Opinión

Libros

Estoy leyendo el diario de Julio Ramón Ribeyro, La tentación del fracaso, y está siendo, como esperaba fuera en esta relectura, una grata compañía, rica en sugerencias y significaciones. Interrumpo su lectura para pasar el texto con que he acompañado la lectura de El arquero dubitativo de Joan Perucho. Y pienso también en otros libros para leer cuando acabe el de Ribeyro. De hecho, hay algún otro libro, como me sucedía con su diario, que hace mucho que quiero releer. Empecé uno de ellos antes del diario del escritor peruano, pero pensé que lo dejaba para más adelante. Es un libro que hace mucho que quiero releer y del que tengo el mejor recuerdo, Otoño en Madrid hacia 1950, de Juan Benet, leído hace muchísimos años y con el que disfruté de veras. Fue esto motivo de que lo leyera después mi madre, a quien también le gustó. Pienso entonces en otro libro también singular como memoria y que retrata ese tiempo, y es la emotiva semblanza y lectura que Carmen Martín Gaite dedicó a su amigo Ignacio Aldecoa, Esperando el porvenir. Bello libro. Es el centenario del nacimiento de Carmen Martín Gaite, y el año pasado lo fue de Ana María Matute. También quiero releer hace tiempo los cuentos de Ignacio Aldecoa, que me causaron una impresión extraordinaria cuando los leí por primera vez, y que intentaba transmitir cuando los daba en clase. Esto, volver a pensar esto me hace ir a buscarlo. Tengo la edición en dos volúmenes de Alianza Editorial, en la que los cuentos están reunidos por extensión -uno para los breves y otro para los extensos- y por motivos temáticos. Una posible ordenación, y es como los leí. Vi que años después en esas recopilaciones de cuentos completos de Alfaguara estaban publicados tal y como habían aparecido en sus libros originales, según el orden de publicación de éstos. Pensé que tendría que resultar otra lectura, distinta. Con razón José Manuel Blecua recordaba que Juan Ramón Jiménez decía que el mismo poema colocado en otro lugar en el mismo libro hace que el poema sea otro y se lea de otra manera -y también el libro. El caso es que tengo esta edición de Alianza Editorial, así dispuesta. Voy a buscarla en una de las librerías del pasillo, que es donde está, y encuentro que está sólo el segundo volumen. Recuerdo entonces que aparté ya el primero para releerlo, o releer algo de él. De ellos, de los dos, como deseo. En la contraportada de este segundo volumen encuentro estas bonitas, verdaderas y acertadas palabras de Ana María Matute: “A través de los días y de los años, en alguna parte habrá un hombre que, leyéndole, sienta dignificada su soledad o su miseria”. Uno de los apartados temáticos que aparece en los dos volúmenes está dedicado a los niños. La responsable de esta ordenación y edición, de la que da razón en unas notas, es Alicia Bleiberg. No están éstas sí referidas anotaciones en este segundo volumen, por lo que deben estar en el primero. Recuerdo que en ellas Alicia Bleiberg destaca la ternura con que se acerca a los niños, la verdad como están presentes en sus cuentos, de un modo que resulta insólito. No tengo aquí las palabras exactas con que lo dice, pero sí recuerdo que más o menos llama la atención de esta manera sobre este aspecto. Y es muy cierto, muy justo así hacerlo. Hay que guardar intacta y de modo como mágica infancia adentro para esa magia y maravilloso asombro de la niñez poder plasmar y trasladar. También la infancia tiene una presencia inusual e importantísima en los cuentos y obra de Ana María Matute, que dedica las bellas palabras con que en esta edición se presentan los cuentos de Ignacio Aldecoa. Pienso que quizá sea éste el apartado que escoja para releer algo de sus cuentos. Algo fundamental, distintivo. Recuerdo que un poema dedicado a los niños es el que cierra el conjunto que he propuesto para la publicación del número de este año de la revista INTI. Ayer precisamente me escribió su director, Roger Carmosino, para decirme que le parecía excelente, y me decía además que había leído mi texto dedicado a Leonardo Sciascia y que le habían entrado ganas de releerlo y que además de los poemas desearía publicar también este texto, pues pensaba que sería del interés de los lectores