La hora de la verdad: Toca que arranque ya el nuevo Gobierno De Castro

Empieza el verano. Comenzará oficialmente a lo largo del día de hoy, con el solsticio estival que nos dejará el día más largo del año. Lo hará en medio de este viento de poniente, siempre enloquecedor, que no está contribuyendo en nada en apaciguar esta semana de tanto dislate político, consecuencia del estrambote que ha terminado colocando al frente de la Ciudad al único diputado de la formación menos votada por los melillenses. Pero bueno, no vamos a repetir que la lógica aritmética tiene tanto valor en democracia como la lógica política, por muy ilógicas que sean políticamente las consecuencias de las sumas matemáticas.

“Destruir es siempre más fácil que construir. El nuevo Gobierno del Presidente De Castro ya está tardando en demostrar que su motivación va más allá del revanchismo contra el PP. La cuenta atrás ha comenzado y lo que interesa saber es qué política llevará a cabo y quiénes se encargarán de acompañarle en el cometido”

A De Castro, el presidente de las acusaciones y las advertencias judiciales –así decidió estrenarse en su primera rueda de prensa- le han aupado al principal sillón de nuestra Asamblea menos votos incluso que los cosechados por Ciudadanos en Melilla. En total, unos 1.700 de ventaja, fruto de la suma de sufragios conseguidos por el bloque CpM-PSOE-Cs que, en conjunto, vienen a suponer unos 17.300 frente a los 15.600 de PP y Vox.

Esos 1.700 votos de más son los que han variado el color político del Gobierno local y los que ni siquiera alcanzan a los escasos 1.900 aportados por Ciudadanos al nuevo tripartito.

Mañana, si todo sucede conforme a lo previsto, se celebrará el acto solemne de investidura del Presidente. La sesión representa un continuismo respecto del modelo introducido por Juan José Imbroda, que tras sus sucesivas reelecciones, en las que anduvo transitando de Presidente en funciones a Presidente reelecto en cuatro ocasiones, optó por instituir a base de repetición esta fórmula hasta entonces inexistente en la historia democrática de nuestro antiguo Ayuntamiento y, posteriormente, Ciudad Autónoma.

La investidura de De Castro podría haberse formalizado el pasado sábado pero su designación in extremis, la confianza del PP en que actuaría según las directrices de la cúpula de Ciudadanos y la incertidumbre hasta el último momento, no permitió que se organizara previamente un acto conforme a los deseos de los que iban a constituirse en los nuevos gobernantes. Es lo que pasa cuando todo queda en el aire y el destino pende de un último impulso como si se tratara de una jugada de dados.

Esperemos que para mañana el nuevo y flamante Presidente, además de coger el bastón de mando y ponerse el toisón presidencial, esboce qué tipo de política va a seguir en estos cuatro años, porque más allá de los compromisos de regeneracionismo particularmente entendidos por De Castro y sus socios como un revisionismo persecutorio contra el PP, no se sabe qué política concreta va a llevar a cabo.

Por supuesto, son esperables declaraciones voluntaristas como las de la pasada campaña electoral, con apoyos imprecisos pero llenos de buenas palabras para el comercio, la lucha contra el paro, la igualdad social, etc, etc. Pero, realmente nada sabemos de qué van a hacer para mejorar Melilla, de cómo van a casar los distintos programas electorales y qué extraerán de ellos para llegar a un punto de acuerdo que defina las políticas a seguir.

He aquí el quid de la cuestión del que poco o nada se viene hablando, enmarañados como estamos en advertir al adversario y tomar la Justicia como arma arrojadiza con la que solucionar todas las cuitas políticas.

Ninguno, ni los perdedores del Gobierno pero ganadores en las elecciones, ni los nuevos gobernantes que aún no han concretado ni programa de actuación ni quiénes lo llevarán a cabo, se desmarcan de la gresca sino que siguen enrocados en un intenso pulso que ayer, en mi opinión, llegó a su iceberg cuando el diputado socialista Francisco Vizcaíno pidió al cabeza de la lista más votada y, también, al más votado en las pasadas elecciones generales, es decir a Juan José Imbroda, que abandone su cargo de senador, recientemente revalidado por los melillenses.

Realmente, ¿es esta la forma de demostrar respeto a la decisión soberana del pueblo de Melilla expresada en las urnas? ¿Es este el talante de un nuevo Gobierno al que, como tal, debe exigírsele siempre más que a quienes se sitúan en la oposición? ¿Queda algún resquicio para la paz institucional y para un mínimo respeto más allá de los discursos políticos legítimos?

Creo que el PP terminará cansándose de pedir a Rivera y Villegas que tomen medidas contra De Castro. Con tantos conflictos en los que andan inmersos por desmanes varios de sus concejales en distintos municipios (Barcelona, Huesca, Santa Cruz de Tenerife, ente otros), no creo que los dirigentes nacionales de Ciudadanos vayan a censurar al nuevo Presidente que, a su modo, y como él mismo ha dicho, ha puesto “en el mapa, un punto naranja, no azul, ni rojo, ni morado” gracias a su rocambolesco ascenso a la Presidencia de Melilla.

Me sorprende la denuncia de ayer de Vox contra Cs por presunta falsificación de firmas en la presentación de su candidatura. Como con el ‘no pero sí’ de la sesión de votación del nuevo Presidente, el contraataque judicial llega un poco tarde. Enreda más que aporta. Contribuye solo a judicializar la política. ¿Verdaderamente creen que alguno de los 29 candidatos de Cs que puedan ser citados, si es que llegan a serlo por el juez, van a reconocer que alguna de las firmas no son suyas? Salvo que tengan un as en la manga y puedan aportar como prueba que ya alguno de ellos lo ha admitido y está dispuesto a hacerlo ante la autoridad judicial, cuesta verle sentido o recorrido. Entre otras razones, porque quien sostenga la denuncia de Vox reconociendo que le falsificaron la firma acabará también denunciándose a sí mismo por haber permitido el fraude documental sin haber reaccionado oportunamente cuando debía.

Y, asimismo, tampoco le veo recorrido a la impugnación de la designación de De Castro por su ‘no pero sí’ con la boca chica y que tanta confusión aportó a la votación del nuevo Presidente. Hablamos ya de hechos consumados, permitidos y corregidos por la admisión de facto de todos los diputados en el transcurso del mismo acto. No hay que ser docto en Derecho, es pura sensatez que, aunque cueste creerlo, tiene un valor primordial en el ámbito de lo jurídico.

Finalmente, si De Castro, tal cual sostiene el PP, actuó o no con prevaricación por arrogarse funciones de Presidente oficial cuando solo era Presidente electo, será cuestión de la Justicia aclararlo. Desde luego, echar como hizo a empleados públicos de sus puestos de trabajo sin prerrogativa legal aún para ello, no ayuda a su defensa jurídica y, sobre todo, da prueba de ese talante revanchista que, al fin y a la postre, es el único que ha primado en esta victoria de los aliados frente al partido más votado.

Al Gobierno De Castro le queda mucho por demostrar para convencer que su motivación va más allá de echar al PP del Ejecutivo local. Y ya está tardando en hacerlo porque las prisas para cesar están muy bien siempre y cuando lo estén también para proceder a los nuevos nombramientos. Entre tanto, en realidad, estamos sin Gobierno y con un Presidente al estilo ‘llanero en solitario’.

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