Frontera e Inmigración

La travesía más esperada

  • Khalid tiene 18 años y la primera vez que llegó a la península lo hizo oculto en los bajos de un camión

  • Hace unos días volvió a viajar en barco desde Melilla para ir a Málaga, esta vez con pasaje

Hay viajes que marcan de por vida. A veces, el trayecto cobra casi la misma importancia que la llegada al destino. Khalid subió hace tres días al buque que lo llevó de regreso a Málaga. En esta ocasión se marchó con un pasaje, como suele hacerlo el resto de los pasajeros. La primera vez que llegó a la península también lo hizo en barco, pero la travesía fue completamente diferente: iba muerto de miedo, escondido en los bajos de un camión. Ya ha pasado un año y nueve meses de aquel día. El chico ahora tiene 18 años y regresó hace cosa de un mes a Melilla para ir a Fez a visitar a su familia. “Este viaje lo he vivido de una forma muy especial. Ha sido muy simbólico. Me he acordado mucho de las veces que intenté irme de Melilla y del día que hice ‘riski’ y conseguí llegar a Motril”, relata el joven.

Ambos trayectos tenían algo en común: que los nervios de Khalid iban a más conforme se aproximaba el momento de acceder al interior de la naviera. “Lo que recuerdo del primer viaje es la tensión de antes de que el camión pasara el registro. Cuando supe que ya estaba dentro, me dormí deseando llegar a la península”, rememora. En esta última ocasión, el joven quiso disfrutar del viaje como nunca. Recorrió las instalaciones del barco durante horas. Paseó por el interior y el exterior hasta que cayó rendido en una de las butacas, con una sensación de tranquilidad que no conoció en su primera travesía desde Melilla.

Khalid vino a nuestra ciudad cuando solamente tenía 13 años. Dejó a su familia en Fez, sin decirle que se iba. No avisó de que no volvería hasta que estuvo en Nador. “No me iba bien en el colegio y consumía pegamento, por eso decidí irme de Marruecos”, rememora el joven. “Cuando llegué a Melilla no quería estar en el centro y tampoco hacer ‘riski’. Sólo pensaba en estar en la calle para seguir consumiendo”, reconoce el chico.

Afortunadamente, Khalid supo encauzar su vida a tiempo. Un robo lo llevó al Centro de Menores Infractores Baluarte cuando tenía 16 años. Los siete meses que permaneció encerrado le sirvieron para darse cuenta de que había seguido un camino muy peligroso para sí mismo. En este tiempo se desenganchó de su adicción al pegamento, aprendió castellano y tomó conciencia de que, si vino a Melilla, fue para luchar por un futuro mejor.

Consigue sacarse la ESO

Una vez que salió del centro, esperó a que pasaran los tres meses de libertad vigilada. Luego, intentó llegar a la península oculto en un buque como polizón hasta que lo consiguió. “Volver a Melilla me ha traído muchos recuerdos. Aquí he vivido muchas cosas, buenas y malas, aunque estar en la calle no tiene nada bueno”, afirma Khalid.

El joven estuvo un mes en un centro de acogida de Granada, pero no le convencía la ciudad. “Hacía mucho frío”, dice. Entonces, se marchó a Málaga, donde permaneció en el centro de la Ciudad de los Niños hasta cumplir la mayoría de edad. Khalid se puso en serio con los estudios y consiguió aprobar todos los exámenes para obtener el título de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO).

También logró arreglar su situación documental. Ahora cuenta con un permiso de residencia que le permite moverse tranquilamente por la calle, sin temer que se le incoe una orden de expulsión.

Según afirma, no le resultó nada fácil aguantar en el centro de menores. “Me sentía agobiado porque sólo podía salir un día a la semana”, comenta. Sin embargo, tenía en mente que debía sacarse los estudios. “No suspendí ni un sólo examen”, dice orgulloso.

Khalid emprendió su viaje cuando solo era un crío. Vivió en las calles de Melilla y cometió muchos errores. Afortunadamente, supo aprender de ellos. La historia de este joven demuestra que no hay menores que sean ‘irrecuperables’; lo que hay son niños que necesitan una nueva oportunidad.

“No me gusta estar en el albergue, pero no quiero volver a la calle”

Cuando Khalid cumplió la mayoría de edad fue derivado al Centro de Acogida Municipal de Málaga. Allí tiene comida, ducha y cama, pero no siente que esté en un hogar. Sin embargo, admite que no le queda otra opción que aguantar. “No me gusta estar en el albergue, pero no quiero volver a la calle”, manifiesta. Por el momento, está tratando de asesorarse para ver si puede ser trasladado a algún piso de jóvenes extutelados por la Junta de Andalucía. Además, está intentando continuar su formación, aunque la mayoría de los cursos ya hayan dado comienzo. “Vuelvo a Málaga preocupado porque hay muchas cosas que todavía tienen que mejorar para sentirme bien”, confiesa.

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