La procesión de la Virgen del Carmen, patrona de los Marineros, más que una tradición fue un acto de amor y fe cristiana. La advocación mariana salió de la iglesia de San Agustín para recorrer las calles del Real, Hipódromo y de Corea.
Al grito de “¡Viva la Virgen del Carmen!, ¡Viva la madre de Dios!, ¡Viva la reina de los mares!¡Guapa, guapa y guapa!” la virgen recibió el cariño de los melillenses.
Arropada por la feligresía y llena de flores blancas, los fieles cantaron vítores a la Virgen y se rendían ante ella con aplausos cada vez que los costaleros la levantaban en brazos.
Una parada se hizo en la plaza del Callao. Allí vive Carmen Leal, la viuda de un melillense que perdió la vida rescatando a varios nadadores. Los fieles de la Virgen del Carmen le entregan todos los años un ramo de flores en recuerdo de la heroica acción que realizó su marido.
Este año, un lazo negro ubicado en la campana del trono era una señal de luto por la perdida del familiar de uno de los costaleros.
En su recorrido, madres, padres y abuelos iban ofreciendo a los niños a la Virgen, pidiendo su bendición y protección.
Carmen Senen llevó a su nieto, Dani, de solo seis meses. Para ella, presentarlo ante la virgen, “es maravilloso, porque cuando tienes fe, crees realmente en que ella te lo protege”.
Llena de emoción dijo que ver a su nieto, frente a la virgen fue “algo impresionante”. En un ambiente cargado de respeto y solemnidad salió en procesión la patrona de los marineros, la Virgen del Carmen desde la Iglesia de San Agustín. La Asociación Musical Jesús Cautivo de Medinaceli los acompañó; mientras que la Escuadra de Gastadores de la Compañía del Mar dirigieron su paso por las calles de la ciudad hasta llevarla al Paseo Marítimo y hacer su recorrido por el mar.
Al volver a tierra fue sacada por los costaleros, quienes de rodilla la llevaron por la playa. La fe se vive y se siente, muchos con solo ver a la imagen se le llenaron los ojos de lágrimas; mientras que otros la miraban con admiración.
Para Gloria González llevar en hombros a la virgen la llena de orgullo y de fe. Es costalera, hija y nieta de pescador.
Tiene 22 años repitiendo esta devoción de fe. Este martes, más que pedirle a la madre de Dios, le dio gracias. “Ella está presente todos los días de mi vida, de pedirle algo es lo más importante, la salud”. Esta devoción también la inculca a sus dos hijos, para que también forme parte de sus vidas.
Esta procesión fue un acto de fe, amor cristiano y devoción.
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