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Los comercios de la frontera de Beni Enzar, entre el cierre y la resistencia

Es un día laboral como cualquier otro en Melilla, pero en la mayoría de los comercios que hay a ambos lados del bulevar Europa las persianas están echadas, como si sufrieran el mismo hechizo que la Bella Durmiente: un letargo eterno.

Son los comercios que hay junto a la frontera internacional de Beni Enzar. Antes del 13 de marzo de 2020, sus calles estaban llenas de vida y no cesaba el tráfico de vehículos y de personas que iban de un lado al otro y compraban refrigerios en estos comercios.

A medida que van avanzando las horas, se descubre cuáles son los comercios que aún sobreviven al vacío existente. Solo se ven algunos coches que pasan de vez en cuando, repartidores y numerosas grullas que buscan alimento en la basura tranquilamente ante la ausencia de humanos.

“La situación de la frontera de Melilla está fatal”, afirma a El Faro Samir (nombre ficticio), uno de los pocos comerciantes que aún abren y que prefiere hablar desde el anonimato. “Nosotros vivimos de la frontera, si la frontera está cerrada no vivimos", señala.

Además, lamenta que ni los melillenses van a comprar allí. A la pregunta de este diario de cómo sobrevive,  responde que gracias a que van a comprarle sus amigos, aparte de alguna ayuda que recibe de la Administración.

Samir recuerda como “muy buena” la época en la que las puertas entre Melilla y Marruecos estaban abiertas. Recuerda que venían muchos marroquíes a comprar y que los melillenses siempre se daban una vuelta por la zona. “Había mucho ambiente”.

“Ahora, si viene un cliente de Melilla a darse una vuelta por aquí y ve que todo está cerrado, esto asusta. La gente quiere que haya ambiente porque eso les anima a pararse y a comprar, pero es que ya no viene nadie”. “Lo estás viendo con tus ojos, esto es una pena; son las 10 de la mañana y está todo cerrado y hablamos de comerciantes fuertes”.

La mayoría de los que han cerrado, explica, se han ido a Marruecos a trabajar. Samir dice que él no cambia Melilla por nada y asegura que va a “resistir hasta el final”.

Por otro lado, señala que en Nador también están pasando por una situación difícil. Allí tiene a numerosos conocidos que le cuentan cómo están. Asegura que tanto un lado como el otro de la frontera se necesitan, que el uno sin el otro no es nada. Aunque matiza que a Marruecos le ha venido bien el cierre para poder llevarse los impuestos que antes se evitaban con el comercio atípico.

La carnicería Neyim y uno de sus trabajadores, Morat, coincide con sus compañeros y asegura que están “muy mal” y por ello espera que se abra la frontera para que haya más movimiento. Ellos venden todo tipo de carne y antes tenían mucha clientela. Ahora, su única clientela es de Melilla.

 

 

Otro comerciante, que también tiene una tienda de alimentación, comenta a El Faro de primeras: “Que la frontera abra es el sueño de todo melillense” y señala hacia el paso de cebra que está delante de su local para decir que “la zona estaba llena de vida y alegría, no se podía cruzar de la gente que había”.

Este comerciante explica que el 75% de su clientela era marroquí, pues iban a comprarle los que cruzaban la frontera. Ahora la mayoría de los locales están cerrados, pero él afirma que sigue abierto porque tiene la esperanza de que la frontera reabra.

Juan de Dios es vecino de El Real y ha ido en moto a comprar a esta zona. “Está todo muerto, los expositores vacíos, no hay vida”.

Él es de los melillenses que normalmente iba a la frontera a comprar, cambiaba dinero, iba a Marruecos, “pero últimamente es que da hasta pena”. “El desierto de Almería está más habitado que eso”, afirma.

“Vivo en El Real y me gusta pasar por aquí para comprar cosillas y darle vida a estos señores, porque si nos vamos todos al centro comercial o a la Avenida, esta gente se muere. Hay que darle un poquito de vida a los que no tienen nada, repartiendo un poco las compras”, insiste Juan.

También destaca que hace unos días vio cómo un almacén de la zona tiraba toda la ropa que tenía guardaba porque les sale más caro llevarla a la península que deshacerse de ella.

Samir subraya que los comerciantes de la frontera aún aguantan porque tienen “esperanza” porque ya se está hablando de reabrir la frontera en los medios de comunicación.

“A ver si el Gobierno se anima a abrirnos, a que llegue a un acuerdo con Marruecos y tengan buenas relaciones”. Y es que, según recalca, ya no hay calidad de vida en Melilla. “No es solo cuestión de tener trabajo y un buen sueldo”.

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