Algunas especies de mariposas realizan migraciones de cientos y hasta miles de kilómetros, migraciones que obligan a cruzar mares y a veces océanos, algo increíble para un insecto como la mariposa que además parece tan frágil y vulnerable. Quizás fue la incredulidad de que estos insectos fueran capaces de realizar estas epopeyas lo que hizo que el mundo científico tardara tanto en descubrir esta capacidad de migrar que se creía exclusiva de los vertebrados.
La monarca africana (Danaus chrysippus), la mariposa que nos ocupa hoy, es una de estas especies migradoras, y como ha ocurrido con otras mariposas como la vanesa de los cardos (Vanessa cardui) o la atalanta (Vanessa atalanta), ha tenido que ser en este siglo cuando se descubrieran tanto sus hábitos migratorios como las rutas que recorren en esas migraciones.
Una de las migraciones más famosas y mejor documentadas dentro del mundo animal es la que realizan unos parientes cercanos de la monarca africana, las mariposas monarcas americanas (Danaus plexipus), que migran desde Canadá y el norte de los Estados Unidos hasta las lejanas tierras de México.
Las mariposas monarcas, junto a las vanesas, se distinguen por tanto del resto de especies de la familia Nymphalidae y del resto de especies de mariposas por sus costumbres migratorias que las llevan a miles de kilómetros de su origen y que han transformado su morfología y hasta su biología interna.
Aunque hay algunas otras especies de mariposas que realizan grandes desplazamientos geográficos, son las monarcas y las vanesas las que tienen el título totalmente justificado de mariposas migratorias.
Sin embargo, la migración de las monarcas africanas, a pesar de suponer un esfuerzo similar al de la americana, está peor documentada y por tanto es menos conocida que la de ésta, que ha sido llevada incluso al cine.
Nuestra monarca africana, al igual que la americana, realiza estos épicos viajes en varias generaciones. Esto quiere decir que no son los mismos ejemplares los que inician el viaje y los que llegan al destino. ¿Cómo puede ocurrir esto? Pues en una etapa determinada del trayecto, las monarcas buscan una buena población de plantas de la subfamilia Asclepiadoideae, como Asclepias curassavica o Cynanchum acutum, caracterizadas por ser especialmente tóxicas y por tanto incomestibles para cualquier otra especie.
En estas zonas habitadas por plantas de esta subfamilia las mariposas aprovechan para realizar su puesta, siempre sobre una planta perteneciente a estas especies. Después, mueren y dejan paso a la generación que terminará el épico viaje.
Efectivamente, cuando las orugas de las monarcas salen de sus huevos se afanan en alimentarse de la planta que las alberga, asimilando sus toxinas de tal forma que resultan incomibles para los potenciales depredadores.
En cuanto estas orugas pasan por el proceso de la metamorfosis y se convierten en imagos, vuelven a reanudar el viaje que iniciaron sus antecesores. Partirán de los cinturones tropicales asiáticos y africanos para llegar a zonas tan lejanas como Marruecos e incluso Europa.
Una migración tan increíble para un animal tan pequeño sólo es posible por determinadas adaptaciones que aún se están investigando, y que afectan, como hemos mencionado anteriormente, tanto a su morfología como a su biología interna.
Uno de los descubrimientos más curiosos que han surgido del estudio de esta mariposas es la diferencia de longevidad entre las que emigran y las que no.
Efectivamente, las generaciones que no emigran tienen una longevidad similar a la de cualquier mariposa, que es de un mes escaso, mientras que las generaciones que realizan la migración pueden llegar a vivir más de nueve meses, un período vital increíble para una mariposa.
El proceso evolutivo que ha determinado que estas mariposas sean tan longevas es vital para que el enorme viaje que realizan se complete con éxito. Es muy importante también la presencia de las plantas nutricias en puntos concretos de las rutas de desplazamiento para que éste tenga éxito, y eso es algo que también se sigue estudiando.
Se sabe, por ejemplo, que es muy importante la presencia de una Asclepiadácea concreta, Cynanchum acutum, en la costa mediterránea de España para que las monarcas que eligen esta costa como lugar de destino puedan realizar su ciclo vital.
Es importante conocer estos detalles, pues la monarca africana es una especie protegida por la ley, debido a su escasez y al declive de su población en los últimos años.
La alta dependencia de varios factores naturales, como la abundancia de Asclepiadáceas, para que su ciclo vital culmine con éxito, hace que la alteración del medio le afecte especialmente. Es algo que tendremos que tener en cuenta si queremos seguir viendo estas bellas mariposas en nuestros campos.
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