Luis Cazorla (Larache, Marruecos, 1950) es doctor en Derecho, catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, abogado del Estado, letrado de las Cortes Generales e inspector de Servicios del Ministerio de Economía y Hacienda. En la actualidad ocupa también el cargo de secretario general del consejo de administración de Bolsas y Mercados Españoles. Además, ha publicado en las últimas décadas numerosas obras jurídicas y científicas. Igualmente, es autor de varios libros de relatos, así como de novelas históricas centradas en la época del Protectorado español en Marruecos y de la Segunda República.
-En su última obra, titulada ‘Melilla, 1936’ habla de un lugar muy concreto, como es nuestra ciudad, y de un año muy destacado de nuestra historia. Hablamos de hechos muy, muy reales ¿Cómo se ha documentado y ha trabajado para conseguir mantener el rigor histórico, informativo y también la atención del lector?
-Viajo con cierta frecuencia a Melilla, sobre todo invitado por mi compañero de profesión Blas Jesús Imbroda, decano del Ilustre Colegio de Abogados de Melilla. Coincidiendo con la presentación en Melilla de la primera novela de la trilogía de la República, titulada ‘La rebelión del General Sanjurjo’, fue por entonces el traslado de los restos de Sanjurjo a Melilla. Quise visitar el nuevo enterramiento y a la salida el propio Blas Jesús Imbroda me enseñó la lápida donde estaba enterrado el juez de primera instancia e instrucción que luego sería el protagonista de mi próxima novela: Joaquín María Polonio Calvente. Por aquellas fechas, 1936, era un joven juez, un hombre muy competente, al que le cogió el vendaval por medio y acabaron fusilándolo. A partir de ahí me suscitó un gran interés porque yo ya había escrito antes tres novelas sobre el Protectorado. Busco dos cosas a la hora de escribir: que sea un momento histórico que me interese y que sobre ese pasaje histórico no haya novela histórica. Y encontré en este personaje una mina. Empecé a investigar la Melilla de la época, toda la bibliografía que hay sobre la materia, los periódicos, particularmente El Telegrama del Rif, encontré los datos del juez Polonio, de cuándo había ingresado en la carrera judicial, a través de datos del Ministerio de Justicia, los destinos que había tenido y por qué llega a Melilla. También tuve acceso al sumario de todo el proceso del juez, que acabó con su fusilamiento en junio del 37, es una fuente inagotable de conocimiento, porque ahí hay todo tipo de declaraciones Y todo eso mezclado con lecturas anteriores, porque a mí siempre me ha interesado mucho el Protectorado, Ceuta y Melilla -distinguiendo a uno y a otro - , lo envolví, lo fui novelando, tirando del hilo de uno y otro libro, de periódicos, el sumario… hasta llegar a obtener toda esa información que es abrumadora.
-¿Entiendo entonces que todos los hechos son reales?
-Todo lo que está reflejado en la novela es que ocurrió. Por ejemplo, cuando yo hablo que el que sería presidente de la Real Academia, Luis Jordana de Pozas, comió con el juez en la Hípica de Melilla el 17 de julio, yo sé que eso ocurrió, están en el sumario las declaraciones de uno y de otro. Pero claro, yo lo que me imagino para mi novela es la conversación que pudieron mantener, conociendo la psicología y la formación de uno y de otro. Por lo tanto, los hechos y las personas que aparecen allí son reales. Y eso ha ocurrido. En esta novela no hay ningún personaje de ficción.
-Esta obra cierra una trilogía sobre la etapa del Protectorado y la Segunda República en España, ¿Por qué le atrae este periodo histórico tan concreto de nuestra historia reciente?
-Me parece muy interesante el saber por qué se adelanta el levantamiento del General Franco en Melilla. Por qué empieza en Melilla el 17 de julio. Yo eso lo sabía, tenía algún dato, pero ¿qué es lo que determinó que se adelantara y que todo comenzara en Melilla? Esto, mezclado con que me encontré con un personaje muy curioso, que es el juez de primera instancia de entonces. Hay que decir que era doctor en Derecho. En un libro que publica el gran maestro de los juristas Don Joaquín Garrigues, al que los juristas le llamaban ‘el divino’, lo califica en el prólogo como un juez culto. El juez es un personaje que llega a Melilla en marzo del 36 y que es una persona interesante en sí. Así que, con la combinación de estos dos elementos, era una materia muy novelable.
