Tras años de intenso rastro propagandístico y pugnas geopolíticas en una causa que suma y sigue en el panorama imperante de África Occidental y el Sahel, con la singularidad de mirar siempre en favor de los regímenes autocráticos, lo que aquí se desmenuza parece una carrera de fondo en la que la Federación de Rusia comienza a ganar. Y es que transcurridas varias décadas, este coloso en llamas protagoniza un proceso vertiginoso de expansión en tierras africanas. Si bien y sin parar, cuenta con aliados inquebrantables como Sudáfrica o Argelia.
Dicho esto, el Kremlin ha sabido embaucar un argumentario propagandístico selecto e inmerso en el potencial sentimiento antioccidental en numerosos países africanos, y gracias a un sinfín de maniobras habilidosas ha logrado que la franja saheliana responda a su medida a Moscú.
A día de hoy, la intensificación de Rusia en África no se concibe sin el ‘Grupo Wagner’, también llamado ‘CMP Wagner’. La estructura de mercenarios del malogrado Yevgueni Víktorovich Prigozhin (1961-2023), ha conseguido entrelazar durante años por el continente una extensa red de conexiones estratégicas y económicas. De manera particular, ‘Wagner’ ha sido dispuesto por las autoridades rusas para engrandecer su protagonismo bajo tres precedentes: primero, los servicios de seguridad; segundo, la propaganda y, tercero, la explotación de minerales. Ciertamente, los mercenarios han dado con la tecla para establecer una atmósfera beneficiosa acorde a Rusia hasta acoplarse como pez en el agua en Sudán, Libia, Burkina Faso, República Centroafricana, Mozambique o Níger.
Consumada en vano la rebelión del ‘Grupo Wagner’ (23-24/VI/2023) contra el presidente Vladímir Vladímirovich Putin (1952-71 años), cuando esta entidad privada paramilitar se inmiscuyó en un enfrentamiento armado contra las Fuerzas Armadas leales al Gobierno, a raíz de las tensiones en la retaguardia entre el líder de ‘Wagner’ y el Ministerio de Defensa en el contexto de la invasión de Ucrania, el Gobierno ruso se ha activado para controlar esta organización y añadirla dentro del ecosistema de agencias, compañías y grupos afines al Kremlin.
Con esta hechura en las postrimerías del año 2023 Rusia puso en escena su nueva unidad, renombrada y oficializada como el ‘Africa Corps’, que es a todas luces la reorganización del andamiaje de ‘Wagner’ en África. Y como tal, entrevé la mutación acompasada de una empresa de seguridad privada en uno de los componentes más dentro de su Sistema de Seguridad. Actualmente, no responde a más intereses que los de Moscú a través del Ministerio de Defensa y los Servicios de Inteligencia.
En otras palabras: la situación y el liderazgo varían, pero la proposición rusa posee el mismo caldo de cultivo. O séase, confirmaciones de la seguridad para el régimen en cuestión. Obviamente, a cambio de donaciones mineras. No obstante, el modus operandi de Rusia es más insaciable y devastador, porque aguarda englobar todo lo que esté en sus manos y llegar lo más lejos posible.
A las diversas alianzas en contribución militar y de defensa, le han acompañado otras en razón de materia energética e infraestructuras. Sin soslayar, que en un contexto crucial de la geopolítica universal donde convergen cismas armados, visos de terrorismo, tráfico de ilícitos de toda índole e inmigración irregular, Rusia proporciona todo lo que un régimen de este calado demanda: armas, seguridad y respaldo en los foros internacionales. Incuestionablemente me refiero al Sahel, una de las regiones más subdesarrolladas, divididas, corruptas y violentas, donde jamás ha sido un ejemplo de estabilidad y en la que parece precipitarse al vacío de la guerra.
En base a lo anterior, Putin rechaza que esté pretendiendo expulsar a Occidente de África, pero las certezas son patentes: a la salida de la República Francesa y Estados Unidos de Burkina Faso, Níger o Malí, le ha seguido la recalada inmediata de integrantes rusos. Por medio de la ayuda militar y el sostén a las iniciativas de seguridad como la ‘Alianza de Estados del Sahel’ (AES), Moscú ha recibido la fidelidad y confidencia de los grupos. Y a cambio de su alianza con Rusia, las juntas militares y regímenes como el de Faustin-Archange Touadéra (1957-67 años) en la República Centroafricana, se endosan un socio potente. Sobre todo, en lo que atañe a su conservación en el corto y medio plazo. Primero, enfrentarse a estos regímenes se torna escabroso y, segundo, los anhelos de que cualquier mínimo giro democrático prospere son cada vez más minúsculos, ya que todo muestra la consolidación de gobiernos de facto constituidos por altos mandos de las Fuerzas Armadas tras la toma del poder por un golpe de Estado.
