Hoy, 24 de septiembre, se celebra el Día internacional de las personas sordas. En Melilla hay alrededor de 60 hombres y mujeres que padecen esta discapacidad. Ayer, salieron a la calle para desafiar determinados prejuicios que la sociedad sigue arrastrando ante este colectivo.
Apoyados por voluntarios de la asociación de personas sordas en Melilla (Asome) trataron de vivir la jornada de ayer como una celebración. Durante la lectura de un manifiesto, que tuvo lugar en la Plaza Menéndez Pelayo, Susana Obiang, representante de Asome, resumió los logros de las personas con problemas auditivos: “Hemos combatido la incomprensión, hemos conquistado y hecho valer nuestros derechos, y hemos forjado una trayectoria que alcanza ya los 80 años”.
No obstante, las celebraciones de este día se siguen mezclando con muchas decepciones y enfados, sobre todo por el lento desarrollo de la ley de la Lengua de Signos aprobada en 2007 por las Cortes. Se estableció la provisión de recursos para facilitar el aprendizaje de la lengua de signos, intérpretes y apoyo en los ámbitos educativo, sanitario, cultural, transportes; subtítulos en los medios de comunicación, publicidad, cine, teatros. Pero la ley está muy poco cumplida. No se aplica como ellos quisieran.
Según Elena Guijo, intérprete de Asome, “los derechos de los sordos se quedan en el papel”. “De momento, no existe un intérprete de guardia que pueda acompañarles en cualquier gestión administrativa o si tienen que ir al hospital por una urgencia”, lamentó Guijo.
Disfrutar de algo tan simple como una actividad de ocio también supone todo un reto. “Cada vez que se organiza una en la ciudad tratamos de ponernos en contacto con los organizadores para intentar que la acción sea accesible”, comentó la intérprete a El Faro.
Educación
Obiang, la cabeza visible de Asome, tiene 40 años y asegura haber pasado una infancia feliz porque visitó un “colegio especializado”. Los recortes en educación, suponen por tanto un retroceso importante en un ámbito estratégico del que depende el futuro de las personas como Soraya Mohamed o Mohamed Messahoodi, ambos de 17 años. Jóvenes necesitados, hoy más que nunca de recursos como especialistas en lengua de signos, logopedas o profesores de apoyo especializado.
Mohamed tiene un déficit auditivo desde que nació y aseguró que quiere ser peluquera o maquilladora. Unas profesiones ni mucho menos elegidas al azar. Según Mohamed, el físico, es una “herramienta más” para comunicar un mensaje a la sociedad sin tener que emitir un solo sonido. Por su parte, Messahoudi padece hipoacusia (disminución de la sensibilidad auditiva) él tiene menos claro a qué dedicarse, pero teniendo en cuenta la discriminación que sufre este colectivo a la hora de encontrar un empleo, se limitó a decir que “le gustaría encontrar un trabajo en cualquier ámbito”.
Apoyo institucional
Para apoyar a este colectivo el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda, la consejera de Cultura, Fadela Mohatar, y el consejero de Medio Ambiente, Manuel Ángel Quevedo, y la directora provincial del SEPE, Esther Azancot, asistieron a la lectura del manifiesto. “Hay que buscar una integración plena”, exclamó el presidente. “Para ello están las asociaciones, los poderes públicos, pero fundamentalmente la sociedad”. Hagamos cumplir el reto planteado.
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