-Para una persona que no conozca nada de esta obra, ¿Con qué adjetivos podemos definir a este juez? ¿Qué caracteriza al protagonista de la obra?
-Lo primero que le caracteriza es el ser un jurista, un profesional y no un político. En segundo lugar, y como apunta Don Joaquín Garrigues, es un juez culto. No solo sabía derecho. Y en tercer lugar, por encima de todo era un profesional que tenía que aplicar la ley. La aplica según su entender, a veces en favor de un lado político y a veces en favor de otro. Y yo creo que es el prototipo, una muestra más de la tercera España; es decir, el que se encuentra en mitad de los dos bandos y es una persona que se ve arrastrada. Y si habría que calificarlo políticamente, pues es un liberal, como mucho azañista, como mucho. Además, le tocó ser delegado gubernativo en unas fechas tremendas.
-Llama la atención que este personaje parece realmente de ficción, de no ser porque sabemos que es real…
-Es tan real como que está enterrado en el cementerio de la Purísima. Es que está ahí. La placa se puede visitar: Joaquín María Polonio Calvente. Sabemos dónde vivía, cómo se llamaba su mujer, cómo retiraron el cadáver, el bar al que acudía, que se llamaba La Roca y estaba donde ahora está el monumento a los caídos en las guerras de África… Todo es cierto y así está reflejado en la obra. Claro está, lo que sí que he novelado son las conversaciones, por ejemplo una durante una cena en el Casino Militar. Eso yo me lo imagino. Por ejemplo, ahí sale el teniente Arrabal, que es el padre de Fernando Arrabal. Es alguien totalmente real.
-¿Realmente esta persona, este juez, pudo llegar a parar el alzamiento y, por lo tanto, evitar todos los acontecimientos posteriores? ¿O esto es mucho aventurar?
-No. Creo que es una exageración, como han hecho algún medio, afirmar que esta persona pudo llegar a parar la Guerra Civil. Yo creo que el Derecho, ante la fuerza ya desencadenada, y un juez de primera instancia ante un coronel, como el coronel Soláns, que ya había arrestado al general Romerales, no era fuerza suficiente para detener ni mucho menos la Guerra Civil. No.
-Este personaje sí que es un perfecto desconocido, no digo solo para el público en general sino para los melillenses en particular…
-Sí, sí, eso desde luego que sí. El personaje no se conocía. Él llegó a Melilla, le pilló todo por medio y se encontró con ese periodo tan tremendo de la historia de España. En mi obra, y gracias también a las fotos, he reconstruido además la Melilla de la época: el Ateneo, los bares a los que iban los de derechas y a los que iban los de izquierdas, los líderes políticos de la época, los que habían sido alcaldes, etc.
-Bueno, ¿y cómo era esa Melilla de finales de los años 30? El Frente Popular acababa de ganar, había militares africanistas, Enrique Nieto con todo lo que era el Ensanche modernista…
-Lo que me sorprendió ahondando en la Melilla de aquellos años es que Melilla no era solo un bastión militar. Efectivamente había una fuerza y, además, una fuerza muy aguerrida, particularmente en torno a Regulares y a la Legión, pero también había una burguesía y una clase industrial de cierta importancia que yo desconocía previamente. Además, esto determina que gane el Frente Popular las elecciones de febrero del 36 en Melilla. Por lo tanto, era una Melilla que tenía bastante vida cultural. Lo militar era importante pero no era solo lo que determinaba la vida de Melilla.
-¿Y si la comparamos con la Melilla actual? ¿Alguna similitud en algún aspecto?
-Primero, por supuesto, la arquitectura permanece igual. Creo que tanta vida intelectual y cultural como entonces, puede ser que no haya y ha cobrado más aspecto de ciudad con importante presencia militar y de ciudad de servicios más que una ciudad industrial.
-¿Y respecto al tema de la convivencia entre las distintas religiones, culturas y sensibilidades de la ciudad?
-En aquella época, la tensión en Melilla, desde abril hasta julio del 36, era francamente enorme. Así lo intento reflejar en la novela. Las huelgas se sucedían continuamente y había algunas permanentes, como la del suministro de pan, que era un elemento vital y esencial. El juez Polonio tuvo que lidiar con estas huelgas en unos momentos tremendos, como el 1 de mayo.