Recuérdese al respecto, que uno de los objetivos principales de ‘Wagner’ era la salvaguardia de los líderes y presidentes interinos como una suerte de custodia presidencial, algo que se conserva candente y les otorga acceso influyente al perímetro reducido de toma de decisiones. Conjuntamente, los mercenarios han tenido implicación y complicidad directa en diversos entresijos internos como el de Malí.
Sin lugar a dudas, esta podría ser la última variante que se proyecta a más no poder. ‘Africa Corps’ parece tener un desempeño de adiestramiento y no de combate. Por ende, Rusia abastece armas e instrucción por medio de su nueva marca, al tiempo que apuesta por parcelas imprescindibles para el desarrollo y recibe minerales.
Pero digamos que a un margen superior, Rusia ha implantado y pretende afianzar una extensa zona de predominio que entreteje el continente africano de Este a Oeste y alcanza desde el Mediterráneo hasta su foco principal. En el trayecto ha desalojado a Francia y la Unión Europea (UE) para acampar a sus anchas en una demarcación considerada crítica para Bruselas.
Luego, ante los avatares en los que Rusia está sumida en complejos equilibrios geopolíticos desde Ucrania hasta el Sahel, ‘Africa Corps’, no es sino una acomodación a al entorno geopolítico de África. Porque en ningún tiempo cedió en su empeño y jugó un papel clave en la segunda mitad del siglo XX, hasta aspirar a ser un jugador central en las décadas posteriores.
Con estos antecedentes preliminares, Rusia está a punto de conquistar, si no lo ha conseguido ya, el control del Sahel. Una superficie de territorio africano que ocupa lo inmenso del continente desde el extremo Sur del desierto del Sáhara hasta las zonas tropicales. E incluso sus tentáculos expansionistas se ensanchan más allá de esa demarcación.
Para ser más preciso en lo fundamentado, el 17/III/2024 recaló un contingente de cien soldados de ‘Wagner’ en el aeropuerto de la capital de Níger. De esta manera, se aseguró la representación rusa en la coalición de gobiernos de facto que forma este país junto a Malí y Burkina Faso.
Es a todas luces, el preámbulo de un desplazamiento todavía mayor.
La aparición de los rusos en este departamento se materializa por petición expresa de Abdourahamane Tchiani (1964-60 años), quién depuso en 2023 a Mohamed Bazoum (1964-60 años). O lo que es igual, el mismo que dispuso la marcha de las tropas francesas y el repliegue de las fuerzas estadounidenses de las bases de Niamey y Agadez. En cambio, en Burkina Faso, la suma de personal ruso corresponde a unos doscientos componentes y con un Cuartel Central colindante al aeropuerto Modibo Keita, próximo a la capital. En Malí, otros doscientos soldados rusos se congregan junto al principal aeropuerto en Bamako. En Sudán, las tropas de ‘Wagner’ intervienen hace más de una década en alianza con las ‘Fuerzas de Acción Rápida’ de Mohamed Hamdan Dagalo (1975-49 años), con quienes comparten los beneficios por el control de las minas de oro que sufragan las operaciones de ambos grupos.
Ni que decir tiene, que la atracción por los yacimientos de oro igualmente redundan en la República Centroafricana, donde su presidente Touadéra utiliza sus servicios como guardia personal y les otorga sacar una tajada significativa de las vetas de oro y diamantes de su territorio. Pero para rematar el dominio sobre la franja central del Sahel hacía falta añadir la intrusión de Chad, que entre tanto venía soportando la persuasión rusa. Amén, que tras el viaje relámpago del mandatario chadiano Mahamat Déby Itno (1984-40 años) a Moscú, esta realidad ha dado un vuelco insospechado.
“Tras años de intenso rastro propagandístico y pugnas geopolíticas en una causa que suma y sigue en el panorama imperante de África Occidental y el Sahel, lo que aquí se desmenuza parece una carrera de fondo en la que Rusia comienza a ganar”
Rusia ya venía forzando a Déby mediante la horquilla del ‘Grupo Wagner’ a las fuerzas insurgentes del ‘Frente para la Alternancia y la Concordia’ (FACT), los mismos que mataron al padre y antecesor del gobernante vigente del Chad. Pero existen otras referencias reveladoras: recientemente Estados Unidos comunicó que desalojaría a sus tropas que asentó en este país y, a la par, Déby informó de importantes cambios que comprenderían la retirada de las fuerzas francesas que tenían base en su región. El dibujo de esta estampa merece una justificación sucinta.