de la revista. Estupendo, así se lo digo. El conjunto de poemas se titula “No es bueno apretar el alma, por ver si sale tinta”, el primer verso del primer poema de mi primer libro. He querido rendir homenaje en este conjunto a la importantísima función que cumplen las revistas en la cultura y vida literaria de un país, algo que sé muy bien, pues han sido decisivas en mi vida de poeta y de escritor. Así, el conjunto se inicia con los “Tres poemas” que publicó la Revista de Occidente en 1988, que constituyeron mi primera publicación como poeta y se incluyeron en mi primer libro, Hospital de Inocentes, continúa con mi segunda publicación como poeta, ese mismo año 1988 en la revista que dirigía Leopoldo Alas en Madrid (Signos), un poema que se incluyó en mi segundo libro, Ética confirmada, el poema que lleva el título de El anarquista de las bengalas, y un poema de los que publicó Camilo José Cela en la revista de la que era fundador y director, El Extramundi y los Papeles de Iria Flavia, y se incluyó en un libro publicado en Francia, Tierras. He querido que el conjunto, además de rendir este homenaje a la importancia decisiva de las revistas culturales, se completara con algunos poemas más recientes, y así el conjunto enlaza mi poesía de juventud y de mis primeras publicaciones con la más actual. Así, se completa con cuatro breves poemas de cuatro libros que no habían estado representados en INTI, y con uno incluido en mi último libro de poemas. El último de estos cuatro poemas que indico, del libro Sobre el cielo imposible, está dedicado a los niños. Recuerdo que lo leí en el Instituto Cervantes de Toulouse, cuando el libro estaba en curso de publicación pero aún no había salido. Lo leí para dedicárselo a la hispanista Laurie-Anne Cathala, quien presentaba mi poesía y dialogaba allí conmigo y en la Facultad de Letras de su ciudad -ésta, Toulouse- había defendido un excelente trabajo de fin de máster dedicado a mi poesía. Lo hice como celebración y dedicatoria, y para acabar mis palabras, y porque Laurie-Anne estaba en esos momentos esperando -esperando un niño o una niña-. Éste es el poema que para ella leí cuando aún estaba inédito ese día de enero de 2016 en el Instituto Cervantes de Toulouse y que va a poder leerse como poema que cierra el conjunto que se publicará en el número de este año de la revista INTI: LOS NIÑOS HACEN ANDAR EL MUNDO./ Le dan cuerda debajo de las sombras./ En los dedos les sonríe una mañana,/ y la dibujan con la tiza del corazón en su pizarra./ Tienen el adentro aún poblado por los sueños./ Quizás germinen en los pasos del tiempo,/ o tal vez éste los vuelva huérfanos. A veces/ vivir es fiero. Pero los niños/ lo tienen aún entero, para/ cumplirlo en su misterio.

Recuerdo que la impresión extraordinaria que me causaron cuando los leí los cuentos de Ignacio Aldecoa fue aparejada al pensamiento de que su riqueza y variedad, su sutileza y maestría hacía que conformaran un corpus cuentístico de primera categoría, y esto lo pensaba, digamos, literalmente, en el sentido de que era de lo poco que podía resistir la comparación con algún corpus cuentístico de grandes cuentistas de la literatura universal. En este sentido, los cuentos de Ignacio Aldecoa, y pese a ser tan especial, tan profunda e indiscutiblemente españoles (no hay nada que pueda ser más España que sus cuentos), tenían y alcanzaban, lograban tener por completo una dimensión universal. Algo inusual no sólo en nuestras letras sino también en nuestro idioma, en castellano. En este sentido, corre igual suerte el extraordinario corpus cuentístico que realizó Julio Ramón Ribeyro, y que quiero releer, al menos en parte, como el de Aldecoa, tras leer su diario, y sobre el que también llamaba la atención e intentaba transmitir su valor y extraordinaria categoría en clase. Ilustran también y pueden ponerse ambos corpus como ejemplo de una convicción mía, y es que pocas cosas -casi ninguna- pueden aparejarse a lo que supone la lectura de un gran corpus cuentístico como pueden ser los de estos dos grandes autores en tanto la inyección de vida que suponen, y la riqueza de perspectivas y horizontes que sobre ésta, la vida, de manera gozosa y deslumbrante aportan.

