EL año pasado me llamó desde Alicante y me dio la buena nueva: “Se acabó la crisis”. El verano estaba siendo en su bar, más que bueno: “como los de antes”. Me alegré por el merecidísimo respiro tras la crisis de 2009. En esa zona quedaron pocos negocios en pie. Él suyo aguantó, en parte, porque ella tuvo buen ojo cuando decidió apostar por un local pensado para la generación de la Movida Madrileña. Música de los ochenta, taquillas para guardar las botellas propias y clientes de toda la vida. Pero este año me ha comentado que “la cosa está floja”. La gente, me dice, no quiere gastar y se sienta toda la noche con un granizado en la mesa a verlas venir. Se les nota el miedo. Así que ella ha convencido a los abuelos que no tienen centro de día en esa zona de la costa de Orihuela para que jueguen la partida después de comer en su bar y así hace algo de caja con ellos en tiempo muerto. Su sensación de que la economía española ha echado el freno de mano la han confirmado este mes los datos del paro que han registrado una caída discretísima de la media nacional de desempleados. Es la menor bajada en un mes de julio desde 2008. A esos malos datos han contribuido las pésimas cifras de Melilla, que está entre las nueve autonomías en las que el desempleo ha ido a más de un mes para otro. No debería haber motivos para alarmarse, en el caso local, porque está claro que el fin de los Planes de Empleo es el responsable de que cerremos julio con 9.845 dparados (743 más que en junio). Pero lo que sí es alarmante es que España retroceda. Eso debemos agradecérselo, sobre todo, a la incapacidad compartida entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que no han podido aparcar las diferencias entre lo que ambos llaman “la izquierda” por el bien del país. La cicatería de uno y el egoísmo del otro nos están llevando a un callejón sin salida. Los dos se han batido el cobre como machos alfa, que diría el propio Iglesias. Uno no ha querido ceder más de lo que considera prescindible y el otro ha pedido el sol, la luna y las estrellas como si hubiera ganado las elecciones. Esa falta de generosidad en ambos sentidos ha dejado a España sin gobierno otro mes más. Este parón ha hecho que el consumo se retraiga y que las inversiones se paralicen hasta ver qué pasa por la razón de siempre: el dinero busca estabilidad. No sé si, tal y como está el panorama, Melilla podrá bajar de los 9.000 parados antes de terminar el año. Lo normal es que sí, pero contando con que en octubre comiencen los Planes de Empleo que, hoy por hoy, constituyen el único motor del mercado de trabajo en la ciudad. Julio y agosto son terribles para los hosteleros que no tienen terrazas. Septiembre es Feria y la ciudad se paraliza. No hay nada que en el corto plazo nos invite a pensar que vamos por la senda correcta, pese a que sectores como el taxi, el comercio de maletas y las autoescuelas ya disfrutan de un respiro sin alharacas. El comercio en el centro sigue en la UCI y el puerto está de capa caída. Crucemos los dedos para que el resto del país no recaiga en la crisis. Para nosotros sería la puntilla, ahora que estábamos saliendo.
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