La historia de las subvenciones

Mustafa Aberchán tiene razón. Las crisis económicas siempre son una oportunidad, pero esto es Melilla y todavía no habíamos superado la oportunidad de la última crisis cuando nos metemos de lleno en otra. Digamos que nos están abrumando con tantas oportunidades perdidas.

El líder cepemista ha anunciado una batería de medidas económicas para pymes y familias que, de no surtir el efecto esperado, pueden hundir a nuestra ciudad en una espiral de deuda y déficit.

Es verdad que las pequeñas y medianas empresas necesitan subvenciones para salir del bache, pero también es cierto que si la Ciudad no recauda y si desde Madrid no llegan fondos al final terminarán resintiéndose por falta de presupuesto nuestros servicios sociales, que siempre hemos tenido colapsados por la alta demanda. Es lo que tiene la pobreza estructural, es una espiral que no tiene fin.

Sin embargo, coincido en que nuestras pymes necesitan el apoyo de fondos públicos. Para quienes tienen empleados a su cargo es importante la reincorporación gradual del personal porque no tiene sentido empezar de golpe como si la coronacrisis fuera una broma macabra.

Hay incluso quienes, ante la imposibilidad de despidos, se plantean cerrar el negocio para evitar la quiebra y reabrirlo a nombre de un familiar. No podemos ponérselo tan difícil a los emprendedores. Cuando a las pymes les va a bien, nos va bien a todos. Es una verdad como un templo.

El sueño de un empresario es ir a más. Da igual que sea pequeño, mediano o grande. Ir a más significa ver crecer tu idea y ver recompensados tus esfuerzos. Cuando un autónomo despide a sus trabajadores no lo hace por declarar la guerra ideológica al Gobierno. Lo hace por intentar salvar lo que pueda salvarse. Y cuando las cosas van bien, entonces se crean más puestos de trabajo e incluso, se suben sueldos. Es así y ha sido así durante años y años de liberalismo, el menos malo de los modelos económicos por más que los comunistas nos cuenten milongas a favor de los trabajadores. El comunismo es una máquina de fabricar pobres.

Melilla está en una situación delicada y de momento sólo oímos hablar de ayudas, de subvenciones, de chupar de la teta de la vaca. A mí me gustaría también que nos presenten planes de reconstrucción que planteen alternativas viables, creíbles y sostenibles en el tiempo. Los Planes de Empleo no pueden ser un mecanismo para que la gente siga cobrando ayudas sociales.

Esto convencida de que la gente quiere trabajar, pero quiere hacerlo a cambio de un sueldo digno. ¿Para qué te vas a matar dando pico y pala y limpiando las márgenes del río de Oro si el ingreso mínimo vital te asegura un sueldo de hasta 1.000 euros para familias de dos adultos y dos niños con todos sus miembros en situación de desempleo? ¿Qué pyme puede hoy competir con esa oferta que está preparando el Gobierno central?

Tengo que reconocer que lo del ingreso mínimo vital no me gusta. Eso sólo crea una red clientelar al estilo cubano o venezolano. Te lo subvenciono todo: agua, gas, luz, teléfono y hasta cirugías estéticas. Tienes que hacer como que trabajas y el Estado hace como que te paga. Trabajes o no vas a ganar la misma mierda y además no vas a ser menos pobre que tu vecino. A cambio, votarás a favor de la dictadura durante 60 años seguidos (en el caso de Cuba) y aprobarás todas las limitaciones de derechos que ésta te impone. Negocio redondo. Sin querer, terminas firmando un contrato sin cláusulas de rescisión. Y al que intenta rescindir el contrato, a la cárcel. Y para que la familia presione, se le hace la vida un yogurt a su entorno. Los aíslan y les llaman gusanos. Terrorismo psicológico.

Eso frena cualquier intento de rebeldía. Y a la opinión pública se le convence con el cuento del enemigo externo. Por eso muchos cubanos prefieren escapar de Cuba en una goma de camión o recorrer a pie toda la selva del Darién, enfrentándose a fieras salvajes antes que salir a protestar a la calle en La Habana. Incluso le hemos escuchado decir a una cubana que intenta llegar a Estados Unidos que prefiere caer en las manos de los narcos del cártel de Sinaloa, en México, que volver a su país.

Por eso mi miedo al clientelismo del ingreso mínimo vital porque dinamita la posibilidad de que el estudio, el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio y la eficiencia sean las claves del éxito en la vida de las personas. Cuando tu estabilidad de ingresos depende de un Gobierno, te aseguras de que reciba tu voto para seguir cobrando. Ojalá me equivoque, pero la historia de las dictaduras es la historia de las subvenciones.

Miedo me da.

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