Libros. Libros por leer, en los que vivir. Libros que releer y en los que volver a vivir. Libros, entre ellos -entre los que suscitan esta intención y este deseo-, también de otros géneros, como el de los fragmentos o anotaciones. Entre éstos el de la obra inmensa de Nicolás Gómez Dávila, Escolios a un texto implícito, que supone una aportación prácticamente única -por su dimensión y su categoría- a este género en nuestra lengua, en castellano. Lo leí cuando lo publicaron en Atalanta, y compartí este descubrimiento con un amigo que creo lo disfrutó tanto como yo y agradeció por ello que se lo diera a conocer.

Un escritor nicaragüense me preguntó hace un tiempo si lo conocía, pues había tenido noticia de este pensador que ignoraba y le había llamado la atención. Le dije que era magnífico. También que ahora lamentablemente sólo circulaba una selección que editaron después, y no su obra completa, que es lo que sin duda le aconsejaba. Atendió esta sugerencia, y logró esta obra completa en una edición colombiana, de su país. Y en este género releer parte y algunos de los libros que más me acompañaron entre los libros de notas de Elias Canetti. Sobre los que siempre he llamado la atención y que encuentro extraordinarios. Leí un volumen misceláneo, pero misceláneo en tanto solamente que era una compilación, pues tenía en ésta libros enteros, y por completo redondos, fundamentales, que había comprado hacía tiempo y tenía por leer. Esto hizo que no releyera como también deseaba sus notas. Que son una vida -y tanta vida, y en ella pensamientos, y perspectivas, sus hallazgos tantas veces deslumbrantes. Y que deseo también releer.

En los libros, claro está, también las novelas, y en éstas, también, algún conjunto compuesto por varias y que también son una inyección de vida y de perspectivas como lo decía y sentía desde algún gran y extraordinario corpus cuentístico -aquí, además de los citados, claro está, los cuentos de Maupassant o de Chejov, que me han hecho disfrutar tanto y sólo mencionarlos me entran ganas de releer. Pienso especialmente en dos conjuntos novelísticos -aunque uno es propiamente un conjunto y el otro una trilogía-, uno en nuestra lengua y el otro en la hermana lengua de Italia. En castellano, Vïsperas de Manuel Andújar, que me llamó la atención y disfruté mucho de su escritura rica y muy perfilada y personal y llena de matices, con un timbre y un ritmo inusuales pero logrados y cautivadores. En italiano, Il Romanzo di Ferrara de Giorgio Bassani (que fue quien sí acogió, abrió las puertas y dio a conocer El Gatopardo de Tomasi di Lampedusa). Recuerdo que llamaba sobre él la atención en clase, como una cima novelística, un magistral conjunto de la novela europea, y que quizá no se tiene o suele divulgar en esta primera y altísima categoría que sin dudar alcanza. Y aportaba la nota final de su edición italiana, en que nos dice que constituye una novela como las de un tiempo, para ser leída de una vez, afirmación y sentimiento que comparto y que creo que nace y a la vez demuestra su unidad y logro en ésta. Voy a buscar esta nota y veo que en efecto termina con esta apreciación: “Vero che dal 1978 al 1980 (la prima edizione del Romanzo di Ferrara, uscita nel ’74, non era più che un abbozzo, un progetto), Bassani ha riscritto completamente la sua opera. Disperata nella sostanza, ma estremamente nitida e armonica nella forma (un contrasto che ha dei precedenti, non