A lo largo de este mes sagrado de Ramadán, los más de 45.000 fieles del Islam en nuestra ciudad deben abstenerse de ingerir cualquier tipo de alimento y bebida desde el amanecer hasta el ocaso.
El mes sagrado de Ramadán es un período que aúna la espiritualidad y solidaridad para los musulmanes en todo el mundo. Durante las próximas semanas, los fieles proceden a entregarse a Dios a través del ayuno, la oración y la reflexión, entre otros valores.
Justo tras el rezo del maghrib, tiene lugar la comida nocturna que rompe el ayuno diario. Se trata del iftar.
El ayuno de Ramadán posee muchos significados, como por ejemplo, la empatía con aquellas personas que viven en condiciones más humildes y no pueden contar con ingerir tres platos de comida al día. Otras funciones de este sagrado mes pueden ser la purificación del cuerpo o el mantenimiento de la fuerza de voluntad.
A la puesta del sol de cada tarde, los musulmanes de Melilla se sientan en torno a la mesa para romper su ayuno diario. Todos juntos celebran el final de cada jornada rodeados de familiares y seres queridos.
No se trata exclusivamente de alimentar el cuerpo tras horas de abstinencia, sino que se trata de un momento de reencuentro y unión.
Cada día que pasa del mes sagrado de Ramadán, el iftar se lleva a cabo un minuto más tarde, siguiendo de forma aproximada la puesta del sol.
Sin duda son 3 los platos imprescindibles de la ruptura del ayuno: Los dátiles, la harera y la chuparquía.
Tras el cuarto rezo del día, el maghrib, se indica el momento de la ruptura del ayuno. La tradición manda que antes del rezo, el ayuno se rompe ingiriendo tres dátiles. Una vez concluye el rezo, los fieles proceden a sentarse y disfrutar de los alimentos.
El Profeta, solía romper su ayuno comiendo dátiles, antes de ofrecer sus oraciones. Y si no había dátiles maduros, el los sustituía por dátiles secos. Esta relación de los dátiles con el Ramadán, es histórica, desde los orígenes del Islam, y se ha perpetuado a lo largo de los siglos hasta la actualidad. De hecho, una vez se rompe el ayuno con dátiles, sus propiedades se absorben fácil y rápidamente. Como resultado, se disminuye la sensación de hambre aportando al organismo, en un breve periodo de tiempo, la energía que se necesita para combatir el día de ayuno.
Por otro lado, una hora y media después del iftar, es tradición que los fieles se dirijan a la mezquita para rezar en grupo en el último rezo del día. Este también puede hacerse en casa o en el lugar en el que se encuentren.
Todo musulmán debe realizar cinco oraciones diarias, pero la llegada del mes de Ramadán supone añadir otra oración más, esta de carácter nocturno. Se trata del Tarawih.
Estos rezos nocturnos son más largos, llegando a durar hasta una hora y media, dependiendo de la mezquita.
Este medio ha salido a la calle a preguntar a varios ciudadanos sobre cómo viven la ruptura del ayuno en su hogar.
Mustafa rompe el ayuno tras el rezo. En su casa se toma la harera y la chuparquía. Este último plato es esencial, según dice, para abrir el estómago una vez lleva todo el día sin comer.
La tradición, afirma, no es cerrada y hay quien come los dátiles y reza, mientras que otros toman los dátiles y la harera tras el maghrib y no cena hasta después del último rezo, el Isha'a.
Respecto a su infancia, este ciudadano defiende que antes el iftar era mejor. "Era mucho más familiar, los vecinos venían y nos juntábamos con la familia".
En definitiva, afirmó que pese a que faltan muchos seres queridos, siempre quedan los buenos recuerdos.
En el caso de Hakim, la ruptura del ayuno la viene realizando como cada año, su familia se reúne en su casa a degustar la cena, preparada por su mujer. Pese a que faltan algunos de sus hijos, en las próximas semanas vendrá su hija, quien vive en la península para pasar el Ramadán todos juntos.
Hakim lamenta que este acto era más familiar antes, pero se ha perdido ese espíritu. "Es algo que ha sucedido en todas las religiones".
En el caso de Bagdad, sigue la tradición de tomar tres dátiles antes de rezar el maghrib. Tras el rezo, se sienta a cenar con su familia los platos tradicionales. No obstante, este melillense no acude con frecuencia al Tarawih, puesto que al día siguiente debe trabajar desde bien temprano, aunque acude a la mezquita siempre que puede.
El iftar en su infancia lo recuerda mucho más familiar y unido con sus vecinos en la localidad de Farhana.
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