Categorías: Cultura y Tradiciones

La melodía de un elixir que emborracha de amor y desata los celos

Nemorino, Adina, Belcore y Dulcamara, los protagonistas de la ópera, volverán esta noche al Kursaal para contar, más bien, cantar al público melillense una historia romántica con humor.

Cuando el amor nubla la cabeza, deja sin apetito al estómago y hace perder la vergüenza, hace acto de presencia la sensación de ridículo. Pero ni viendo que las acciones que se emprenden son comentadas con burla por nuestros semejantes, se puede abandonar este sentimiento. Ni un ‘no’ de la persona a la que se adora impide que el corazón siga soñando con una mirada, una caricia o un beso. Así, el pobre de Nemorino, tan entusiasta con su amor por Adina, derrochó ayer su querer por esta gran dama sin que ella le dedicara nada más que unos minutos de charla. Del escenario brotaron orgullo y celos que fueron los causantes, junto con el amor, de que ‘L’elisir d’amore’ funcionara mejor de lo que muchos melillenses pensaron al sentarse en sus butacas.  
Como en todas las funciones que acoge el Kursaal, la expectación del público era el aire que se podía respirar minutos antes de que diera comienzo la primera de las representaciones de esta ópera. También se palpaba admiración, pues no son muchos los que se atreverían a montar una ópera en la ciudad. Muchas horas de ensayos y trabajo han sido los ingredientes invertidos por la Asociación Banda, Orquesta y Coro Ciudad de Melilla, acompañados de mucho talento.
Muchas notas sonaban sin cesar y sin ningún orden, signo de que el foso del Kursaal ya estaba completo por los viento, madera y metal. Y mientras, el público repasando el libreto de la obra para que luego, durante la ópera, no se perdieran ningún detalle.
Una vez que todos los espectadores se sentaron, el director musical de ‘L’elisir d’amore’ y director de la orquesta, Josep Enric Herman Alapont, salió al patio de butacas para saludar al respetable y comenzar este espectáculo con una larga entrada de bella música. Con el telón bajo, tal sólo se veía en las paredes del Kursaal la sombra de quien dirigió ayer durante más de dos horas a coro, cantantes y músicos. Un trabajo, que aunque gratificante con el aplauso de los melillenses, seguro fue duro para Herman Alapont y todo su equipo.

Del campo a la ciudad

La primera de las escenas recreaba un campo abierto en el que mujeres y hombres de labranza descansaban tras las faena. Entre ellos, el adorable Nemorino, que montado en una bicicleta de época, se acercó para ver a pocos metros como Andina, su enamorada, leía la triste historia de Isolda y Tristán.
No se trata de sólo de una escena para presentar a dos de los protagonistas de ‘L’elisir d’amor’, ya que en las notas, que más de 30 personas entonaron, se esconden la esencia del título de esta ópera y la clave para entender todas las acciones que Nemorino llevará a cabo el resto del espectáculo.
La bella Adina narra a los campesinos y al embobado Nemorino cómo un elixir hará que Isolda y Tristán se enamoren, aunque su historia de amor no acabe con final feliz.
Ese elixir será lo que Nemorino busque con desesperación en un doctor, o más bien un vendedor charlatán, llamado Dulcamara. Pero, ¿qué le lleva a este joven enamorado a pedir una pócima de amor? Una bella escena en la que Adina compadece y se ríe de Nemorino por declararle su amor, y en la que queda claro al público que ella no es una mujer a la que le guste comprometerse. Así, se define como caprichosa y deja por imposible la insistencia de Nemorino.
El papel del coro no sólo aporta música a las escenas, ya que los más de 30 actores que están sobre el escenario hacen real la imagen de los campesinos en el campo y de la gente en la ciudad.
Este montaje de ‘L’elisir d’amore’ no cuenta con muchos decorados, pero qué importa cuando se vive cada instante de los personajes gracias a su interpretación, la música que no cesa y los actores que les acompañan en escena. Aunque hay muchos detalles hermosos en el escenario, como la bicicleta de época de Nemorino o el simpático coche de Dulcamara.
Volviendo a la historia de amor, serán los celos del enamorado de Adina, al ver cómo un sargento presumido, Belcore, intenta seducirla, los que ayuden a la búsqueda, cuanto antes, del elixir de amor.

La esperanza que no se pierde

Adina no coge ni una naranja de Nemorino, así que no tiene nada que perder si consigue que Dulcamara le venda por el poco dinero que tiene ese milagro que necesita su corazón atolondrado por tanto querer.
Y es que las mayores locuras que se comenten en el mundo, las que causan risa a los amigos y familiares, las que hacen perder la razón ya hacen parecer ridículo al más formal, se llevan a cabo bajo la bandera del amor.
Enamorarse no sólo hace que Nemorino esté atolondrado y abducido por la bella imagen de Adina, sino que le hace comportarse como si tan sólo le quedaran dos días de vida. De la alegría de ver a su amada pasa al la pena de no tenerla cerca y de ahí a los celos por creer que nunca va a estar a su altura. Ese pensamiento que se cruza en la mente de este enamorado no es otro que Adina se compadezca de él y acabe enamorada. Pero cómo no será el amor que incluso llega a cambiar la percepción de la realidad.
Por muy mal que le trate Adina, por mucho que se rían de él el público y los actores, e incluso Dulcamara, Nemorino no deja nunca de sentir que su amor se puede hacer realidad. Ese rayo de esperanza al que se agarra con fuerza, o más bien, esa botella de vino que le entrega el charlatán del vendedor como si fuera un elixir de amor, le hace sentir en las nubes, algo borracho, consiguiendo que su amada por fin le preste atención.
La trama está llena de escenas cómicas, y es que el amor de Nemorino da mucho de qué hablar, y con las acciones de unos y otros, esta ópera no permite el aburrimiento de ningún espectador.

¿Quién necesita saber italiano?

Para aquellos que el italiano, idioma en el que se canta a lo largo de este espectáculo, les eche para atrás, sólo cabe insistir en que no se trata de canciones cantadas sin ton ni son. Esta ópera es hermosa sin entenderse. Además, ¿quién necesita saber exactamente las palabras que Dulcamara dice a Nemorino para convencerle de las propiedades del elixir, cuando su cara de pillo indica sin lugar a dudas que le está vendiendo una mentira? Tampoco es necesario saber italiano viendo los ojos tiernos y el nerviosismo de las manos que aplastan la gorra de Nemorino cuando se encuentra a solas con Adina. Con los gestos y la melodía de las voces y la orquesta no se echa de menos el castellano.
Se podrían contar más detalles, sobre el amor de los protagonistas o de cómo la Asociación de la Banda, Orquesta y Coro consiguen llegar al corazón de los espectadores y enamorarlos con su talento, pero es mucho mejor que se acerquen esta noche al teatro y disfruten sin más de este gran montaje.

ana reyes
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