fosse altro quello leopardiano), soltanto oggi, dopo aver trovato il suo assetto anche linguistico definitivo, essa può risultare in concreto ciò che lo scrittore, a partire da un certo momento, ha inteso che fosse: un romanzo, appunto, un unico grande romanzo del tipo di quelli che si facevano una volta, e quindi da leggersi, come quelli, preferibilmente tutto seguito, dalla prima riga della sua prima parte all’ultima della sua ultima”. En su concisión y densidad, expresa también otros aspectos fundamentales de este conjunto, como el de que en él Bassani sobre todo a quien expresa, retrata y novela es a sí mismo (“È di scena anche, fra gli altri, il narratore stesso, da giovane. Per squarci più o meno estesi o trasposti, Bassani ci racconta della sua infanzia, della sua adolescenza, della sua prima giovinezza: moltissime cose in sostanza “vere”, compresa la rivelazione, dolorosa ed esaltante insieme, della vocazione poetica, la quale anche per lui è stata vocazione a separarsi dalla vita, a starne fuori. Ed è lui, in fondo, l’artista as a young man, il protagonista assoluto del libro, quello che rilega l’uno all’altro ogni personaggio, ogni vicenda. Lo scrittore racconta i suoi personaggi, li spiega. E intanto racconta se stesso, spiega sé a se stesso”). Y Anna Dolfi dice a continuación de él y su ciudad, ella en el título del conjunto y ambos en él hechos novela: “Ciò detto è da aggiungere che l’argomento più importante del libro, quello che gli conferisce la straordinaria unità che presenta, è forse la storia (sotterranea, ma non per ciò meno evidente) del rapporto tra Bassani e la sua materia. Guardata e indagata da ogni lato, la sua Ferrara costituisce il segno dell’inesausta, disperata volontà di possesso della vita, o di recupero di essa, che è il segno di ogni operazione autenticamente poetica. “Occorrono troppe vite per farne una” ha detto Montale. Per concludere la sua esplorazione di se stesso e delle proprie radici sono occorsi a Bassani davvero molti “sguardi” dall’alto delle mura natali, durante le accorate, innumerevoli sue circuitazioni di ese”. Recordaba al respecto un sagaz y penetrante, fino comentario de Pasolini, que consideraba muy revelador. Pasolini comentaba que Bassani dudó en no nombrar a su ciudad con su nombre, o en mencionarla con una inicial, al estilo kafkiano -F. en vez de Ferrara-, y en este pensamiento veía la dualidad entre su carácter simbólico y su carácter real. Bassani, como vemos en el título y las páginas que a ella dedica y escribe, se decidió por poner el nombre real y concreto al mencionar a su ciudad, Ferrara. Pero al llamar la atención sobre esta cavilación que al respecto tuvo, Pasolini acierta de pleno. Nos indica y dice con ello el carácter a la vez real y verdadero, concretísimo -y por esto Bassani se decide finalmente por decir a Ferrara Ferrara-, y su carácter y categoría de símbolo. Encarnada y trascendida en arte, Ferrara es a la vez Ferrara, clara e incontestablemente, y a la vez es una ciudad universal, la ciudad de todos, que como nuestra podemos sentir y vivir mientras leemos esta novela en que está su exacto y real nombre (que es ya, gracias a ella, el de un símbolo). Creo, como he dicho, que es una cima de la novelística europea, y siento que quizá no se considera como se debe en esta su primerísima dimensión y categoría. Pocos conjuntos alcanzan la elegancia, la finura y la belleza de éste de Giorgio Bassani.

