La oposición sigue jugando a las apuestas demoscópicas y a atacar a la prensa, a los medios satélites que supuestamente son todos, o todos aquellos que se hicieron eco del último sondeo de ‘El Mundo’. Para muestra, el último artículo del diputado socialista en la Asamblea de Melilla, Amín Azmani, que se publica en esta misma edición y que nada dice de su imputación en varios tipos de presuntos delitos electorales y en un presunto delito de falsedad, pero que sí ataca abiertamente a los medios que se dedican a informar de lo que él prefiere omitir, callar o ignorar.
Precisamente, esta táctica socialista de eludir el último y demoledor auto del juez de Instrucción nº4 de Melilla, en la que se imputa en un presunto delito electoral continuado a siete dirigentes de la actual ejecutiva regional del PSME-PSOE, tres de la ejecutiva de Juventudes Socialistas de Melilla, dos exdirigentes de la misma, el presidente de CpM, y varios simpatizantes y militantes de la coalición CpM-PSOE, no es nada casual, a la vista del artículo de Amín Azmani o de la forma en que el PSOE local respondió ayer a las manifestaciones sobre el mismo proceso del vicepresidente primero del Gobierno local, Miguel Marín.
Lo que digo no es pura intuición sino conclusión de la observación atenta de cuanto dicen unos y otros. Pero además está constatado por el propio Partido Socialista, que ayer, a través de su servicio de prensa, me afeó que en mi artículo de este martes (pueden recuperarlo y leerlo en mi blog de ‘elfarodigital’), criticase precisamente ese silencio premeditado en beneficio de su propaganda sobre una convención, la del PSOE en Zaragoza, gracias a la cual, nos dicen, el nombre de Melilla resonó por todos los rincones del país.
El nombre de Melilla, sin duda, ha resonado en exceso por toda España en las últimas semanas, pero no por la convención del PSOE ni su discurso “en positivo”, sino por la detención de un diputado local de nuestra Asamblea, Abderrahim Sellam (que sigue en prisión preventiva) y el feo macroproceso de la presunta manipulación del voto en las Generales de 2008.
Los socialistas se han creado su propia realidad, contraria a lo que dicen las variadas encuestas y sondeos de opinión, y andan forjando un espacio que hoy por hoy les hace aliados de quien otrora era su principal enemigo, tal cual es el retornado Ignacio Velázquez, expresidentes de la Ciudad y potencial cabeza de lista de un nuevo partido que él mismo sigue estudiando si crear con vistas a los comicios próximos del 22 de mayo.
Dice Chomsky que los mandamientos de la manipulación mediática son diez, y que el primero de ellos pasa por las maniobras de la distracción, tendente a distraer a los ciudadanos de los asuntos que preocupan para centrarlos en otras cuestiones de menos trascendencia real para los mismos pero capaces de atraer su atención, bien porque se disfrazan de verdad o porque se plantean como realmente preocupantes, cuando las más de las veces obedecen a una pura ficción.
Los socialistas, los mismos que echaron a Ignacio Velázquez de la Presidencia de la Ciudad alegando lo que hoy alegan contra Juan José Imbroda; los mismos que a la postre junto con Velázquez contribuyeron decisoriamente a que Imbroda fuera investido por primera vez presidente de Melilla en el año 2000, ahora nos dicen que el Ejecutivo de la Ciudad ha impuesto “la censura, la persecución política de los adversarios o críticos, la impunidad al amiguismo y el enchufismo, la devaluación de la calidad democrática y el derroche de las arcas públicas para saciar los crecientes apetitos de un Gobierno gigante e insostenible”.
Se defienden con un ataque máximo y se colocan en el papel de víctimas para distraer de asuntos primordiales como el macroproceso en curso por una constatada manipulación del voto por correo, cuyos responsables, eso sí, aún habrá que determinar definitivamente.
No me toca a mí defender al Gobierno Imbroda, ni tampoco enseñarle a gestionar este asunto que puede acabar volviéndosele en contra si no sabe administrarlo y enfrentarlo debidamente. De hecho, no sé qué absurdo es ese de que Zapatero o Blanco estaban al corriente de las supuestas maniobras socialistas para alterar el voto postal y manipular a electores en las Generales de 2008. Miguel Marín no fue capaz de ofrecer pruebas contundentes. Simplemente dio una vuelta de tuerca a un proceso que en su enredo puede acabar así tan enredado que al final todos nos distraigamos de lo que en verdad interesa. Pero, como digo, no soy yo asesora del PP ni aspiro a ello. Mi trabajo es exponerme aquí por contar lo que pienso o hablar desde mi experiencia, que en materia de presiones, censuras y demás desde los poderes políticos es muy larga y repleta de tantos casos que no creo que haya nadie en esta ciudad dentro de la esfera política con autoridad para dar lecciones o servir de positivo ejemplo.
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