La intervención de Marruecos

Las autoridades marroquíes han entrado con fuerza en la campaña electoral española. Queriéndolo o no, su actuación en esta última semana, previa a la cita de los melillenses con las urnas para decidir quién gobernará en la Asamblea y en el Parlamento europeo, es de todo menos discreta e imparcial. Se les ve el plumero, pero no se les vio venir.

Marruecos va por libre y no hay nada que podamos hacer para pararle los pies a nuestro vecino del sur”

Este lunes Marruecos impidió el paso a los vehículos con matrícula española que se dedican a sacar mercancías de Melilla. El contrabando es ahora sólo para marroquíes. No es que eso vaya a hundir en la miseria a la ciudad, pero es un contratiemp para españoles en paro que ya no podrán usar su vehículo en el comercio atípico. Es una vuelta de tuerca más, que se suma al cierre unilateral de la aduana de Beni Enzar hace menos de un año. Están pisando fuerte.

También este lunes hemos visto con estupor las máquinas excavadoras marroquíes derribando casas de españoles en el cabo Tres Forcas. Tiraron viviendas que llevaban 50 años a pie de playa y cuyos propietarios habían recurrido la medida ante los tribunales marroquíes. No han esperado siquiera la resolución del juez.

Hay que reconocer que esas casas en España no podrían estar donde estaban en Marruecos, pero teniendo en cuenta que sus dueños son nacionales del principal socio comercial de Rabat, se debía haber esperado a que los damnificados agotaran la vía judicial al menos por higiene democrática. Pero eso es lo que menos importa. Ahora se trata de hacer el mayor daño en el menor tiempo posible.

Lo que importa en Marruecos es enviar un mensaje claro a los votantes melillenses: mientras estén en el poder los que están, seguirán actuando de esta manera. No les gusta ni el Gobierno de Juan José Imbroda en Melilla ni el de Pedro Sánchez en Madrid.

Estas actuaciones de Marruecos llegan en medio del debate en torno a la marroquinización de las aulas en Melilla ante la posibilidad real o ficticia de que la Dirección Provincial de Educación admita el pasaporte como documento válido para matricular niños en los colegios de la ciudad.

La polémica no ha sentado bien en la provincia de Nador donde una minoría considera que España debería escolarizar a niños marroquíes de zonas limítrofes por la deuda histórica que mantiene con el Rif debido a lo que ellos llaman el expolio del Protectorado.

Nada se mueve en Marruecos sin que las órdenes vengan de arriba y en el más allá sólo está el rey. Nos quieren hacer creer que apuestan por la victoria de partidos que no quieran gobernar en coalición con los que están en el poder aquí y en Madrid.

Sólo así podrían explicarse las decisiones marroquíes de arramblar con las casas de Charrana y de dejar fuera del comercio atípico a los coches con matrícula española a cinco días de las elecciones autonómicas y europeas.

Para justificarse, Marruecos asegura que supuestamente esas viviendas derribadas estaban sirviendo para acoger a migrantes subsaharianos que pretendían salir en patera hacia España.

Atrás quedan los días de gloria en los que el ex ministro del Interior Fernández Díaz se hacía una foto en Beni Enzar con el responsable marroquí de la frontera después de que Madrid y Rabat acordaran sacar de Nador a los refugiados sirios que huían de la guerra.

Lo que pactaron entonces para que nuestro país abriera las puertas y estrenara oficinas de asilo a casi 20.000 refugiados no lo sabremos hasta que los que están callados decidan contar su historia.

Marruecos ha vuelto a hacerlo. Va por libre y no hay nada que podamos hacer para pararle los pies a nuestro vecino del sur. No podemos cortar por lo sano y decirles: “Se acabó”, pero sí podemos exigir más respeto.

Hay casi un millón de marroquíes viviendo en España con permisos de trabajo y/o residencia. ¿Qué pasaría si se cumpliera la ley española a rajatabla a la hora de renovar esos NIE? ¿Qué pasaría si en Algeciras fuéramos muy severos en las inspecciones de los camiones de tomate marroquí?

Tenemos cómo apretarlos, pero nos faltan los ‘güevos’. El miedo a la inmigración nos mata. Hasta nosotros mismos nos creemos el cuento de la valla de Melilla, aunque sabemos que la mayoría de los migrantes entra en España legal y por aeropuertos. La actuación de Marruecos es intolerable.

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