El desenvolvimiento de fuerzas occidentales en el Sahel se ejecutó en los inicios de 2014 por interés deliberado del ‘Grupo de los Cinco del Sahel’, totalizado por Mauritania, Níger, Malí, Chad y Burkina Faso. Más adelante, la sucesiva evolución del ISIS presionó la recalada de las tropas que en este momento diversos estados reclaman que sean apartadas.
La intimidación del autodenominado Estado Islámico (ISIS) junto a la de Al Qaeda, no se redujo desde el retiro occidental. Al contrario, incrementaron sus acciones hasta plantarse a las puertas de Nimey, duplicaron la región que manejan en Malí y despliegan su influencia sobre el Norte de Burkina Faso. Y en su ahínco por relegar a Occidente, los gobiernos cambiaron de aliado y ahora buscan en Rusia una respuesta contundente al desafío que proponen los grupos integristas que no dejan de aumentar sus zonas de control.
Da la sensación de que Chad parece añadirse a esta espiral viciada. De conseguir un hipotético pacto con Chad, Putin alcanzaría un logro valiosísimo al vincular a sus socios en el Oeste del Sahel con los que se mueven en Sudán. Asimismo, obtendría una vía directa para proveer a las partidas de ‘Wagner’ que participan en la guerra civil libia.
En este último país mencionado, Rusia respalda al líder revolucionario Khalifa Hafter (1943-80 años), que a su vez, encabeza sectores petroleros que capitalizan sus operaciones y la de sus socios y le deja situar centros de entrenamiento y depósito de armas, que más tarde refuerzan a las fuerzas contiguas que actúan en el Sur.
Al mismo tiempo, hacia el Oeste de Libia, Rusia cuenta con un aliado tradicional en Argelia. Me refiero al gobierno de Abdelmajid Tebboune (1945-78 años), que desde el comienzo de la invasión a Ucrania socorrió a Putin con el cerco de la remesa de gas a Europa y contratos de compra de armas rusas. Y al despliegue ruso le quedaba pendiente una salida al mar hacia el Oeste y parece haberla logrado con la victoria en las elecciones presidenciales de Bassirou Diomaye Faye (1980-44 años). Su programa electoral se inclinó por deshacer los lazos con Francia y aproximarse a Rusia.
Otro aspirante es Guinea Ecuatorial, donde el dictador Teodoro Obiang Nguema Mbasogo (1942-81 años) que preside desde 1979, se reunió con Putin en Moscú en busca de protección para su sucesor, inculpado por corrupción y lavado de dinero. Faltaría por nombrar en esta vorágine de fuerzas concéntricas a Etiopía, que además de constituirse en un aliado acérrimo de Rusia, es un voto instintivo a su favor en cada foro internacional que se celebra y en donde Putin lo requiere.
De este modo tan peculiar, el Kremlin se hace en África con la autoridad de un plano topográfico equivalente a su territorio. Con ese control, Putin puede observar, regular y verificar los flujos migratorios hacia el Viejo Continente, o poner en jaque la salida de materias primas desde lugares fructíferos de África hacia el Norte. Tomando como ejemplo los planes para expedir el gas y el petróleo nigeriano cruzando el Sahara.
En el Sahel se constatan 400 millones de potenciales voluntarios contrapuestos a la complejidad de residir en la pobreza o sucumbir en una contienda con el ISIS, o encaminarse a Ucrania por un salario mensual apañado. La paulatina disposición de sahelianos en las filas rusas disipa este enigma. Es la mano de obra militar de ocasión en la demarcación más mísera de África.
Desde hace años el control de las rutas migratorias le brinda a Putin otro instrumento enmascarado para su guerra convencional. Los sahelianos que traslada a Rusia para proyectarlos en la frontera de Polonia y Finlandia, son parte de esta misma táctica. Y dentro de esta política existe un doble provecho: Primero, quienes consiguen cruzar los límites fronterizos acatan el designio del Kremlin y, segundo, aquellos que no pueden optar entre la deportación y la vuelta a la indigencia o abrazar la ciudadanía rusa.
Llegados a este punto, para interpretar la progresión de Rusia en África es preciso referir sucintamente cómo se produjo la mutación de ‘Wagner’ desde que Prigozhin y su plana mayor fueron elegidos por Putin “Inspectores Permanentes de Subsuelos”, al precipitarse su avión en 2023 tras su malogrado motín dos meses antes.