Añadiré para terminar un poema mío dedicado a los libros, Porque, además de pensar en qué leer -como aquí escribo, y reúno en ello, en lo que escribo, superpuestas intenciones y deseos de varios días-, hoy he terminado de pasar y revisar el texto con que he acompañado a Perucho (porque escribo a mano, y luego de escribir he de pasar los textos al ordenador, para poder proponer su publicación). Allí, en este libro que he acompañado con este texto que he terminado de pasar hoy -El arquero dubitativo-, su amor por los libros, su pasión y condición de bibliófilo, que conozco muy bien y he vivido muy de cerca por tenerla y serlo también mi padre. Vicenç Altaió me contó aquel día mientras andábamos por la calle Ancha tras pasar un rato de conversación en su biblioteca con simpatía pero también con cierto asombro cómo acompañó a Perucho a buscar un libro en una librería anticuaria y para ello tuvieron que cruzar la Albufera de Valencia en una barca. La vivió en ese momento, pero le pareció curiosa esta pasión. Como mi padre, y le digo que esto es un bibliófilo. Le comento así que las librerías de viejo te mandaban catálogos impresos a casa con las novedades que tenían. Le digo que veo a mi padre repasándolos y marcándolos, tarde, ya en la cama, marcando con una x los que le interesaban. Y al día siguiente o el fin de semana iba a ver si aún tenían los que le habían interesado. “Això”, me dice, sonriendo. Y yo le confirmo: “El meu pare. Això és un bibliòfil”. Veré que Joan Perucho lo recuerda y cuenta en el artículo que le dedica y lleva su nombre (“Vicenç Ataió”) en este libro que sólo hace unos días he leído. Este amor y pasión que caracteriza y distingue a un bibliófilo y que por mi padre conozco bien está en sus artículos, pero el que he elegido para cerrar mis palabras es uno dedicado a la lectura. A veces he cerrado presentaciones o lecturas con un poema mío dedicado a las bibliotecas y a los libros -a lo que son las bibliotecas y los libros. Lo que significan. En él se expresa una distancia por el aprecio por las ediciones que sí estima y valora el bibliófilo, y se afirma la importancia única de la lectura y el diálogo que los libros posibilitan. Es posible que en una persona convivan ambas cosas, que en él convivan ambas pasiones, y no sean ellas y para él una antinomia. Hemos visto en sus artículos que así era para Joan Perucho. Puedo decir de primerísima mano que así era también para mi padre, grandísimo lector ante todo. Creo que en este artículo que Joan Perucho dedica a “La lectura” y con el que he quise cerrar mis palabras con que lo acompañaba también dice no sólo esto sino también que la lectura es primero y es la base de todo y está antes que nada. De y por la pasión por la lectura los libros. En ellos su diálogo, la vida que guardan y cada vez que los abrimos y leemos otra vez despierta. Y dialogamos con ellos. Esto está también en mi poema dedicado a ellos y a lo que al irse juntando van formando, que son las bibliotecas. Daba como motivo de leerlo en esos actos en que con su lectura los cerraba el que pensaba que todos los que estábamos allí reunidos ese día en torno a mi poesía, o la conferencia que diera, amábamos los libros. Pienso que será también algo que compartan los que lean estas palabras, y por tanto con igual motivo quiero cerrarlas con este poema. Porque está dedicado a los libros, al amor que por ellos tenemos, la vida que son y nos dan, y ha hecho que nuestra vida sea como ha sido y es. Lo he leído yo, y recuerdo que lo quiso también leer -y fue elección suya- Mercè Boixareu en la presentación que del libro en que está incluido, La poesía es un fondo de agua marina, tuvo lugar en el Centro de la UNED de Barcelona el 14 de marzo de 2012 y que fue la primera de las presentaciones que de él se realizaron ese año. Éste es el poema: UNA BIBLIOTECA TIENE ALMA. LOS LIBROS/ siempre son vidas, o la vida en ellos/ impresa, repartida. La biblioteca la va haciendo/ uno mismo con los días y se queda luego/ dentro, como un calor o una compañía. También/ como un olvido sobre el que con el tiempo/ como en un cartón infantil nos recortamos./ No importan los libros, las ediciones, las colecciones suntuosas, el criterio/ avaro y extraño del bibliófilo. Sólo importa/ la vida, y es por ello que valen/ y los necesitamos, los queremos./ La vida tiene sus formas, pero ésta es una/ en que queda libre y apresada, del tiempo/ libre, sin tiempo retratada, fuera del tiempo/ la vida a ellos vuelve y en ellos prosigue,/ como si el tiempo fuera un sueño e hiciera un momento/ que el hombre que los hizo acabara de escribirlos./ Esa es su magia, su misterio. Y por esto los queremos.

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