- Parece que, sobre todo últimamente, Melilla solo sale en los medios de comunicación por acontecimientos negativos ¿Cómo ve la situación de nuestra ciudad, ya desde el punto de vista de un jurista? ¿Cómo se imagina Melilla de aquí a cinco o a diez años?
-Es una difícil pregunta porque yo no tengo elementos de juicio. No sé nada más que lo que se puede leer en la prensa y me imagino que es una situación tan complicada que es muy difícil opinar. Si empezara a decir lo que yo puedo pensar que va a pasar dentro de cinco años, entonces estaría hablando como un político y como no lo soy. Me abstengo de opinar sobre ello. No podría decir más que banalidades sin fundamento.
-Centrándonos en usted, se puede decir que su currículum, su trayectoria profesional, empezando como jurista, es abrumadora, espectacular. Por curiosidad, ¿de dónde saca tiempo para escribir novelas? Y empezó escribiendo libros más técnicos, relacionados con el mundo del Derecho, ¿Por qué este salto a la ficción?
-Yo soy un jurista. Cien por cien. Tengo unos cuarenta libros jurídicos publicados. Pero yo siempre he entendido que el Derecho reseca, que el buen jurista tiene que complementar sus conocimientos con aspecto culturales, históricos, filosóficos, musicales… El buen jurista necesita airearse con la cultura. Y he sentido una gran inclinación dentro de todo eso por la historia. Si a esto unimos que desde muy joven hice pinitos en esto de la escritura, pues hace que haya llegado a la novela histórica.
Respecto al tiempo para escribir, es que yo soy de los que a las cinco o cinco y cuarto de la mañana se levanta y dedico tres o cuatro horas a escribir, ya sea de Derecho o de Literatura, y también a leer. Soy penitentemente madrugador. Eso se compensa acostándome temprano y, siempre que puedo, comiendo en casa y durmiendo una hora de siesta. Y también aprovecho la mañana del sábado y del domingo o las vacaciones. Esa es la solución, el método.
-Nació en Larache, imagino que quizás hijo de algún militar ¿Esto también ha determinado de algún modo su gusto por los temas relacionados con Melilla o con Marruecos?
-Mi interés por el Protectorado, por Marruecos, por Ceuta y por Melilla -y me gusta diferenciar todos estos conceptos - está muy enraizado con mi trayectoria vital. La trilogía del Protectorado tiene como hilo conductor a una familia, que puede ser una inspiración de mi familia lejana. Efectivamente, cuando sale lo de Larache siempre me preguntan si soy hijo de militar. No, no. Mi padre ya nació en Larache en el año 1920. Mi abuelo, al que yo recuerdo perfectamente, salió a principios de siglo de un pueblo de Alicante que se llamaba Novelda como inmigrante. Llegó a Marruecos y echó allí raíces como tantos otros andaluces o levantinos que no emigraban a América. Mi padre estudió ya Derecho y se hizo Jurídico del Aire. Yo estudié en el colegio de los Maristas que había allí. Mi padre hablaba muy bien árabe y combinaba todo: nacido en Larache, buen abogado, militar… Él siempre me decía que había aprendido árabe en la calle, jugando con los niños, con los vecinos, porque él era hijo de un tendero.
-No me diga que usted también habla árabe…
-Desgraciadamente, no. Cuando hice un viaje con mi mujer por Marruecos, hasta Tánger, es cierto que recordaba algunas palabras aisladas, que recuerdo de mi infancia, pero no.
-Es también miembro del Fondo de Becas Soledad Cazorla, que es su hermana, organismo que atiende a niños huérfanos por violencia de género. Cuéntenos algo de su hermana.
-Fue la primera mujer que fue jefe de la Fiscalía de Violencia de Género, fue la segunda mujer que llegó al Tribunal Supremo como fiscal. Tiene incluso una calle en Madrid y otra en Novelda, de donde era mi abuelo. Y también nació en Larache. Mi hermana murió de pronto, de manera inesperada, con 60 años. La gran preocupación de ella, desesperada ya de luchar contra esa cosa tan horrible e incalificable como es la violencia de género, eran los niños de esas parejas. Se murió con esa preocupación y, por ello, sobre todo su marido, Joaquín Tagar, sus hijos, y yo en lo que puedo, han puesto en marcha esta iniciativa, que está cuajando enormemente y que está ayudando a dar educación, a dar cobijo y a dar protección a víctimas de esa barbaridad incalificable.
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