La entrada el lunes de 150 subsaharianos dejó al CETI con un total de 1.042 residentes. Para dar cabida a todos se han instalado en el patio 4 tiendas de campaña del Ejército con 80 literas.
El lunes 150 inmigrantes lograron entra en nuestra ciudad tras un nuevo salto masivo a la valla fronteriza de Melilla. Los subsaharianos fueron trasladados, como es habitual, al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde residirán durante un periodo de tiempo indefinido hasta que sean trasladados a la península. Los hechos no son distintos a los de otras ocasiones, pero la cifra de internos del centro vuelve a alcanzar un nuevo máximo, 1.042 personas, bastante más del doble de su capacidad óptima, que es de unos 480. No obstante, para los trabajadores del CETI rondar el millar de internos se ha convertido casi en una rutina. Hace meses que el número no baja de los 800 y la cifra óptima de ocupación suena casi a utopía tanto para empleados como para residentes.
Poco después de las siete de la mañana los primeros inmigrantes que habían logrado saltar la valla el pasado lunes llegaban a la puerta del CETI. Los empleados estaban preparados para asumir el trabajo extra de la jornada. Uno de los empleados del centro explicó ayer en declaraciones a El Faro cómo se actúa cuando hay una entrada masiva. Lo primero que se hace con los nuevos internos es darle algo de comida y de ropa. Las cocineras prepararon el desayuno, mientras que otros de los miembros del personal del centro se encargaron de conseguir ropa para que los subsaharianos pudieran ir a la Comisaría de Policía a realizar los trámites habituales en estas ocasiones. Unas horas más tarde a su regreso, se les dio el resto del ‘kit’ entre el que se encuentran productos de higiene personal o la tarjeta con la que podrán entrar y salir del CETI a partir de ahora.
Mientras los inmigrantes ‘regularizaban’ su situación en comisaría, en el CETI se apresuraban para preparar las habitaciones para dar cabida a los nuevos residentes, cuyo número era un primer momento incierto. El lunes era imposible ajustar más y fue necesario recurrir al Ejército para que les cedieran tiendas de campañas, que fueron instaladas en el patio del centro, con un total de 80 literas en el interior. No es la primera vez que es necesario pedir ayuda a Defensa.
Los momentos más complicados, indicó ayer el trabajador consultado por El Faro, se producen a la hora de la comida. Las colas en el comedor, especialmente en la cena, se multiplican. Esto genera malestar entre los internos y es necesario contar con más vigilancia de lo habitual. El centro no incrementa su plantilla. Los propios vigilantes han reordenado los turnos para que en lugar de siete personas, sean nueve las que se encarguen de velar por la tranquilidad en los comedores.
En la misma línea, el director del CETI, Carlos Montero, apuntó que el tema de las comidas es una de las prioridades cuando se produce una entrada masiva como la del lunes. Montero precisó que se avisa a los trabajadores de que tienen que aumentar las plazas y comprar más alimentos. Además en los casos en los que es necesario, se incrementa el personal.
A pesar del incremento de residentes, desde el centro tanto el director como el trabajador aseguraron que en general el ambiente es tranquilo. Reconocieron, eso sí, que sería casi imposible asumir la entrada de más inmigrantes, pero insistieron en que la situación ayer ya era casi de total normalidad.
En este punto, Montero indicó que el hecho de que se hayan producido un gran número de salidas de los inmigrantes que llevaban más tiempo en el centro ha repercutido positivamente en el ambiente. “Los más antiguos están más nervioso y son más irascibles que los recién llegados”, dijo.
En cualquier caso el orden es la clave para conseguir que el centro siga funcionando, aunque la situación sea límite. Hay que organizar a más de un millar de personas para dormir, comer o ducharse, en unas instalaciones que están preparadas para menos de la mitad. Por eso es imprescindible que cada trabajador sepa perfectamente cuál es su función con el objetivo de conseguir que las esperas sean las menores posibles y los nervios tampoco se crispen demasiado. Desde el CETI reconocían ayer que el incremento de residentes provoca en algunas ocasiones un aumento de la conflictividad. No se pude olvidar que muchos de los internos no se entienden entre ellos porque hablan idiomas distintos, que son personas de diferente clase social, con pasados que tienen poco que ver los unos con los otros y costumbres y culturas radicalmente distintas. Todos ellos conviven en un espacio reducido.
Los trabajadores se afanan estos días en evitar estas disputas y en mantener el centro en las mejores condiciones posibles. “Para nosotros esto es normal”, aseguró ayer uno de los empleados. Si se analizan las cifras de ocupación del último año se comprueba que, efectivamente, la sobreocupación del centro se ha convertido en la tónica general. No obstante, los empleados ‘cruzan los dedos’ para que no se produzcan nuevas entradas, al menos antes de que haya traslados a la península.
Los inmigrantes recién llegados no quieren separarse de sus compañeros en los primeros días
Más allá de la cifra, la llegada de nuevas personas al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) provoca un aumento de trabajo, porque los empleados tienen que explicar a los residentes cómo funciona todo. El director del centro, Carlos Montero, señaló en declaraciones a El Faro que una de las mayores dificultades que se encuentran con estas personas es el hecho de que no quieren separarse. Montero indicó que los recién llegados no entienden que para realizar determinados trámites haya que dividirlos y tienen que explicarles cuál es el funcionamiento administrativo. Lo mismo ocurre a la hora de ir a dormir o comer. Los nuevos residentes que se han enfrentado a momentos muy duros juntos no quieren que los separen, aunque poco a poco, indicó el responsable del centro, van comprendiendo qué es la única forma de organizarse. Montero señaló que en estos días el trabajo administrativo se multiplica e incluso dijo que desde el Hospital Comarcal les permiten aumentar el número de análisis de sangre que realizan, que pasan de diez diarios, a veinte, para agilizar los trámites en la medida de lo posible. Una vez que tramitan la documentación y sitúan a los inmigrantes, es cuando llega el momento de explicarles las normas de funcionamiento y hacerles ver que tienen que dividirse para determinadas cosas. “Ellos quieren que hacer todos los trámites juntos y cuanto antes porque creen que así van a salir antes de aquí, pero se equivocan”, indicó el director del centro. A pesar de las dificultades, el director del centro señaló que en unos días los nuevos inmigrantes se adaptan a la rutina y todo vuelve a la normalidad.
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