‘Wagner’ es en este momento el ‘Africa Corps’ y se encuentra al mando de Yunús Bek Yevkúrov (1963-60 años), segundo brazo en el Ministerio de Defensa y candidato para sustituir al ministro Serguéi Kuzhuguétovich Shoigú (1955-68 años). En paralelo, Yevkúrov depende del Servicio Secreto Exterior con Andrei Averianov (1966-58 años) a la cabeza. Pero ‘Wagner’ no era únicamente una conformación de mercenarios y en la estructura actual se ha fusionado el núcleo duro de Prigozhin, consagrado a las labores de propaganda e influjo policial. O séase, el ejército cibernético es tan o más importante para Rusia que las fuerzas paramilitares. Véase ‘Meta Platforms Inc’., propietaria de Instagram, Facebook y WhatsApp que ya cristalizó varias maniobras para desbaratar las redes que tramaban a favor de África en Rusia, introduciendo un estado de ánimo desacorde a la presencia occidental y su sustitución por una dominación rusa.
Aquellas prácticas meticulosas las dirigió el ala cibernética de ‘Wagner’ y no se detuvieron ni un segundo a pesar del cambio en el mando del grupo fundado por Prigozhin. Y sobre la raíz de los procedimientos de propaganda es sencillo descifrar tanto la progresión como los planes de sutileza africana de Putin. El espacio colonizado por Francia es la diana inmediata y el Sahel para a posteriori extenderse hacia el Norte y Sur es el movimiento de ficha eminente.
Visto de otro modo, Occidente recula de manera continua y tanto Francia como Estados Unidos desmantelan sus estacionamientos y no aciertan con una fórmula que al menos equilibre la proposición de Putin a los líderes y pueblos africanos. Además, los compromisos adquiridos en Europa, Oriente Medio e Indo Pacífico, absorben su atención y recursos. Tanto la reminiscencia de la experiencia colonial europea como el de las intrusiones occidentales, son interpuestas por Putin con enorme habilidad. Tampoco las limitaciones a la hora de favorecer cualquier acto que lleva a matanzas y excesos masivos de los derechos humanos no son algo que inquieten a Moscú.
La demostración más trágica de la tecnología que surte Rusia se presenció en la aldea de Soro, en la provincia de Yatenga en Burkina Faso, donde tropas gubernamentales asistidas por el ‘Africa Corps’ mataron 223 civiles, entre ellos, 53 niños. La aniquilación en Burkina Faso o los golpes de Estado perpetrados en este mismo país, o en Níger y Malí, lo confirman. De haberse ejecutado bajo la visual de fuerzas occidentales en lugar de las del ‘Africa Corps’, la respuesta habría sido otra. Esas concesiones son algo que con la vara de medir autocrática se permite y discrimina la diferencia. Es posible especular con los desenlaces en Occidente si sus tropas hubiesen colaborado del asesinato de medio millar de civiles. Es lo que ocurrió en 2022, cuando integrantes de ‘Wagner’ fueron parte encubridora de la escabechina de Moura, en Malí. El ejército ruso apoya a los regímenes anfitriones, pero a la vez limitan sus acciones, ya que pueden ser una amenaza si se desalinean de la dirección convenida con Moscú.
En definitiva, con la premisa de socavar el apoyo a Occidente y allanar el influjo ruso en África por medio de la propaganda y la desinformación, subraya el ‘African Initiative’, una red trazada para el acoso y derribo de estos propósitos, siendo un eslabón en una operación exitosa que comprende un sinfín de manejos políticos y económicos entre el Kremlin y los gobiernos africanos, así como el empaque de mercenarios y armamento en estados como Níger, Malí y Burkina Faso.
Como ya he citado en estas líneas, este desdoble primeramente a través del ‘Grupo Wagner’, posteriormente ha sido ocupado por el ‘Africa Corps’, formando parte de un método más amplio para agrandar la proyección rusa en el continente.
En atención a los datos facilitados por el ‘Centro Africano de Estudios Estratégicos’ (África Center for Strategic Studies), Rusia es el principal operante en la desinformación en África, con un 40% de las actuaciones de perjuicio informativo, fundamentalmente, en el África Occidental. Tal es así, que desde el año 2018 ha concretado diecinueve campañas de desinformación encaminadas a Níger, Malí y Burkina Faso, favoreciendo la desestabilización y empujando a varios golpes militares.
