El investigador Santiago Domínguez así lo destacó en el último día del curso de espías en la UNED.
El curso de ‘Espionaje y contraespionaje en Melilla y el Marruecos español’ finalizó ayer en la UNED con las últimas cuatro ponencias de estos tres días. El primer ponente de la tarde fue el investigador Alberto Ariño, quien centró su intervención en cómo se organizaron los servicios de inteligencia alemanes e italianos en el Norte de África durante la II Guerra Mundial. Para completar la historia de Melilla, el investigador melillense Santiago Domínguez se ocupó de explicar a los alumnos la actuación de los espías de Estados Unidos y Gran Bretaña, países aliados en el mismo periodo.
El espionaje en Melilla
Melilla albergó los consulados de Estados Unidos, Gran Bretaña y el viceconsulado de Alemania, en cuyas plantillas se integraron durante la contienda numerosos espías. Mientras los cónsules hacían vida social y estaban completamente integrados en la sociedad melillense, los espías cumplían con su labor de recoger y transmitir información de la actividad y movimientos que se producían en el mar y en el aire.
El control de la zona del Estrecho era clave para los Estados aliados, para frenar el avance de las fuerzas alemanas e italianas en el norte de África. Por su parte, el interés de alemanes e italianos era controlar y anticiparse a los movimientos de las tropas de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Domínguez destacó que algunos de los espías más relevantes de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) americana, antecedente directo de la CIA, estuvieron en Melilla, como Donald Downes. De hecho, durante la II Guerra Mundial fueron los americanos los que trajeron a la ciudad y dieron a conocer a los niños melillenses el chicle.
El ponente destacó de los espías americanos y británicos que eran “duros e inflexibles de la causa aliada” y los melillenses conocían perfectamente el objeto de su presencia en Melilla.
Espías alemanes e italianos en Melilla
El investigador Alberto Ariño explicó cómo Alemania e Italia desplegaron a sus agentes durante la II Guerra Mundial en el Norte de África. La reapertura de su consulado alemán en Tánger, fue clave para le despliegue. Con esta base de operaciones ‘fuerte’, Alemania abrió más consulados, como el viceconsulado en Melilla. El vicecónsul Eugen Kraemer tuvo una actividad destacada en la ciudad, pues incluso llegó a abrir una fábrica de maletas y otra de crin vegetal. El colectivo italiano, con menos presencia, también se dedicó, como los alemanes, a pasar información sobre el tráfico portuario del Estrecho. Una vez perdida la guerra, España se vio presionada por los Aliados para echar de Melilla y el Protectorado a los espías alemanes e italianos.
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