Pere Ponce interpreta en ‘El crítico’ a un autor dramático poco seguro de su obra. Llega el próximo fin de semana al Kursaal. Este actor describe cómo su personaje reflexionará sobre la importancia que tiene para todos las opiniones de otros.
El actor Pere Ponce estuvo hace unos años en Melilla con la obra ‘Visitando al señor Green’, una producción de Juane Echanove. Recuerda que les trataron de maravilla, así que está muy contento de volver a la ciudad el próximo fin de semana. ‘El crítico’ es la obra en la que comparte protagonismo con Juanjo Puigcorbé. Ponce explicó a El Faro los principales motivos por los que decidió aceptar este proyecto, entre los que está el participar en una obra de uno de los mejores escritores de teatro de la actualidad internacional, Juan Mayorga.
Pere Ponce está embarcado en varios proyectos actualmente. ‘El crítico’ es una obra con la que va a empezar una gira por toda España, siendo Melilla la segunda ciudad en la que estrenan este texto de Mayorga. Acaba de presentar la película de Pablo Berguer, ‘Blancanieves’, en la que hace de chofer de la malvada madrastra de esta historia, que es interpretada por Maribel Verdú. Tiene pendiente el estreno de la película ‘El bosque’ y está a la espera de si TVE decide seguir apostando por la serie ‘Isabel’ y programan una segunda temporada gracias a la audiencia que está teniendo.
Este actor es muy conocido en el mundo del teatro, donde destacó por su interpretación en ‘El hombre elefante’, papel con el que consiguió un Premio Max. Al público le sonará de sus interpretaciones en series, como ‘Cuéntame cómo pasó’, en la que hizo del personaje de Eugenio.
–¿Cómo le llegó este proyecto y por qué dijo que sí?
–El texto es de Juan Mayorga, uno de los autores más interesantes y con más calidad del panorama teatral actual. Es un hombre consolidado y Premio Nacional de Teatro. Mayorga es una persona que tiene un mundo especial y crítico sobre la sociedad. Es un autor que se compromete con lo que ve, con lo que siente y tiene textos que son fascinantes. Y a los actores nos ayudan y nos atraen. Estas obras tienen una gran carga emocional y a la vez un punto de reflexión. Es capaz de aunar dos pasiones, el mundo de las ideas y el punto carnal y eso lo hace muy atractivo. Eso me gustó mucho, pero también poder trabajar con Juanjo Puigcorbé, un actor al que siempre he admirado. Le he visto trabajar muchas veces, pero nunca habíamos coincidido. Era una gran oportunidad para conocerle y aprender de él.
–¿Ha sido compleja la preparación de ‘El crítico’?
–Es algo más de una hora de actuación de dos actores mano a mano. Su presencia es constante en la escena y es un ejercicio físico e intelectual muy importante. Pero también es un placer cuando las funciones discurren y te llevan. Está muy bien estructurada y te transporta muy fácilmente a la historia. A nosotros se nos hace corto (risas). También al público que lo disfruta. En realidad, es una conversación de dos personajes, pero que remiten a cosas que han pasado, mundos paralelos a ellos. Mayorga también propone en el texto salir de esos espacios y visitar otros lugares fuera de esas paredes. Es un autor y un crítico, es decir, una persona que valora lo que está haciendo este autor y ahí entran en el territorio de la imaginación y de la representación del teatro.
–¿Qué le lleva a su personaje a visitar a este crítico de teatro?
–Creo que le ha visto en la cara que le va a poner mala nota (risas). Es como un universitario que va a la tutoría a visitar al profesor para valorar el trabajo que ha hecho. Este crítico tiene mucha fuerza. Esta figura destaca de las 500 que pueden llenar un teatro y se va dirigir a los lectores de un periódico donde establecerá su opinión. Ésta hace que los lectores se interesen o no y puede cerrar o abrir muchas puertas. Esto de los críticos es como las estrellas de valoración de las películas o los índices de audiencia, ejercen una gran influencia en los tiempos que corren con la gran crisis que no asalta, pues uno selecciona más. Tienen un peso importante. Hay un gran trabajo cuando se levanta el telón de autores, actores y todos los técnicos durante muchos meses y tan solo un comentario positivo o negativo puede hacer que la función se catapulte o se hunda. Evidentemete, el público tiene su segunda opinión, pero muchas veces no da tiempo a que el boca a boca se establezca o influye mucho la opinión de las personas que participan en las críticas. Esta valoración del crítico es importante.
–Por lo tanto intuimos que su personaje es un autor inseguro de sí mismo.
–Exacto. En la función se va desvelando la relación entre este autor y este crítico. Desde hace 20 años uno escribe y el otro juzga, pero nunca se han encontrado. Y sí que han establecido una relación, por decirlo de alguna forma, en la distancia, casi epistolar, del crítico que juzga y el autor que ha intentado seguir esas directrices y lecciones que este otro personaje le marcaba en sus escritos. Es una relación entre maestro y alumno y se basa en la mirada del otro. Todos los que hacemos teatro, todos los artistas que exponen, tienen en cuenta y les interesa la mirada del otro sobre su obra y es una reflexión sobre esto también. Es decir, sobre cómo necesitamos a los demás. En este momento la obra habla del teatro, pero sería extrapolable a cualquier ámbito. No es una obra cerrada sólo para actores y para la gente del teatro. Sino que es una obra que habla sobre la reflexión del otro, sobre la mirada que puede ser de una relación de pareja, o de padre a un hijo o de un jefe profesional a su empleado. Es una obra muy abierta en este sentido. Mayorga lo que hace es una reflexión sobre cómo necesitamos a los demás, su valor y su opinión.
