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“Los ciudadanos buscan la honestidad en un político”

La operación Santiago-Rusadir que dirige el Juzgado de Primera Intancia e Instrucción número 2 de Melilla, ha producido detenciones a más de una docena de personas por un buen número de delitos, entre ellos el electoral. La compra de votos en la ciudad durante las elecciones municipales y autonómicas de 2023 afecta a Coalición por Melilla, el partido liderado por Mustafa Aberchán. Si no hay confianza en los políticos, la democracia está enferma pues son ellos quienes tienen la autoridad para gobernar. La pregunta que flota en el aire es ¿qué pasa cuando lo que falta es la autoridad moral, la confianza en su labor? El Faro de Melilla entrevista a Alejandro Navas García, sociólogo, sobre la merma de confianza en los políticos de la sociedad melillense ante estos casos de corrupción patente.

-Está en el ambiente: en Melilla se desconfía de la clase política porque se han destapado recientemente casos muy fuertes de corrupción política con la compra de votos. Usted, como sociólogo, ¿por qué cree que se llega a esta situación tan negativa en el panorama político melillense?

-Hoy en España hay un problema de corrupción, la gente piensa que los políticos van a lo suyo y no les interesa el bien común sino que buscan el provecho de la persona individual o de su grupo. En España, la democracia ha sido un fenómeno escaso y poco duradero. Después de la mala experiencia de la II República, en la época de la transición a la democracia hubo proliferación de partidos y así quedó reflejado en la Constitución de 1978 y se les dió mucho poder, y ahora lo lamentamos. El partido que llega al Gobierno debería cumplir el programa que presentó y con el que ganó las elecciones, pero hoy día se han invertido las tornas. Este fenómeno ha provocado que éstos se adecúen a lo demagógico, transformando la democracia en partitocracia, donde los órganos fundamentales de poder se convierten en meros ejecutores de las decisiones que adoptan los partidos. Y esto se da en España más que en otros países de Europa. Se desdibuja la separación de poderes, en el Parlamente no hay debate y el rodillo se impone, todo se cuece en el partido. El Ejecutivo asalta al poder Judicial y se llega a una ausencia de una auténtica separación de poderes. Nos encontramos con partidos con carta blanca para hacer lo que quieran y con muy poco control. El Estado maneja cada vez más recursos, una parte creciente del PIB depende del Estado. En este ambiente imperante en política si votan millones de personas es díficil comprar votos pero si hay pocos votos en liza, como es el caso de Melilla, este fraude es posible, y se convierte en algo útil y práctico. Se desvirtúa la política, el objetivo es llegar al poder a toda costa.

-El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, encargó el 26 de mayo de 2023 a Anticorrupción que asumiera el caso de la presunta trama de compra de voto "a gran escala" debido a su "gravedad y trascendencia desde el punto de vista social". Falta cultura democrática... La igualdad, la justicia y la libertad constituyen una sociedad democrática pero se requieren otros valores que la fortalezcan.

-La gente parece sentirse perdida en el mundo, que se ha vuelto demasiado complejo. Crece la desconfianza frente a las grandes instituciones y sus representantes: política, banca, medios de comunicación, empresas y sindicatos. No obstante, hay que matizar. Lo mismo valdría para la política: su mala imagen global se compensa con la impresión más positiva de los políticos a los que se conoce personalmente.

La democracia es un procedimiento que regula el acceso al gobierno y su ejercicio. La democracia es pues un procemidiento pero es también una cultura y ésta no está en los reglamentos o la ley electoral, es algo no formalizado pero ha de ser operativo. En el Parlamento británico la oposición fiscaliza las cuentas públicas, por poner un ejemplo de Fair play en el ámbito político.

-Usted como sociólogo sostiene que la judicialización de los ámbitos más diversos es síntoma de falta de confianza. ¿Podría explicar el porqué de esta afirmación?

¿Cómo superar el divorcio que parece alejar de modo creciente a la ciudadanía de su clase política? ¿Cómo gestionar la reputación corporativa y los demás intangibles de las empresas? ¿Cómo asegurar un clima de confianza en la familia y en las relaciones cara a cara? ¿Cómo asegurar la confianza en uno mismo? ¿Se puede confiar en los demás, en el mundo en general?... son muchas las preguntas que se refieren a la confianza. Conocemos bien los mecanismos que regulan la confianza, en el ámbito psicológico está mostrado. Cuando una persona ha crecido en un ambiente sano, el mundo le parece un lugar familiar y se mueve en él sin inquietud, como en su casa.

El afán por pleitear es indicador de crisis social. Cuando la confianza deja de presidir las relaciones sociales, intervienen abogados y jueces. La confianza se convierte en un tema de actualidad justamente cuando falta, como ocurre con el aire que respiramos.

-La crisis de valores en una sociedad lleva a la corrupción y con políticos en la cárcel en el mejor de los casos, pues en otros casos se las llevan de rositas... y así lo percibe la ciudadanía.

