La noche del Viernes Santo en Melilla volvió a llenarse de emoción, tradición y devoción con la salida procesional del Cristo de la Buena Muerte y María Santísima de la Piedad desde la Iglesia Castrense. Como cada año, la puntualidad marcó el inicio del cortejo a las 21:00 horas en punto, momento en que se produjo la solemne llamada a la puerta del templo para dar comienzo a una de las procesiones más esperadas de la Semana Santa local.
El primero en recorrer las calles fue el Cristo de la Buena Muerte, una talla en madera policromada que data de mediados del siglo XX. Esta imagen formó parte durante años del patrimonio religioso del Regimiento de Regulares 52, y estuvo ubicada inicialmente en la capilla del Acuartelamiento Santiago. Tras el traslado del acuartelamiento a la Base Teniente Flomesta, la imagen fue reubicada en el coro de la parroquia Castrense, donde hoy continúa recibiendo culto.
La imagen salió por primera vez en procesión en 2014, con motivo de la conmemoración del XXV Aniversario de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Humillado y María Santísima de la Piedad. Desde entonces, se ha consolidado como una presencia fundamental en el cortejo de la noche del Viernes Santo, portado con solemnidad y respeto por un grupo de veteranos del Regimiento de Regulares, en un gesto cargado de simbolismo y sentido de pertenencia.
Uno de los momentos más sobrecogedores de la noche se produjo con la aparición del trono de María Santísima de la Piedad, una impresionante imagen mariana que representa a la Madre sosteniendo en sus brazos el cuerpo sin vida de su Hijo recién descendido de la cruz. Esta obra fue realizada en 1999 por los escultores José María Jiménez Guerrero y Diego Fernández Rodríguez, quienes lograron transmitir en la imagen un profundo dramatismo contenido, cargado de ternura y dolor.
En 2018, la imagen de la Virgen fue sometida a una profunda restauración y retallado a cargo del artista Francisco Javier Atencia. Este trabajo incluyó una nueva policromía, el modelado de nuevas manos y una intensificación en la expresión del rostro, acentuando el carácter de misterio que define esta escena sagrada. Desde entonces, la talla ha ganado aún más fuerza expresiva, convirtiéndose en uno de los símbolos más representativos del recogimiento de la Semana Santa melillense.
Acompañada por música de capilla interpretada por el grupo Orfeus, el paso de María Santísima de la Piedad avanzó por las calles en un ambiente de silencio respetuoso, devoción y emoción. La música, cuidadosamente elegida, realzó la atmósfera solemne de la salida una procesión que invita a la contemplación, al recogimiento y al reencuentro con el significado profundo de la Pasión.
El cortejo procesional estuvo además marcado por dos elementos que despertaron especial atención y admiración entre los presentes. Por un lado, la presencia de un nutrido grupo de mantillas, que aportaron belleza, elegancia y tradición a la procesión. Por otro, la destacadísima participación de jóvenes, lo que representa una garantía de continuidad para las celebraciones religiosas de Melilla. La implicación de la juventud en los desfiles procesionales es, sin duda, uno de los pilares que sostendrán el futuro de la Semana Santa local.
A todo ello se sumó una climatología inmejorable. La noche del Viernes Santo se presentó con una temperatura agradable y una atmósfera plenamente primaveral, lo cual animó a miles de personas a salir a la calle para acompañar y presenciar el paso de las imágenes. La ciudad vivió una jornada de fervor colectivo, en la que tradición militar, expresión artística y fe popular se unieron en un mismo sentimiento compartido por generaciones de melillenses.
El acto, que no solo rememora el momento más doloroso de la Pasión sino que también conecta con una identidad colectiva enraizada, volvió a demostrar el poder de la Semana Santa de Melilla para convocar a su gente, mantener vivas sus tradiciones y emocionar a todos cuantos la viven desde la fe o la cultura. Con la imagen de la Madre sosteniendo al Hijo muerto, la ciudad inició una de sus noches más intensas y significativas.