El presente y el futuro de cualquier sociedad se construye sobre las bases de su pasado y de su historia, aunque muchas veces nos olvidemos de ello. El cuidado del patrimonio cultural va más allá de lo estético, porque muchas de esas construcciones guardan las huellas de acontecimientos que han marcado lo que hoy somos. La Ciudad Autónoma comenzó hace más de un año un proyecto ambicioso para la reconstrucción de los Fuertes de Victoria Grande, Victoria Chica y Balaurte del Rosario, testigos mudos de la historia de Melilla, que guardan en sus entrañas secretos y curiosidades que muy pronto melillenses y visitantes podrán descubrir. Un grupo de unos setenta ‘afortunados’ tuvo ayer la oportunidad de entrar en uno de estos recintos gracias a una visita organizada por la Asociación Amigos de los Museos.
La ruta comenzó en la puerta del Fuerte, el cronista oficial de Melilla, Antonio Bravo, el presidente de la asociación museística, Juan Bellver y el arquitecto que se está encargando del proyecto de recuperación de los fuertes, José Antonio Fernández, fueron los encargados de descubrir los detalles de esta estructura que fue clave durante el asedio que sufrió la ciudad en 1774 por parte del ejército del Sultanato de Marruecos y terminó siendo una cárcel en el siglo XX, antes de caer en el olvido, del que ahora tratan de rescatarla.
La historia del Fuerte
El Fuerte fue construido en 1736 y es obra del ingeniero militar Juan Marín Zermeño. La utilización de materiales resistentes y su estructura sólida han permitido que se haya mantenido casi tres siglos en pie. A lo largo de estos años ha sufrido importantes remodelaciones, aunque ahora el objetivo es que recupere su aspecto original. En ello centran sus esfuerzos tanto el arquitecto, como su equipo.
Una vez que se atraviesa la puerta de entrada se descubre un patio alrededor del cual se sitúan las seis bóvedas que formaban la fortificación, además de la capilla. Las intervenciones a lo largo de sus casi tres siglos de historia han dificultado el trabajo de los expertos a la hora de dejar al descubierto los materiales originales. No obstante, el arquitecto encargado de la obra indicó que también han querido hacer un guiño a algunos de los elementos que se incorporaron posteriormente, por el cambio de usos. Así, en una de las bóvedas se han dejado algunas pilas, que posiblemente fueron usadas para el aseo de los presos, durante la época en la que el edificio fue una cárcel.
En la parte superior del Fuerte se encuentran dos de las mayores curiosidades de la visita: Las espectaculares vistas de Melilla La Vieja y la tronera desde la que el cañón ‘El Caminante’ disparó el proyectil que definió los límites actuales de la ciudad. Victoria Grande se construyó para proteger la Ciudadela, esto justifica que desde la parte superior pueda observarse toda esta zona de nuestra ciudad.
Las minas subterráneas
Una vez abajo, llega uno de los momentos más interesantes del recorrido, el que permite a los visitantes introducirse en las entrañas de esta construcción militar. Se trata de las minas, construidas de forma lineal, desde las que los soldados protegían la ciudad. A través de estos túneles se puede recorrer gran parte de Melilla. Desembocan en el Parque Lobera o en El Pueblo, dependiendo del trayecto que se elija.
La sensación de humedad de casi el 100%, según indicaron los guías, y las irregularidades del terreno, junto con la oscuridad propia de una mina, acercan a los que recorren la zona a las condiciones en las que estos militares prestaban servicio durante horas, acompañados tan sólo de una vela. A izquierda y derecha de los pasadizos se encuentran los ‘hornillos’, preparados para que si era necesario se colocaran explosivos en su interior y se prendiera la mecha una vez que el enemigo estaba cerca. El soldado de turno huiría en el momento de prender la llama, para evitar que la explosión acabara también con su vida.
Entre pasadizo y pasadizo, se abren espacios algo más amplios que los militares utilizaban para descansar durante sus largas guardias. Son los mismos que años después han utilizado vagabundos, adolescentes o inmigrantes para huir del frío, refugiarse o simplemente pasar el rato. En algunas de las zonas de las minas, el techo ennegrecido es la huella de que en este lugar hace pocas décadas se encendieron hogueras por parte de los que entonces habitaron en ellas. En este caso, ellos no protegían a la ciudad de las tropas enemigas, se protegían a sí mismos de su principal adversario en ese momento, la calle.
Otros testigos de los usos posteriores que tuvieron estos pasadizos subterráneos son los desagües de la cárcel o uno de los caminos tapiados, que va a parar a lo que ahora es la piscina del Parador de Melilla.
Quizás la zona más impresionante de las minas, por la altura de los techos, es la que va a desembocar desde Victoria Grande hasta Melilla la Vieja. El presidente de la Asociación Amigos de los Museos apuntó que está será una de las partes que habrá que destacar cuando el recorrido se abra al público.
Tras el trabajo de desescombro, ahora llega el momento de la recuperación de este Fuerte, que puede convertirse en un gran atractivo de nuestra ciudad. Será necesario, además del arreglo de estas minas, formar a guías que muestren los detalles de esta parte de la historia local. Al bajar las escaleras hacia estas minas, los visitantes encontrarán otra Melilla, la que se creó para defender ésta, de la que aún hoy seguimos disfrutando.
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