“Humo, mal olor, mosquitos, serpientes, ratas y paro. Son las seis plagas bíblicas con las que Imbroda [presidente de la Ciudad] castiga al Barrio Hebreo”. La afirmación tan rotunda la hace Mimon, que asegura a El Faro que las autoridades se han olvidado completamente de la zona.
“En La Cañada están mejor. Ellos exigen pero nosotros no protestamos y no tenemos ni un parque para que puedan jugar los niños. Por no haber, no hay ni asociación de vecinos”, lamenta.
Pero la mayor de las críticas se la lleva el “estercolero” en el que se ha convertido el cauce del Arroyo María Cristina. Concepción, una vecina nacida en el barrio, puso hace un mes una queja en Medio Ambiente y la respuesta que obtuvo fue que recogiera firmas entre los vecinos del lugar para solicitar que limpien la zona. “Pero nadie se mueve en el barrio”, dice resignada.
Roedores
Montones de basura se acumulan en el cauce. “Te puedes encontrar de todo”, explica la vecina. Y puntualiza que eso incluye también ratas, ratones, culebras y mosquitos, entre otros animales.
“En la Avenida se rompe cualquier cosa y lo arreglan al día siguiente. Aquí, ni caso. Y esto es un problema de salud”, explica Mimon. Además, concreta que ciertas personas se dedican a quemar esos desperdicios, lo que acrecenta el problema. “Esto es tóxico”, lamenta.
Una mujer que lleva más de 40 años en el barrio, que prefiere no dar su nombre, también critica la falta de acondicionamiento de esa zona. “Sería un sitio precioso para que los niños disfruten y está lleno de basura”, asegura.
Y es que también se quejan de la falta de infraestructuras. Justo delante del muro que separa la calle Arroyo María Cristina y el cauce, se iba a construir un parque infantil pero las obras llevan paralizadas “años”, según explica Omar, vecino nacido en el barrio. “Es una vergüenza lo que están haciendo con nosotros. Esto es una porquería. Estamos marginados”, añade, bastante enfadado.
Interculturalidad
En un momento de la charla con El Faro, se juntan tres vecinos del barrio: Jesús (cristiano), Alberto (judío) y Mimon (musulmán). “La interculturalidad nació aquí”, detalla este último, que añade que las diferentes culturas han convivido armónicamente desde los inicios del Barrio Hebreo, creado en 1905 y donde se asentaron familias judías perseguidas que huyeron de Marruecos. Un siglo de historia en el que esta barriada humilde, de casas pequeñas, ha cambiado, “a peor”, según ellos.
Actualmente apenas quedan una docena de sefardíes viviendo en la zona. Alberto es de los pocos judíos que se mantiene en el barrio. “Pedimos pero no nos hacen caso. Yo llamé porque había un agujero en la calle Arroyo María Cristina y vinieron. Pero pusieron una valla y se marcharon y ya no han vuelto”, apunta.
Las tres culturas coinciden al concretar los problemas del barrio.
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