Falta media hora para las 23:00h y la gente ya se arremolina ante las puertas de la parroquia del Sagrado Corazón. Este Viernes Santo la plaza Menéndez Pelayo se encuentra a rebosar de melillenses que esperan con ansias la salida de Nuestra Señora de la Soledad.
Minutos antes de que las manecillas del reloj marquen las once, da inicio la ceremonia para que la procesión realice su estación de penitencia. La familia del cofrade Salvador González, difunto periodista deportivo de Televisión Melilla, da los toques de salida. El ansiado momento ha llegado.
Se apagan algunas luces de la plaza y la calle López Moreno se queda completamente a oscuras, preparada para recibir a la Virgen. De las entrañas de la iglesia, emerge la Cruz de Guía. Le siguen dos hileras de nazarenos, ataviados con túnicas negras y cirios en sus manos.
Nuestra Señora de la Soledad pisa de nuevo las calles de Melilla tras dos años de espera y la multitud la recibe emocionada en un respetuoso silencio.
A los pies de la parroquia, tiene lugar el rezo del Santo Rosario. Cuando llega a su fin, la Virgen emprende su marcha. Detrás de ella, las mantillas y un puñado de devotos la siguen en su camino.
En la oscuridad de la noche, la Soledad avanza por López Moreno y sube las empinadas escaleras hacia la calle Cánovas del Castillo. Al cruzar la avenida Castelar, la cantante melillense, María Mendoza, le dedica un precioso Ave María.
Mientras tanto, el Callejón Paso de la Soledad se prepara para su llegada. Una elaborada alfombra de serrín con el escudo de la Hermandad se ha dispuesto en el centro del callejón. Decenas de personas la esperan allí en penumbras: algunos abajo, pegados a las paredes; otros, a lo largo de las escaleras.
Cuando aparece la Cruz de Guía, la multitud estalla en aplausos. Las dos hileras de nazarenos avanzan por los laterales del callejón con sumo cuidado de no pisar la alfombra.
La Soledad se abre paso lentamente en el silencio de la noche. Los portadores avanzan al ritmo del tambor, que retumba entre los muros del callejón. Una imagen de tal belleza y majestuosidad que consigue enmudecer a todos los presentes. Cuando llega a la alfombra de serrín, el trono se detiene sobre ella. En ese momento, tiene lugar la plegaria de la Junta Joven de la Cofradía y su tradicional ofrenda.
Antes de continuar, de las decenas de personas que allí esperan se turnan con los portadores para que éstos puedan descansar y coger fuerzas antes de la subida por las escaleras. Tras un rato, se reanuda la marcha.
Iluminada por la tenue luz de la luna y sus candelabros, La Soledad enfila los empinados escalones hasta conquistar la cima de la calle Padre Lerchundi.
En su entrada en carrera oficial, la espera un gentío con velas en las manos a lo largo y ancho de la avenida Juan Carlos I Rey. Arropada por su gente, la Virgen llega a la zona de tribuna, donde Carlos Rubiales se encarga de pronunciar el Acto de Desagravio.
Tras esto, Nuestra Señora de la Soledad continúa su recorrido, de vuelta a la parroquia del Sagrado Corazón para finalizar su estación de penitencia.
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