Este jueves, el Aula 10 de la UNED de Melilla fue el escenario de la cuarta edición de la Olimpiada de Historia, una iniciativa promovida por el Instituto de Educación Secundaria Rusadir y liderada por el profesor de historia Juan Vicente Alcalá.
El evento, dirigido a alumnos de segundo de Bachillerato, ha ido ganando reconocimiento en la ciudad autónoma, contando este año con la participación de entre 45 y 50 estudiantes de distintos centros educativos.
En palabras de Alcalá, la organización de esta edición ha requerido ciertas adaptaciones debido a diversos factores, como la coincidencia con el mes de Ramadán, que ha afectado la asistencia de algunos estudiantes.
Sin embargo, la convocatoria ha sido exitosa gracias a la difusión de la información a través de los jefes de departamento y directores de los institutos participantes.
Una de las principales novedades de esta edición ha sido el cambio en el formato de examen, en consonancia con las modificaciones en las pruebas de acceso a la universidad en toda España.
Hasta el año pasado, la Olimpiada deHistoria consistía únicamente en preguntas cortas, pero en esta ocasión se ha optado por incluir un comentario de texto y preguntas de desarrollo con una extensión limitada a cinco renglones.
"Queremos que los alumnos practiquen este nuevo modelo de examen, que es el que se encontrarán en la EBAU", explicó Alcalá.
"Ya no basta con responder preguntas sueltas, sino que tienen que enfrentarse a comentarios de texto y desarrollar respuestas más estructuradas".
El profesor también destacó la importancia de la preparación continua: "Los exámenes que hacemos durante el curso están diseñados con este modelo, para que los alumnos sepan exactamente a qué se van a enfrentar en la prueba de selectividad".
Los alumnos que participaron en la Olimpiada de Historia afrontaron la prueba con cierta inquietud, pero también con la motivación de poner a prueba sus conocimientos en un entorno similar a la EBAU. Alcalá reconoció que muchos estudiantes sienten miedo ante ese tipo de exámenes, aunque las estadísticas demuestran que la gran mayoría de ellos logran aprobar.
"Sabemos que nueve de cada diez alumnos que se presentan a la selectividad aprueban, pero ellos siempre tienen la sensación de que pueden ser el que suspenda", señaló.
"Es una prueba exigente, pero no inalcanzable y lo importante es entrenar para afrontarla con confianza".
A pesar de que no existe una Olimpiada de Historia a nivel nacional, la iniciativa en Melilla ha contado con el respaldo de la UNED y de figuras como Ángel Castro, cuyo apoyo ha sido clave para su continuidad. Alcalá también mencionó que hay planes para expandir la iniciativa de Historia del Arte, con la participación de una catedrática en la materia.
“La UNED siempre nos ha apoyado y estamos muy agradecidos. También colaboran algunas asociaciones locales, como la Asociación de Estudios en Melilla, que aporta regalos al final del curso”, explicó el organizador. “Sin embargo, el verdadero mérito es de los alumnos, que se presentan por su propio interés y por mejorar su preparación”.
Los estudiantes que obtengan las mejores calificaciones en la Olimpiada de Historia recibirán premios en forma de libros, además de un pequeño incentivo económico por parte de la UNED para la compra de material escolar. Aunque no hay diferencias entre los premios de los tres primeros clasificados, se elabora una lista con los diez mejores puntuados, cuyos resultados se comparten con los institutos para que puedan utilizarlos como referencia en futuras prácticas.
“Nosotros los cargamos de libros y la UNED les da un dinerillo, pero lo del iPhone 16 no entra en los premios”, bromeó Alcalá.
Con el paso de los años, la Olimpiada de Historia se ha consolidado como una actividad clave para los estudiantes melillenses, sirviendo no solo como una competencia académica, sino también como una herramienta de preparación para la selectividad. Su éxito radica en la implicación del profesorado y el interés de los alumnos, lo que garantiza su continuidad en futuras ediciones.
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