–¿Esta obra tiene alguna conclusión para los espectadores?
–Tendrán que verla primero. La función es muy abierta. Todos los espectadores que fueron a verla en Tenerife, donde estrenamos, han tenido mucho de qué hablar. Es de las que te da temas de conversación para una tertulia posterior. Cada uno lo ve de un prisma diferente y creo que ése es el valor. Muchas veces el teatro más que ayudar a responder lo que hace es plantear preguntas para que el espectador luego se cuestione determinadas cosas u observe eso desde otro punto de vista. Eso es el valor que tienen los textos de Mayorga, cuestionan muchas cosas y abren puertas para que el espectador pueda ver con otra luz.
–Mayorga explica en la sinopsis de la obra que se libra una batalla entre el crítico y el autor. ¿Hay un ganador?
–En el fondo, cuando se contraponen dos mundos no hay nadie que gane o pierda. Son dos mundos que se relacionan y se complementan. Uno necesita al otro. Las ideas que se exponen son inteligentes y los dos tienen su parte de verdad. En este complemento es donde está la riqueza. Los dos suman, no uno resta al otro.
–’Si supiera cantar me salvaría’ es una frase que forma parte del título de esta obra. ¿Qué relación tiene con estos personajes?
–Es la obra que el autor ha escrito y que ha estrenado esa noche y de la que desea hablar con el crítico. Este título también tiene relación con un personaje que no sale en escena. Tiene que ver con una metáfora: Hay una parte esencial de nosotros que necesita ser expresada. Si pudiera ser yo mismo, si pudiera hacer lo que quiero hacer, me salvaría...
–Con la actual crisis económica y los cambios en el mundo de la cultura, ¿siente que tiene suerte de participar en este proyecto?
–Cuando estudié, el teatro ya estaba en crisis. En los ochenta y noventa hubo un momento en el que surgieron compañías independientes en Barcelona y caía una forma de hacer teatro clásico por algo menos convencional y surgieron nuevas corrientes. Cualquier crisis sirve de cualquier manera para evolucionar. El teatro siempre ha estado en continua evolución y es muy crítico consigo mismo. Necesita a los espectadores y aquí ha habido muchos movimientos de cómo conectar con ellos. La crisis es para todos los sectores, pero con el azote del IVA ha sido tremendo para el teatro y ha pasado a ser realmente un artículo de lujo, con lo cual, hace que la gente se replantee mucho sus necesidades. El teatro es importante. Tiene que ver también con la cultura. Todos los seres humanos necesitamos tener cubiertas nuestras necesidades básicas, pero también algo más. Una vez satisfechos los instintos es la cultura la que nos da más. Podemos ver la vida de otros y entrar en un simulador a través del teatro, es decir, de vivir experiencias que nunca viviremos y de alguna manera, aprender de todo eso. Es como ver una película o leer un libro. Vives en la imaginación del otro, experimentas en otro lo que no vivirías en tu vida particular. Esto te hace enriquecer. Cultivarse a uno mismo para mí sigue siendo un artículo de primera necesidad.
–¿Cree necesario un cambio en el sistema cultural? ¿Habría que apostar por obras más minimalistas?
–Cualquier subvención al teatro no es para la gente que lo hace, sino para el espectador, con el objetivo de que pueda acceder a esta obra por un precio menor al real. A veces se hacen grandes espectáculos y si son un éxito pueden reunir a 100.000 espectadores. En montajes más pequeños, las subvenciones han dado pie a que se puedan ver más cosas. El teatro comercial lucha por acercase al espectador, pero muchas veces hay cosas pequeñas que van a un público minoritario y es importante que también tengan un medio de expresión. Ahora, al encarecerse todo, el espectador selecciona más y las compañías están apostando por teatro de cámara o de maleta, pues los costes son menores a la hora de cubrir toda la producción. Esto por un lado generará una serie de textos y un teatro más íntimo que seguramente se base más en la palabra y que vuelva a las esencias del teatro. Pero también necesitamos un teatro público en el que se pueda montar un Lope de Vega o un Calderón de la Barca, para ver textos clásicos y a unas doce personas sobre el escenario. Esto también forma parte de nuestra cultura y no lo deberíamos perder. No podemos perder la oportunidad de que generaciones puedan seguir disfrutando de la cultura como hasta ahora y que sea un bien común a todos y horizontal, es decir, que todos puedan acceder a él.
–¿Nos destacaría algún personaje de su trayectoria profesional?
–Es difícil porque cualquier personaje y cualquier trabajo te aporta algo, sobre todo, en el teatro, pues es un medio que te permite ensayar. Puede estar unos dos meses ensayando y como actor puedes hacer algo que no te permite el cine o la televisión. Puedes asumir nuevos retos, ejercitar otras cosas y entrar en otras texturas. En televisión y cine siempre se va a otro tiempo y otro ritmo. El teatro te abre más puertas. En general, te permite otro desarrollo y por ello, le tenemos tanto cariño a este oficio, por el proceso de creación y por el directo, con ese contacto con el espectador. A la vez que actúas disfrutas de la reacción del público y eso da mucha vida. Hay una energía desde la platea que te retroalimenta. Lo que nos gusta es actuar, independientemente del personaje. A veces, la obra es un pretexto para estar en la escena y disfrutar de este ‘deporte’ que es el teatro.
–¿Qué nos destacaría de la obra para animar al público melillenses a ver ‘El crítico’?
–El público disfrutará del teatro en estado puro. Creo que es una fiesta del teatro sin artificio muy esencial y muy directa al corazón. Es un teatro directo y con mayúsculas.
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