Todos los seres vivos terrestres tienen su origen en el mar, del que salieron para conquistar la tierra en algún punto de su historia evolutiva, hace muchos millones de años. Algunos, curiosamente, volvieron al mar, y muchos terminaron adaptándose a la perfección al medio que un día abandonaron sus ancestros.
Los delfines y las ballenas son quizás el ejemplo más conocido de animales terrestres que en su día pasaron a ser definitivamente parte de la fauna marina. Esto se produjo hace más de 50 millones de años, y el proceso fue tan exitoso que hoy en día algunos de ellos son los seres vivos más grandes de la Tierra, a pesar de conservar características que los vinculan a sus ancestros terrestres, como la respiración pulmonar, que los obliga a salir a la superficie del mar a respirar cada cierto tiempo.
La posidonia oceánica tuvo un proceso evolutivo similar al de los cetáceos, pues sus antepasados fueron un día plantas fanerógamas terrestres que vivían en la zona de influencia de las mareas y se adaptaron a quedar sumergidas por el mar durante períodos cada vez más largos. El proceso que las llevó a convertirse en plantas totalmente marinas culminó hace aproximadamente 120 millones de años, y al igual que el de los cetáceos fue tan exitoso que hoy en día las praderas de posidonia, una de las especies que evolucionaron de esas plantas terrestres que un día conquistaron el mar, son el ecosistema más valioso del Mediterráneo.
Como ocurre con los cetáceos, las fanerógamas marinas aún conservan muchas características que nos recuerdan que descienden de plantas terrestres, como su capacidad para florecer y que estas flores se conviertan en auténticos frutos, que una vez maduros se convertirán en semillas listas para germinar en el suelo marino.
Aunque las fanerógamas marinas viven prácticamente en todos los mares del mundo, la posidonia sólo vive en el Mediterráneo. Convive con otras especies de fanerógamas marinas, como zostera marina, zostera noltii y cymodocea nodosa, que a su vez forman también praderas con un valor ecológico de primer orden.
Estas praderas de fanerógamas actúan como vivero de multitud de especies de fauna y flora marina, y son muchas las especies de peces que pasan su etapa de alevín refugiadas entre estas plantas, que actúan como auténticas guarderías del mar.
Son también muchas las especies de flora y fauna exclusivas de las praderas de fanerógamas. Entre ellas, están algunas tan emblemáticas como la nacra (Pinna nobilis), una especie de mejillón gigante cuyas enormes valvas nacaradas decoraban en su día muchos escaparates de Melilla, y eran un objeto muy deseado por los coleccionistas, lo que obligó a declararlas especie protegida.
Como ya hemos comentado con anterioridad, todas las especies de fanerógamas marinas forman praderas de alto valor ecológico, pero las praderas de posidonia oceánica son las que más valor tienen, y constituyen el ecosistema con el máximo nivel de desarrollo y complejidad de todos los que existen en nuestro mar.
En los fondos de la Mar Chica hay una rica pradera de fanerógamas marinas, compuesta por cymodoceas y zosteras, aunque hoy en día se encuentra muy deteriorada por la pérdida de calidad ambiental del agua, debido a los vertidos fecales de la vecina ciudad de Nador, y al avance de un alga invasora del género Caulerpa cada vez más extendida dentro de la laguna.
Sin duda, la pradera de posidonia oceánica que crece alrededor de las islas Chafarinas constituye uno de los ecosistemas marinos más valiosos de nuestro entorno, y aunque no le faltan amenazas, como la pesca de arrastre o los contaminantes que llegan desde la desembocadura del río Muluya, por ahora es una de las praderas más saludables del Estado español, y un motivo más que justifica el nivel de protección de las Chafarinas.
Por hacer una comparación que pueda ayudar a entender el valor ecológico de la pradera de posidonia, en tierra equivaldría a los bosques maduros mejor conservados, y los beneficios que aporta al ecosistema marino equivalen a los que aportan estos bosques en tierra: evitan la erosión, captan los sedimentos, aportan millones de litros de oxígeno al aire, sirven de refugio y alimento a la fauna y, entre otras muchas cosas, contribuyen a la transparencia de las aguas en las que viven.
Su importancia es hoy en día reconocida por los principales organismos internacionales. Un objetivo prioritario de dichos organismos en la actualidad es que los ciudadanos de los países mediterráneos conozcan el valor de la posidonia y contribuyan a su preservación. Es un objetivo que compartimos y que apoyaremos decididamente. La pradera de posidonia es un tesoro natural del Mediterráneo que debemos conocer y conservar: hay muchas cosas en juego.
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