Los más fuertes física y mentalmente de la familia o la aldea son los que pueden afrontar la traumática experiencia para lograr el primer objetivo: Melilla. “Los inmigrantes subsaharianos son mentalmente más fuertes que los ciudadanos del mundo occidental. Nosotros no soportaríamos las traumáticas experiencias del ‘viaje’ hasta Melilla”, afirma un psicólogo experto en la atención de los inmigrantes en el CETI. El más fuerte de la familia o de la aldea es el ‘elegido’ para buscar el ‘sueño europeo’, pero esa fortaleza no solamente reside en la condición física sino también en la emocional. La especial dureza de las condiciones de vida que tienen en sus países de origen (falta de recursos como el agua potable, medicamentos o alimentos) hace que los inmigrantes sean más fuertes ante experiencias que para otra persona supondrían “traumas muy importantes”.
Afrontar un ‘viaje’ hasta Melilla plagado de peligros y experiencias traumáticas tiene sus consecuencias: Crisis de ansiedad, insomnio, desórdenes de alimentación, tensión, irritación, susceptibilidad... Son síntomas del llamado estrés post-traumático que los inmigrantes sufren después de llegar a Melilla. Un equipo de psicólogos en el CETI ayuda a los inmigrantes a superar esas experiencias traumáticas y esos síntomas que surgen una vez que la alegría y el júbilo de haber llegado a la ciudad autónoma va desapareciendo. “La primera respuesta emocional del inmigrante al llegar a Melilla es de júbilo, pero poco a poco la euforia aminora y sale a la luz el estrés post–traumático debido a las experiencias vividas durante el viaje”, afirma este experto en atención a inmigrantes.
El principio del viaje
En algunos casos abandonar el hogar y el país natal es una decisión personal de los inmigrantes. Otras veces es una decisión que se toma en familia o en el pueblo donde viven. En el peor de los casos las mafias reclutan, especialmente, a mujeres para después ser obligadas a ejercer la prostitución en el Primer Mundo.
En los primeros casos, la guerra, el hambre o la persecución empujan a los inmigrantes a abandonar sus países. Las experiencias que vivan en su ‘periplo’ hasta Melilla dependerá del dinero del que dispongan. En ocasiones, hacen una colecta en el pueblo o aldea para que el ‘elegido’ viaje hasta el mundo occidental. Este patrocinio colectivo hace que los inmigrantes se sientan “presionados” a obtener resultados pronto, una vez llegan a su primer objetivo.
Esa presión favorece que los síntomas del estrés post–traumático afloren con más rapidez y persistan en el tiempo si la estancia en el CETI se prolonga más de lo previsto.
Durante el viaje
Este psicólogo explica que, del dinero del que disponga el inmigrante durante el viaje, dependerá el tipo de experiencias que pueda vivir. Las mafias se aprovechan económicamente de los subsaharianos, que se ven obligados a vivir en condiciones pésimas y a comer muchas veces de los desperdicios que encuentran. En los campamentos en el monte Gurugú, por ejemplo, deben combatir sin medios las inclemencias del tiempo y sin un mínimo de higiene.
En los casos de los inmigrantes más jóvenes y las mujeres sufren abusos sexuales, repetidas veces, y maltrato físico, no solamente en el monte Gurugú o en las inmediaciones de Melilla sino también a lo largo del viaje.
La mayoría de los inmigrantes que llegan a Melilla son hombres de entre 18 y 30 años. La fortaleza física de la juventud hace que una persona pueda afrontar en mejores condiciones la dureza del viaje desde Mali, el Congo o Camerún.
La estancia en Melilla
El apoyo psicológico resulta crucial para el inmigrante cuando se encuentra acogido en el CETI. Poco a poco recuperan la normalidad a través de una rutina y superan los síntomas del estrés post–traumático.
Después de llegar a la ciudad, sea en patera, saltando la valla o en un doble fondo, los inmigrantes recuperan con el tiempo la estabilidad emocional, pero ésta puede verse nuevamente alterada si la estancia en Melilla se prolonga demasiado.
Nuevamente los inmigrantes pueden presentar ansiedad, irritabilidad y nerviosismo “porque ven que no pueden trabajar y enviar algo de dinero a su familia”, que es precisamente lo que se espera de ellos en sus países de origen. Este estado emocional puede empujarles, en ocasiones, a consumir alcohol, por ejemplo, apunta este experto. Pero en los casos en los que consiguen establecerse e integrarse en la sociedad, consiguen superar sin problemas el estrés post–traumático. Favorecer su integración social es vital para que el inmigrante no recaiga.
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