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"La vida en el Real se hacía en la calle, pero ahora hemos abandonado ese espacio"

Antonio Bravo es historiador y cronista oficial de Melilla. Conversar con él supone una constante fuente de aprendizaje.

Detentar el honor de ser cronista oficial de una ciudad milenaria y culturalmente rica como Melilla no es tarea fácil, pero Bravo logra profundizar en las raíces de este territorio y que aprendamos mucho más acerca del maravilloso entorno en el que vivimos.

En esta ocasión, Antonio Bravo nos retrotrae a principios del siglo XX cuando empezó a construirse el barrio del Real, uno de los más emblemáticos de la ciudad que, en su momento, albergó casi un centenar de elementos modernistas y que, con el transcurrir del tiempo, se fueron perdiendo. Un barrio que contaba con su propia feria: “El barrio del Real surge a partir de la campaña de 1909. Ese hecho tiene como consecuencia la llegada de muchísima gente y esa llegada de población hace que los barrios se amplíen. En aquel momento, la Junta de Arbitrio era el organismo municipal, encargado de elaborar los planes urbanos de los barrios. Lo que comportaba realizar estos planes era trazar solares para que la gente pudiera construir sus viviendas. En principio eran viviendas muy humildes, de planta baja, casi la mayor parte. Ése el origen del Real y también del Hipódromo. El ingeniero que los diseñó fue el ingeniero de la Junta de Arbitrio, el militar José de la Gándara”.

Sin lugar a dudas, una de las peculiaridades de este de este barrio es su diseño: “Todo el mundo sabe que el Real está delineado en manzanas rectangulares. Se trata de solares cuadrados perfectos de unos 100 metros de diez por diez que van conformando una especie de campamento que se inicia en esta vía y que la lleva hasta la falda del Gurugú”.

El barrio del Real se caracterizaba también por los elementos modernistas que la componían y que el paso del tiempo diluyó: “Es cierto que, en algunos momentos, empezaron a construir estos edificios modernistas. Incluso muchos de planta baja en la década de 1910 y, sobre todo, en la década de los veinte y treinta. Eran edificios modernistas, muy bonitos. De estilo modernista, primero, y posteriormente de estilo Art decó. A finales de los cuarenta también se contemplan algunas construcciones con una decoración en estilo Decó, pero con rasgos esgrafiados en las fachadas. El problema vino cuando el Ministerio de Cultura decidió catalogar el fenómeno Modernista y protegerlo. Se realizó a través de una catalogación de barrios centrales que se incluían dentro de esa línea de protección y otros quedaron fuera. El caso más importante fue el del Tesorillo porque la primera fase estaba dentro, pero la segunda se quedó fuera al igual que el barrio del Real. En el caso de esta zona, sólo está protegida parcialmente. En concreto, la manzana del Mercado, lo que la gente llama la Casa de los Curas y una manzana en la calle Jiménez Iglesias. Al final son como islotes. En la actualidad, la mayor parte de las construcciones no existen”.

El barrio del Real nació siendo un barrio de clase obrera, pero con el devenir de los años deriva más hacia la clase media: : “Este barrio es muy dinámico. Ahora es cierto que empiezan a asentarse personas de clase media y, actualmente, ha cambiado radicalmente porque la tipología antiguamente era la de casas de planta baja con patio y se hacía la vida en la calle, donde las terrazas tenían el sentido que los vecinos querían. Hoy en día, quizás no han cambiado tanto las clases que la habitan, pero sí la forma de habitarlo. La gente hacía su vida en calles anchas como Castilla, Valencia o Cataluña. Era una forma de habitar el espacio de una forma totalmente diferente. En cada casa vivían una familia, o dos, y la calle era el espacio natural de los niños que jugaban. Cuando se iba el sol y llegaba ‘la fresquita’ los vecinos salían a la calle para coser, para conversar o para estar sencillamente tranquilo”.

Sin embargo, el modo de vivir ha dado un giro de 180 grados en los últimos tiempos: “Hemos abandonado la calle. Ahora, los niños están en casa con el móvil o el ordenador y la calle es un espacio hostil. Antes salían a jugar y socializar. Son épocas muy diferentes, sin duda”.

El barrio del Real está repleto de vida lo que contrasta con el centro de Melilla: “Actualmente, el centro está vacío porque las casas, o están deshabitadas o abandonadas. Durante la noche, si te fijas en las viviendas, la mayoría están a oscuras porque nadie vive allí”.

Hablar con Antonio Bravo es hacerlo con la historia de una ciudad cuya forma de vida ha cambiado radicalmente en las últimas décadas.

 

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