Durante la semana que termina hemos tenido ocasión de visualizar el segundo intercambio de pareceres parlamentarios entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del principal partido de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado.
El argumentario y la actitud del presidente, repetición de los de la pasada semana, en el Congreso de los Diputados, en su comparecencia, a petición propia, para informar de la última reunión del Consejo Europeo y de lo tratado en el mismo sobre el conflicto en Ucrania y sobre las medidas a adoptar en relación con la crisis energética y económica derivadas de dicho conflicto, tanto a nivel europeo como a nivel nacional.
Ambas intervenciones se convirtieron en un acto de propaganda del presidente del Gobierno, quien, a modo de rueda de prensa, tal como dijera el presidente del Partido Popular, el Sr. Núñez Feijóo, dedicó un 25% de su tiempo a describir un hipotético maravilloso estado de la situación nacional y el 75% del tiempo restante a describir lo mal que, a su juicio, lo hizo el Partido Popular en el período de 2011 a 2018 y lo mal que lo volvería a hacer en caso de que volviera al Gobierno.
Y es que lo único que nos ofrece el presidente del Gobierno y el Partido Socialista no es más que propaganda que nadie se cree ya. Pedro Sánchez dice airado que la oposición es negacionista, que no reconoce nada. Y es que son sus propios socios los que le dicen que la gente en la calle no percibe que las cosas vayan tan maravillosamente bien como él dice.
La pasada semana fueron Joan Balldoví, de Compromis y Aitor Esteban, del Partido Nacionalista Vasco, los que le plantearon al Gobierno esta realidad. La propaganda está bien, pero el problema es que la propaganda no coincide con la realidad. ¿Respuesta del Gobierno? Se ignora la realidad o se culpa de la misma a la oposición. En ocasiones, también a los medios de comunicación, especialmente a los madrileños y a lo que Pedro Sánchez llamó la emisora de radio de los obispos, en referencia a la COPE.
El Gobierno no se cansa de repetir a todo el que le quiera oír que su proyecto consiste en preocuparse de los más vulnerables. El problema que tenemos es que, con las medidas que adoptan, cada vez tenemos más vulnerables y los que llegan a esa situación, son cada vez más vulnerables.
Necesitamos, ciertamente, menos propaganda y más adopción de medidas efectivas que, no solamente parezcan buenas, sino que acrediten que lo son mediante la producción de buenos resultados para la economía, cosa que lamentablemente no sucede.
Nuestro Gobierno se encuentra preso de su condición de Gobierno de coalición porque el Sr. Sánchez así lo quiso y nos encontramos con un Gobierno sobredimensionado que une a su disparatada capacidad de generar gasto para mantener al enorme número de altos cargos con el que cuenta, una incapacidad manifiesta para llevar a cabo actuaciones que redunden en beneficios palpables para los españoles.
Por otra parte, ante la necesidad de que le aprueben los Presupuestos para poder seguir en el Gobierno, el presidente hace cada día más concesiones, tanto a sus socios de Gobierno, como a sus apoyos externos protagonizados por EH-Bildu y ERC. Hemos conocido, por los medios de comunicación que EH-Bildu exige traslado de presos de la banda terrorista ETA a las cárceles del País Vasco, en donde, en virtud de las trasferencias de competencias, se les acortan los plazos de cumplimiento de sus condenas o se aligeran las condiciones de acceso a beneficios penitenciarios.
También hemos conocido que desde el independentismo catalán se le plantean condiciones para que no se apliquen las sentencias judiciales favorables al uso del castellano en las aulas de Cataluña o de que se permita reverdecer esa locura de proceso con destino a ninguna parte en el que se encuentran embarcados para desafiar al Estado y a la unidad nacional.
Los Presupuestos que presenta el Gobierno son, nuevamente, por tercer año consecutivo, unos presupuestos irreales y electoralistas, que nacen ya invalidados. Siempre hacen el mismo ejercicio, empezar por el gasto público y ajustar el resto del presupuesto artificialmente. Ello hace que igual que sucediera los años pasados el Presupuesto quedara invalidado en menos de 24 horas, tanto por la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) como por el Banco de España (BdE). No es solo que las expectativas de crecimiento se reduzcan del 2,1% al 1,5% (BdE) o al 1,4% (AIReF). Es que la inflación seguirá muy alta, un 5,6% (BdE) frente a un 4,1% esperado por el gobierno. Y no se creará empleo, sino que incluso aumentará la tasa de paro según el BdE. En resumidas cuentas, los PGEs no arreglan los problemas de los españoles. Sólo arreglan los problemas de Sánchez, que pretende permanecer en la Moncloa un año más.
Todo ello no parece sino una remembranza de la época final de José Luis Rodríguez Zapatero en 2011, cuando, para mantener viva la ilusión de que España iba bien mediante la contratación de obra pública, del interés que fuese, poco o mucho, se llevó a cabo aquella oleada de contratación que se llamó el Plan E y que, con muy poca eficiencia de resultados, dejó las arcas públicas tiritando.
Esto es lo que hay y no otra cosa en las habituales operaciones propagandísticas que nos regala el PSOE, que poco tienen que ver, finalmente, con la realidad.
Recuerda todo ello, con lamentable semejanza, a la parodia representada en la película de los hermanos Marx en la que una señora, que se resistía a creer una falsedad evidente que uno de los hermanos pretendía hacerle creer, escuchaba por parte de éste: “pero usted qué prefiere creer, lo que yo le diga o lo que ven sus ojos”. La señora, intimidada por el descaro de su interlocutor, pero con gesto de incredulidad, respondía: “Sí, sí, claro, lo que usted me diga”.
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