La calle García Cabrelles, un vial fundamental para la zona del Rastro, por fin ha quedado totalmente abierta para el tráfico después de tres años y medio de obras, lo cual la ha convertido en la más larga de la historia de Melilla, según decía ayer el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda. Los trabajos se iniciaron en 2021 bajo la competencia del entonces consejero de Medio Ambiente del Gobierno de CpM y PSOE, Hassan Mohatar, y aquello parecía que terminaría nunca.
Esas obras no han estado exenta de polémica desde el primer minuto. De hecho, la primera empresa adjudicataria del proyecto renunció a un sulento contrato con la Ciudad Autónoma, aún a pesar de que ya había desembolsado los 70.000 euros de fianza que la Administración exige y que, en este caso, no pudo recuperar. Nunca se ha explicado por qué sucedió algo tan inusual aún cuando la oposición, entonces encabezada por el Partido Popular, pidió una y otra vez que se dieran razones de lo sucedido.
Siempre se ha sospechado de que hubo otra empresa interesada en ese contrato, pero que quedó segunda en el concurso público, que no se conformó con lo sucedido y se propuso conseguir esa obra fuera como fuera. Aunque nunca se ha llegado a confirmar, siempre se habló en voz baja de que mediaron amenazas a los empresarios ganadores contra sus familias y que la presión se volvió tan insufrible, que se optó por perder los 70.000 euros depositados y abandonar el proyecto.
El caso es que García Cabrelles fue un monumento a lo que no debe ser jamás la obra pública. Apenas si se veían trabajadores diariamente en el tajo y son muchos los que consideran que la adjudicataria no disponía ni de la experiencia ni de la plantilla adecuada para llevar adelante semejante tarea. De ahí los retrasos de años que, por cierto, la Consejería de Medio Ambiente de CpM nunca penalizó.
Y cuando se desecha a la empresa y se contrata a otra, empiezan los problemas con la canalización y las tuberías de agua potable, los cortes y los problemas con el suministro, que tanto se ha criticado por parte de la ciudadanía. Es decir, de nuevo abrir la calle y arreglar lo que se había hecho mal. En definitiva, más y más demora en unas obras que parecían malditas, hasta que afortunadamente se ha conseguido concluir el trabajo y abrir la vía, muy necesaria, además, para el normal discurrir en la zona del Rastro.
Es muy probable que cuando avance la investigación del Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción número 2 que lleva bajo secreto todo lo relacionado con las actuaciones de CpM durante su gestión en la Ciudad Autónoma, los melillenses sepan la verdad de lo que sucedió con García Cabrelles y las cuestiones que mediaron entre esas empresas. Como es muy posible que se conozca cómo es posible que la tonelada de piedras usadas en las obras de emergencia de Horcas Coloradas le costaran a la Ciudad Autónoma 120 euros cuando se compraban en la península por 9 euros.
Lo bueno, en cualquier caso, es que García Cabrelles ya está operativa y que servirá a los propósitos del Gobierno de Imbroda para extender la zona centro hasta el Rastro, una barriada de gran solera en Melilla donde incluso se piensa instalar el centro del patrimonio oral de la ciudad.
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