-El afán por pleitear se convierte así en un indicador de crisis social. Ya Aristófanes fustigaba esa práctica en la Atenas decadente de su tiempo. Hoy asistimos a la creciente judicialización de los ámbitos más diversos: familia, enseñanza, medicina, relaciones laborales, política. Los actores implicados se manifiestan incapaces de resolver los conflictos y acaban ante el juez, lo que resulta disfuncional y peligroso.

-Parece evidente que éste es nuestro caso, en España, y en Occidente en general.

-La crisis financiera y económica que sufrimos es, en buena medida, una crisis de confianza. Crece el alejamiento o extrañamiento entre la ciudadanía y la clase política. La gente sigue prefiriendo la democracia a cualquier otra forma de gobierno, pero el desprestigio de los partidos políticos y de las instituciones democráticas -parlamentos, senados, gobiernos, judicatura- es alarmante.  Los bancos e instituciones financieras, las grandes empresas y los sindicatos apenas superan a la clase política en el aprecio por parte de la gente.

La confianza mantiene unida la colectividad. Hacen falta leyes que reglamenten y cárcel para los tramposos, pero una sociedad no puede basarse solo en eso. El miedo, a la larga, no funciona. La educación, es decir, inculcar valores que lleven a la gente a portarse bien. Cuando en una sociedad hay decadencia se generan compotamientos viciosos, la confianza se desvanece y los coflictos y discrepancias llevan a los ciudadanos ante el juez. A menos confianza, más pleitos. La justicia gana terreno cuando no hay confianza y deterioro de la clase política.

-La Fundación Liderar con Sentido común de Melilla sacó el resultado de unas encuestas recientes donde se desprendía la idea de que los melillenses consideran que un buen politico ha de ser, ante todo, honesto. Es curioso que se aluda a la honestidad y no a la razón, es decir, que no apelen a la competencia. ¿Por qué cree usted que se persiga la bondad en un gobernante como característica fundamental en su ejercicio?

-Indica, en el fondo, malestar, decepción respecto a la clase política. Lo primero que pedimos a los políticos es honradez. Gente normal se puede convertir en un buen político.

-De la encuesta anteriormente mencionada sobresalía la idea de que los melillenses consideran que a los políticos les falta sentido común. ¿Qué cree usted que la población entiende por sentido común aplicado, en este caso, a un político?

-Gente que hace carrera en su ámbito y después se mete en el partido y no al que nunca ha trabajado y tiene un conocimiento parcial. Realismo, sentido común, hacerse cargo de la realidad... eso es sentido común y no estar en una burbuja desconectada de la realidad o el rodearse de gente que no haga sombra por su valía personal.

-¿Cuál sería la receta para curar esta enfermedad de falta de confianza en las instituciones? ¿Cómo recuperar la confianza en la vida social, en la economía y en la política? Si bien nos hacemos cargo la enfermedad la que padecemos el cómo curarla es lo que no se ve tan claro...

-Las recetas son tan sencillas de enunciar como difíciles de llevar a la práctica. Autenticidad, veracidad. Los actores dignos de confianza son auténticos, sin fingimiento. No mienten por convicción, lo que no impide que en algunos casos no digan todo lo que saben: reto clásico para los portavoces de todo tipo de corporaciones.

Además, es imposible engañar a los demás: los ciudadanos ante sus líderes políticos; los empleados ante su jefe; los alumnos ante su profesor; los hijos ante sus padres. Todo líder está expuesto a la mirada inmisericorde de su gente, que rara vez se equivocará al juzgarlo. Coherencia, en una palabra... correspondencia entre la forma de pensar, sentir y actuar... algo que brilla por su ausencia en los políticos o por lo menos eso dicen las encuenstas que piesan los melillenses.

Sí, la correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace. No puede ocurrir lo que denuncia el refrán popular alemán: “Wasser predigen und Wein trinken” (“Predicar agua y beber vino”). Además, la incoherencia resulta muy difícil, casi imposible de ocultar, especialmente en este mundo nuestro de pantallas y redes sociales omnipresentes. Cumplir las promesas. Y si no se puede, hay que explicar las razones del incumplimiento. La gente sabe hacerse cargo de los cambios de circunstancias que pueden producir crisis imprevistas. Cuando sea posible, que lo será casi siempre, esa explicación debe darse incluso antes, sin esperar que se produzca el incumplimiento y cunda el descontento entre los afectados.

-El reconocimiento de los propios fallos y petición de perdón. Eso sería básico...

-Efectivamente, es imposible acertar siempre, por lo que incluso los líderes más cualificados cometerán errores. Entonces hay que reconocerlo con sencillez y sin descargar la propia responsabilidad en algún chivo expiatorio o en las circunstancias mundo desarrollado.

-Nos sentimos vulnerables...

-La gente se siente vulnerable y piensa que ya no controla el curso de sus vidas, incluso en los países más desarrollados, donde todo invitaría al optimismo. La crisis no es total porque buscamos y encontramos refugio en el interior de los grupos pequeños: familia, amigos.

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