Numerosos expertos y analistas contemplan estos movimientos como una generalización de las estrategias rusas en laberintos como el que se vive en Ucrania, persiguiendo el liderazgo en el Sur Global con un argumentario poscolonial. A su vez, estos procedimientos se contemplan posibilitados por el resentimiento contra antiguos actores coloniales como es el caso de la República Francesa, junto con el progresivo encaje de internet y las redes sociales en África.
“No son pocas las artimañas puestas en escena que ayudan a circular y contagiar todo un muestrario de recados rusos y esparcir el mensaje de carga viral panafricanista como balancín al viejo colonialismo occidental”
Fijémonos también en medios como ‘Afrique Media’, socio de la cadena rusa estatal ‘Russia Today’, que ha sido castigada por Europa y ejerce un papel definido en la propagación de la carta de presentación rusa en África, al erigirse como el primer canal de televisión panafricano y desenfundar cuestiones puntuales como el Estado francés o la guerra en Ucrania y como no, sembrando un enfoque propicio para Rusia.
Finalmente, el entramado de propaganda rusa en África esconde entre otros artificios, a líderes de opinión, redes sociales, ejércitos de troles como internautas a sueldo, bots o programas informáticos con capacidad de interacción, cambiando de estado para responder a un estímulo, o creaciones de vídeo y medios de comunicación aliados, patrocinados por la adquisición rusa en actividades culturales y el reparto de banderas en manifestaciones o marchas.
Esta maestría disfrazada que antes estaba concentrada en apoderados como Prigozhin, ahora ha sido agrupada por el Kremlin y sus Servicios de Inteligencia tras el fallecimiento del denominado chef de Putin. Por aquel entonces, era uno de los grandes forjadores de esta cruzada en el continente africano. Hoy, Rusia ha conseguido fortalecer su prestigio en el Sahel, valiéndose de una enrevesada malla de propaganda y desinformación, explotando al máximo los rencores y antipatías históricas junto a las marañas locales para emprender sus prolongaciones geopolíticas en África.
En consecuencia, no son pocas las artimañas puestas en escena que ayudan a circular y contagiar todo un muestrario de recados rusos y esparcir el mensaje de carga viral panafricanista como balancín al viejo colonialismo occidental. Queda claro, que el Sahel se convierte en un marco de creciente inquietud, de por sí con retos esenciales como el apogeo del yihadismo y la acentuación de juntas militares que en los últimos trechos han cuajado múltiples golpes de Estado.
Estados como Níger, Malí y Burkina Faso que en el ayer más reciente se encontraban bajo el paraguas de Estados Unidos y la UE, en una voluntad conjunta por repeler el terrorismo, hoy reconocen estar quebradas dichas alianzas. En este prisma de fluctuación, la reivindicación de Níger requiriendo la salida de las fuerzas norteamericanas, ilustran el desgaste del influjo occidental en un espacio crítico para la seguridad global: el paso atrás dado por Occidente deja a merced a Rusia, quién pronto se ha posicionado como el aliado indiscutible de los países del Sahel.
Y por si fuese poco en este cóctel de despropósitos, los acuerdos que permanecen latentes con actores como Turquía, Irán y China, Rusia no solo le entrega lo indispensable para su aprobación, sino que igualmente le proporciona amparo a las dictaduras y represiones, apuntalando el acceso a minerales, oro, litio y uranio. Este salto cualitativo de ‘Wagner’ a ‘Africa Corps’, rotula un realineamiento estratégico que vigoriza el menester ruso en la zona.
La aproximación entre Putin y los estados del Sahel constituye una amenaza en toda regla para Occidente, ya que la alianza de Rusia con estos países emplazados en el flanco Sur de la ‘Organización del Tratado del Atlántico Norte’ (OTAN), no solo nutre sus intereses geopolíticos y económicos, sino que aumenta el peligro de desestabilización territorial. Al valorar a Europa como un adversario directo tanto para los yihadistas como para Putin, el escenario en el Sahel aflora como la punta de lanza en el tablero geopolítico internacional.
Europa prescinde del Sahel y queda en manos de Rusia. Con lo cual, Moscú exprime la envolvente de la salida francesa para coligarse a las juntas militares que ya dirigen superficies por las que deambulan la inmigración, el tráfico de drogas y el epicentro del terrorismo yihadista. Estas son las prolongaciones dañinas de Putin y su mayor contrafuerte en África para poner contra las cuerdas la estabilidad del Sahel, con alianzas venenosas que impugnan la presencia occidental y conjeturan un cambio de poder en un punto neurálgico para la seguridad global.
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