EL diputado de Vox en la Asamblea, Juan Carlos Escoz, decidió quedarse sentado el pasado viernes cuando el Parlamento de Melilla pidió un minuto de silencio para las mujeres víctimas de malos tratos. No sé a qué viene tanto revuelo con la actitud del diputado de la formación de ultraderecha. Vox, no sólo en Melilla, sino como fuerza política, está en contra del reconocimiento de los crímenes machistas. Escoz ha hecho lo que hacen Abascal y compañía. Sólo nos quedaría por saber si actúa así por convicciones o por disciplina de partido. Pero eso, evidentemente, es testimonial. Puede tener uno u otro motivo. El caso es que lo hace. Y sobre él pesa la responsabilidad.
Personalmente, me preocupa la negación de la violencia de género y de sus víctimas. Pero, sobre todo, me preocupa que una parte del electorado de esta ciudad y del resto del país apoye a un partido que niega la realidad: hoy por hoy las mujeres somos diana del machismo, un fenómeno tan universal como universal es la respuesta que el feminismo ha decidido darle en todo el mundo.
Estamos cansadas de que los hombres se arroguen el derecho de hablar por nosotras. Somos mayoría en las universidades, pero seguimos siendo pocas en los círculos de poder y religiosos. ¿Cómo explicar entonces que la mayoría de feligreses de las parroquias sean mujeres y que la Iglesia católica nos prohíba oficiar misas? Sólo somos buenas para lavar las cortinas y manteles de los templos; para vestir a la Virgen o para subir a leer salmos. Eso es un problema y tiene sus consecuencias: las iglesias están vacías. No tenemos ganas de que un señor que no se ha casado nunca ni sabe lo que es vivir en pareja nos diga cómo debemos comportarnos dentro y fuera de la cama por el bien de la familia. Es cierto que no es el único motivo por el que las parroquias están desoladas, pero es uno y es real.
En todo caso, mentiríamos si no admitiéramos que las cosas están cambiando. Ya los argumentos del machismo no convencen como convencían en los años 60 y 70. Los chistes en torno a la feminidad han quedado relegados a WhasApp. Nadie, en su sano juicio, se atreve a hacerlos en público o a trasladarlos a un cartel, a un festival, a una obra de teatro, a Twitter o a Facebook. Saben que las mujeres no vamos a tragar con una sola ofensa más y esta vez tenemos el apoyo de la mayoría de la sociedad civilizada. Quien lo intenta, se lleva lo suyo.
Vox no sólo cuestiona la violencia machista, también cuestiona las declaraciones institucionales a favor de los derechos de los niños. Los votos de los ciudadanos les han legitimado para defender esas posturas ‘outsiders’ desde el Congreso de los Diputados, el Senado, las instituciones locales, autonómicas y europeas.
Hasta hace muy poco, la gente que pensaba como Vox y lo decía en público era apartada, criticada y censurada. La foto de Colón y los pactos autonómicos han blanqueado a la ultraderecha y ahora lo que dice Abascal hasta parece congruente, cuando hace unos años sólo lo decían la Falange y cuatro más y nadie les hacía caso.
Ellos defienden esas posiciones y a Sánchez y a los medios progresistas les interesa darles publicidad para transmitir a la gente la idea de que España es hoy un país donde tenemos que, obligatoriamente, posicionarnos en una de las dos únicas trincheras disponibles: la de la derecha o la de la izquierda. Polarizar la sociedad les da réditos políticos y van a por votos. Vox lo sabe y entra al trapo porque es consciente de que la ciudadanía prefiere el original a la copia. Da por hecho que marginarán al PP de Casado, del que aún no se sabe si le va la marcha ultra o prefiere la moderación, y darán su voto a Abascal. Esa es su gran apuesta.
No sé si alguien se ha parado a pensar en la fuerza que ha tenido Vox en estos últimos años en nuestra ciudad. No es fácil sacar dos diputados en unas elecciones autonómicas, aunque ahora tengan sólo uno tras el paso de Delgado Aboy al Grupo Mixto. Es muy difícil y aquí nadie ha valorado eso. Yo lo achaco al desgaste del PP de Imbroda y al hecho de que el cabeza de lista de Vox (Delgado Aboy) es un tipo inteligente, de buenas maneras y alejado de la periferia y la cizaña impuestas desde Madrid. Habrá que ver si el espectáculo de Escoz sirve para algo. Aquí en Melilla no hizo falta defender un muro con Marruecos para sacar un par de escaños en la Asamblea. Veremos a ver si ahora oponerse a rendir un minuto de silencio a las víctimas de la violencia machista les da réditos electorales. Ésta es una carrera de fondo. Si el tripartito melillense no estalla antes, nos quedan tres años por delante.
En mi opinión, defender la españolidad de Melilla ante las envestidas de Marruecos es mucho más importante que montar performances en la Asamblea. Vamos a ver qué partido se bate el cobre por nosotros y quién nos defiende y nos representa en Madrid. De momento, ni PP ni PSOE lo han dado todo en este asunto. Con el primero en Moncloa nos mataron a Emin y Pisly y nos entró una lancha marroquí en el puerto. Con el otro nos cerraron la Aduana de Beni Enzar y nos han hundido las exportaciones en el puerto. Vamos a ver si Vox, CpM y Cs mueven ficha o se apuntan a la política espectáculo con más fuegos artificiales y goles en propia puerta que gestión.
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