se sufraguen mediante la venta de entradas. No obstante, no todos son las copas que por tener más público y participantes más terminan viéndose. También están las comidas oficiales, sin apenas trascendencia mediática pero normalmente más costosas proporcionalmente y que resultan inevitables cuando acuden invitados relevantes como sucedió el sábado con la ministra de Industria. El agasajo es una cuestión de protocolo obligado. Desconozco si el Presidente fue a almorzar con la ministra y algunas de las principales autoridades invitadas a su proclamación, como habría sido lo normal en caso de que el horario de retorno a Madrid de Reyes Maroto hubiera dado opción a ello, pero entiendo que habría sido lo correcto y que, lógicamente, de haberlo hecho que hubiese sido con cargo a los fondos públicos asignados a Presidencia, entre otros fines, precisamente para gastos de representación y protocolo.

La transparencia en la gestión debe ser una máxima para todo gobernante. Las normas que impuso el Gobierno de Rajoy sobre contrataciones y adjudicaciones menores y mayores, obligan a que todas las cuentas sean publicadas, tal cual aparecen en todos los portales web de la Administración, entre otros el de nuestra Ciudad Autónoma. Allí, en el Registro de Intereses, los más curiosos pueden cotejar incluso todas las declaraciones de bienes y actividades de los diputados de la actual y anterior Asamblea, incluidas por supuesto la del Presidente De Castro.

Hoy en día, las leyes ya no son las de antes y todo, como los sueldos públicos o los cargos de confianza, debe tener reflejo por imperativo legal. Así que a procurar una buena gestión del dinero de todos porque el gasto, de todas formas, va a transcender sin mayor esfuerzo en pro de la transparencia regulada e impuesta por ley desde los tiempos de Gobierno de Mariano Rajoy.

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