Categorías: Opinión

La sentencia a favor de Ikram Aanan

La Justicia falló ayer a favor de Ikram Aanan en el feo asunto de la agresión que sufrió por parte de la cepemista Nor Al Houda, según se da por probado en la sentencia que emitió el Juzgado de Instrucción nº 4. El dictamen judicial no es firme, puede recurrirse en apelación ante la Audiencia Provincial en el plazo de cinco días, lo que posiblemente suceda por parte de la condenada y quien sabe si también por parte de Ikram Aanan, que ayer tampoco realizó ninguna valoración de la sentencia.
Este periódico intentó contactar con ambas pero con la cepemista no fue posible y por parte de Ikram se nos señaló que posiblemente ofrecerá una rueda de prensa en días sucesivos.
Los hechos, según se dan por probados en el fallo judicial, se atienen a lo que Ikram Aanan contó desde un primer momento, tanto en su denuncia ante la Guardia Civil como en su relato a este periódico.
Teniendo en cuenta que la publicación de su denuncia en este medio me valió graves descalificaciones y fortísimas acusaciones en mi contra por parte del padre de Nor Al Houda y líder de CpM, Mustafa Aberchán, habrá quien piense que puedo alegrarme de la condena o que me sirve para afianzar el criterio que seguimos en esta casa a la hora de valorar qué se considera de interés público.
Con sinceridad puedo decirles que ni lo uno ni lo otro. No me gusta en absoluto el clima de crispación y enfrentamiento en el que seguimos sumidos, la negación de CpM a admitir los resultados electorales, el uso continuo de los insultos, las vejaciones y las amenazas en las relaciones entre los distintos partidos políticos o entre algunos de sus miembros.
Tampoco necesito de circunstancias externas para entender que lo ocurrido entre la cepemista  Nor Al Houda y entre la exsocialista Ikram Aanan tenía relevancia para el interés general, dada la condición de imputadas de ambas en el caso del presunto fraude electoral en las Generales de 2008 y la declaración inculpatoria de Ikram, cuyas consecuencias derivan en inculpaciones claras tanto para la propia Nor Al Houda, como para su padre, el líder de CpM, Mustafa Aberchán, y parte de los 28 imputados en el mismo procedimiento judicial relativo al también llamado caso del voto por correo en los últimos comicios nacionales.
Lo que ocurre es que es difícil de digerir que se nos acuse de publicar noticias aún a sabiendas, como sostuvo Aberchán, de que son falsas, cuando la existencia de la denuncia no sólo resultaba innegable sino que en primera instancia ya se ha dado la razón judicialmente a la misma Ikram Aanan que resultó, según se confirma en la sentencia, agredida por Nor Al Houda.
Igualmente resulta muy difícil de asumir que todo en esta ciudad se interprete en clave personal, que se nos intenté imponer que debemos ignorar a  Ikram porque, según Aberchán, está desequilibrada. Que se nos obligue, en suma, a actuar bajo criterios ajenos porque de lo contrario no sólo nos lloverán nuevas amenazas de querellas o denuncias, sino que se nos insultará públicamente de la manera más infamante posible.
Nor Al Houda seguramente recurrirá. No lo sé, simplemente lo supongo, de modo que dejará inicialmente en suspenso la condena. De no hacerlo deberá asumirla y con ello ya habrá asumido lo que judicialmente se ha dictaminado que le corresponde.
El asunto no debe ir más lejos, aunque sería injusto no reconocer que Ikram no puede ser agredida, ni insultada ni vejada como lo está siendo desde que decidió autoinculparse y acusar de tal modo al resto de imputados por lo sucedido en las elecciones Generales de 2008. No obstante, no estoy dispuesta a echar más leña al fuego ni cebarme contra una joven a la que añadir condenas públicas más allá de las judiciales. No lo he hecho en otros casos, aunque eso me haya valido otros insultos, como el de amparadora de maltratadores por negarme a dilapidar y linchar públicamente al exviceconsejero Mimón Mehamed, y no lo voy a hacer ahora.
Sinceramente, estoy harta de verme en medio de enfrentamientos que ya han traspasado lo político para convertirse en auténticas reyertas personales que transgreden todos los límites admisibles en el ámbito público y político. Sólo deseo que las relaciones entre todos los candidatos electos, entre sus seguidores y dirigentes de los partidos a los que pertenecen, sean cuando menos correctas, consecuentes con la obligación que han asumido al presentarse a las elecciones, y que cada uno desde su lugar trabaje de la forma más efectiva y constructiva en pro del progreso de nuestra ciudad. Todo lo demás es tan estéril como inútil y dañino para todos nosotros. Es más fácil decirlo que actuar en consecuencia, lo sé, dados los terribles antecedentes que obran en contra de lo que más que un deseo es una necesidad para toda Melilla; pero es preciso un esfuerzo por todas las partes porque este espectáculo que andamos viviendo está escribiendo capítulos vergonzosos, cuyas consecuencias cada vez parecen más difícil de remediar.

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