La vida de los lavacoches

• El Faro habla con personas que se buscan la vida limpiando los vehículos de otros. Ganan entre 20 y 30 euros al día, aunque hay jornadas en las que llegan a sus casas con las manos vacías

Kamal bromea con que su “despacho” se encuentra en pleno centro. Exactamente en la plaza de España. Pero sobre su escritorio no hay una pluma ‘Mont Blanc’ o un ordenador, sino un cubo de agua y cuatro trapos. De hecho, su mesa no es más que un banco de la plaza. Es limpiacoches y, de lunes a sábado, se dedica a sacar brillo a los vehículos de otros. No está sólo. En la ciudad hay una treintena de hombres que prestan este servicio para “ganarse la vida”.

Kamal tiene 39 años y desde hace 10 su trabajo consiste en pulir la chapa de “Mercedes, BMW o Golf”. “En Melilla, hay buenos coches y gente con dinero”, dice.  Asegura que sus mejores clientes son “los políticos y los funcionarios”. “A veces, me han dado hasta 10 euros por limpiar un turismo”, señala. No obstante, cuenta que también hay “algunos sinvergüenzas” que no le han pagado después de perder tiempo limpiando su coche. “Tienes que estar muy pendiente porque hay gente que se monta en el coche y se va sin haber saldado sus deudas”, dice. “Sólo los que me conocen me pagan antes”, apunta.

Técnica especial

Señala que no tiene una técnica especial para ganarse a los clientes, pero que trata de ser educado y aceptar un “no” de los conductores. “He conseguido no enfadarme cuando me dicen que no necesitan mi servicio”. Kamal intenta mantener la compostura, aunque un “no” signifique que no podrá reunir suficiente dinero para comprar el menú que habían pedido sus tres hijos, regalarles unas zapatillas nuevas o simplemente sorprenderles con una bolsa de golosinas. Dice que su principal promesa era que sus hijos podrían tenerlo “todo”. Lo imprescindible y lo banal. Su trabajo actual ha pulverizado esa quimera. “Puedo ganar 10, 20 o 30 euros al día, pero hay jornadas en las que vuelvo a casa sin un solo euro”, lamenta.

A diferencia de Kamal, Abdelaziz vive solo. “Toda mi familia está en la península”, explica. Sus ingresos son para él, aunque cuenta que no le dan para mucho. “Lo que gano con mi mano derecha, lo gasto con la izquierda”, dice, mientras observa sus palmas castigadas del agua y los productos de limpieza que usa para eliminar la suciedad de los vehículos que le entregan.

Según Abdelaziz, la mejor época del ‘negocio’ es en verano porque los coches se llenan de “polvo” y de “arena de la playa” y porque hay “más turistas”.

Territorio

Su “territorio” está entre la calle Alfonso XXI y la calle Francisco de Miranda. “El tránsito de coches es mucho mayor aquí que en la plaza de España. Los que aparcan en la rotonda llegan a las 9:00 y no se van hasta las 14:00 horas”, explica. Comparte espacio de trabajo con Mohamed, al que define como “buen compañero”. “Para nosotros la competencia son los hindús o negritos, pero hace tiempo que tienen claro que este es nuestro espacio”, apunta Mohamed.

Kamal, Abdelaziz, Mohamed y otros muchos que no han querido dar su nombre aseguran que son conscientes de que su trabajo no es legal, pero insisten en que es su única forma para subsistir.