Hace unos años se puso de moda que los miembros de la oposición en Melilla acusaran a los medios de comunicación y a todos los profesionales que trabajamos en ellos de estar “subvencionados”. Desde un grupo de radio, prensa y televisión que desapareció, según se ha dicho porque en su momento no recibió ayudas del Gobierno local, los entonces opositores Gloria Rojas y Eduardo de Castro señalaban con un dedo inquisidor a muchos periodistas, entre ellos a los de El Faro de Melilla.
Gracias a esa campaña de descrédito a nuestra profesión, a la que no se sumó CpM, desapareció El Telegrama. Así que cuando se escriba la historia de la prensa en esta ciudad, habrá que hablar de quienes en ese momento estaban en la oposición y la atacaron. Son los mismos que ahora desde el poder la boicotean.
Por aquella época de la que os hablo, dirigíamos este periódico y recuerdo que en cierta ocasión intentamos sentarnos con De Castro para explicarle que en sus declaraciones ante los micrófonos estaba hablando de supuestos convenios de publicidad que no existían más que en su cabeza.
El hoy presidente y único diputado de Cs en Melilla entendió que no debía acudir a la reunión y en su lugar envió a un joven que no sé si a día de hoy sabe algo de periodismo pero os aseguro que entonces desconocía cómo tender puentes y entablar una conversación con quien no piensa como él. Quiero creer que la inexperiencia jugó en su contra. Estoy convencida de que también le cegó la falsa creencia de que tenía el poder cuando en realidad chupaba candado.
El presunto asesor de prensa entró en la redacción de este periódico y nada más sentarse utilizó un compadreo inapropiado teniendo en cuenta que en ese momento estaba hablando con la Dirección de un medio de comunicación. No sé si le cegó el machismo o algún tipo de fobia. El caso es que en tono chulesco intentó convencernos de que estábamos al frente de un medio “subvencionado”. No nos quedó más remedio que ponerlo de patitas en la calle. Recuerdo la cara de incredulidad que se le quedó cuando le dijimos cordialmente que se levantara y se largara de nuestra casa. A nuestra redacción no viene nadie a insultarnos. No se lo permitimos entonces y no lo permitimos ahora. Desde el respeto podemos hablar de todo, pero desde la humillación no. En ese momento no nos quedó más remedio que mandarlo a freír espárragos. Ese no sabía cómo nos las gastamos.
Cuento esta anécdota porque nuevamente otra asesora de prensa también del hoy presidente Eduardo de Castro ha menospreciado a esta casa. Y esto me lleva a pensar que algo tiene el agua cuando la bendicen. No creo en casualidades ni en coincidencias. Vaya por delante que me arriesgo a matar al mensajero.
Sentada a una mesa con el director de El Faro de Melilla, la persona encargada de la dirección de comunicación de De Castro pidió un precio especial para la campaña nacional de publicidad que el Ministerio de Sanidad y la Ciudad Autónoma están obligados a desarrollar en medios locales para prevenir e informar a la población contra la propagación del coronavirus.
Como lo oyen. La gente está aterrada y desde el Gobierno de esta ciudad andan pidiendo una rebaja, pero sólo a los medios de comunicación. No van a pedirle a las farmacias que recorten los precios de las mascarillas ni a los médicos y personal sanitario que hagan horas extra gratuitas. El compromiso sólo se le exige a los periodistas.
Por increíble que parezca nos encontramos con que una profesional con una experiencia limitada, por decir algo, que está cobrando una pasta de las arcas de la Ciudad, se sienta con el director de un medio de comunicación para darnos lecciones de servicio público. La desvergüenza ya no tiene límites.
Asesorar en temas que se desconocen o se conocen parcialmente es una falta de respeto. Ha querido el destino que quien hoy propone la campaña con rebajita para la prensa, apelando al bien común, sea la misma persona que trajimos a El Faro desde Madrid para realizar una labor que nunca llevó a cabo. En todo el tiempo que pasó en nuestra redacción nunca nos dio un titular que llegara, ni siquiera, a la Plaza de España. Pero hoy, reconvertida en comisaria política se cree con la entereza moral para exigir que publiquemos una campaña nacional, que el Gobierno paga en todas partes, con un precio especial en Melilla. Supongo que se cree que esto es una compañía de telefonía móvil y quiere ser tratada como una abonada.
Yo me pregunto, si tanto ama a esta ciudad que apenas conoce, ¿por qué no trabaja gratis para la Asamblea? ¿Por qué ella sí puede cobrar un sueldazo y los medios tenemos que publicar por cuatro perras la campaña de Sanidad sobre el coronavirus? No estamos hablando de un edicto municipal sobre el corte de una calle sino de información para evitar que se propague un virus que está matando gente en medio mundo y que para terror de la Organización Mundial de la Salud ya ha saltado a África con toda la inseguridad que eso conlleva. ¿Quién nos asegura que no pasará de Marruecos a Melilla?
Esto sólo es un reflejo de la falta de respeto que las instituciones sienten por la prensa. No sólo en Melilla. No es casual que Pablo Iglesias pida la cabeza de Eduardo Inda o que Cayetana Álvarez de Toledo blasfeme contra La Sexta. Hay una desafección hacia el periodismo porque los políticos se ponen a crear en Twitter y se sienten más talentosos que Umberto Eco hablando de comunicación. Nadie va a un hospital y se ofrece para operar a un enfermo, pero todo el mundo se arroga el derecho de escribir en la prensa y de decidir cómo han de funcionar los medios de comunicación privados. Y esto es un detalle importante. No somos un chiringuito público. Ya han asfixiado a los empresarios de la frontera. ¿También van a acabar con los medios de comunicación? ¿Es esa la misión de la rebajita?
Pedimos respeto para todos los medios. Aunque el presidente tenga derecho a decidir quién le asesora, es lamentable que una persona que lleva poco tiempo en Melilla, por el mero hecho de haber cubierto una campaña electoral ocupe ahora el despacho del gabinete de prensa del Gobierno, ninguneando a profesionales de dilatada experiencia que durante años han trabajado en esta ciudad.
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